Infinidades de cosas pasaron por mi cabeza en ese momento, una de ellas fue que si quería salir ilesa de esto tendría que correr, ya.
Intenté levantarme y hacerlo, pero fue inútil. Sus sombras llegaron a mi en menos de un segundo para envolver mi cuerpo y alejar mis pies del suelo.
Vi al duque con pavor mientras se acercaba con infinita paciencia, como si supiese y estuviese seguro que no podría dar ni un mísero paso, cosa que era cierta.
Me revolvió en mi lugar tratando de deshacerme de las sombras pero estás no cedían su agarre. Tomé una respiración profunda y me resigné a enfrentarlo al darme cuenta que no había escapatoria.
Sus pies se detuvieron a pocos paso de mi, mis manos sudaban y mi corazón sufría una especie de taquicardia por el miedo, pero pude reunir todo el valor que poseía para levantar la barbilla y verlo con todo el descaro del mundo.
Tenía pantalones de cuero negros que se ceñian a sus piernas, una camisa holgada del mismo color abierta que me dejaban ver un poco de su pecho esculpido, el hombre me examinaba de la misma forma que yo a él.
No parecía estar molesto por haberme descubierto espiando o al menos así era hasta que pareció olfatear un poco, logrando que su ceño se frunciese.
—Bruja— delató con un murmuro como si el descubrimiento fuese impresionante.
Abrí mis ojos con pánico, no tenía porqué saberlo, la magia de una bruja solo podía ser detectada por una hija de las estrellas y el claramente no lo era. Temí por mi madre, si el duque descubría que ella había usado su magia en mí no habría excusa que valiera para que no mandarán a mi madre a la hoguera.
—Eres una bruja— repitió aún con aire pensativo —Podria quemarte ahora mismo por espiar a un duque, bruja.
Evitó a toda costa soltar un suspiro al entender su equivocación, la magia de mi madre está dentro de mi, por lo tanto el no puede detectar que no me pertenece.
—No estamos en la corte Cetus, Duque— le hago saber con burla —Y claramente no pertenezco a ella.
Quiero creer que si no se da cuenta de quién soy no habrá problemas, el tampoco puede quemar a una bruja en Regulus, aquí no hacen esas atrocidades, simplemente les temen.
—Tampoco perteneces al castillo, por muchas sedas de doncella que vistas ya la reina te hubiera detectado y exiliado si fuese así— señaló con voz impostada.
—Puede que haya robado las prendas— acepté sin querer parecer insegura —Aún así sigue sin ser de tu incumbencia, al igual que yo, tu tampoco eres bienvenido aquí.
Sentí como las sombras se apretaban a mi alrededor con fuerza, comenzaba a tener dificultad para respirar y el solo me miraba como si fuera una cosa insignificante.
—No quieras compararme con las de tu raza— sugirió pero aquello había sonado más como una amenaza.
—No eres muy diferente a las de mi raza— bromeé con dificultad —Tan odiado por las estrellas por poseer un poder que no deberías, pero a diferencia de ti, nuestra magia no tiene ni una pizca de la oscuridad que tiene la tuya.
—No sabes de lo que hablas— gruñó y su mandíbula se tensó.
—Retira esas sombras que me detienen Duque— exigí jadeando.
Las sombras obedecieron, no por complacer mis peticiones, si no por terror de mi confesión, ví el miedo que cruzó por sus ojos y que rápidamente logró enmascarar con enojo confirmando mis recientes sospechas, mientras caigo de rodillas.
Nadie más puede ver sus sombras, me pregunto que... Haría Arturo con esta información.
—¿Quien eres?— cuestiona con un gruñido, sus sombras vuelven a tomarme, está vez estrellandome contra la pared.
El aire abandona mis pulmones por completo por el golpe, suelto un jadeo de dolor y mis ojos se cierran en un inútil intento por soportar.
—Soy una bruja que ve realmente lo que eres— mentí.
No sabía que había hecho mi madre con esa poción y claramente no tenía ni una pizca de bruja a pesar que mi madre en su tiempo era la mejor.
—Deberia matarte— reconoció el hombre, supe que hace rato había perdido mi oportunidad de salir ilesa de esto, en especial cuando ahora sabía su secreto.
Pero no podía callarme, el padre de este hombre había matado a la familia de mi madre y estaba más que claro que sí el duque tuviera la oportunidad actuaría igual a su progenitor.
—No te tengo miedo— declaré orgullosa haciéndole frente.
—Deberías— sugirió —¿No tienes miedo a arder como lo hicieron tus hermanas en Cetus?
—¿Crees que tú corte ganó aquel día?— insinue yo con una sonrisa burlona —¿Crees que la raza de las brujas se extinguió porque quemaron a doscientas brujas?
—Ahora saben a qué temerle.
—¿Temer a quien?— indago con sorna, mi madre no le teme al Duque, dudo que otra bruja lo haga —¿A un montón de pueblerinos de mente cuadrada?
—Lloras por una raza que no son más que un puñado de mujeres con enfermedades mentales.
Jadeo indignada, sus palabras causando un hervidero en mi pecho, la furia recorriendome por completo.
—Esas mujeres eran más cultas que tú— siseo con la rabia quemando mis venas —Eran inteligentes, con un sin fin de habilidades.
—Un desperdicio de poder— interviene tomando mi mentón para evaluar mi rostro, lo sacudo tratando de alejarlo pero me toma con fuerza.
—Tenian todo tipo de talentos— pronuncié hostil —Dominaban la medicina natural.
—Los que llamas pueblerinos de mente cuadrada también lo hacen muy bien.
—Eres un ignorante— grito con ganas de soltarme para poder quitarle esa sonrisa malvada de la cara, sabe que estoy en desventaja y no es más que la verdad porque ni siendo hija de las estrellas puedo luchar en contra de su poder corrupto.
—Por amor a las estrellas, cállate ya— pide rodando los ojos con fastidio —Todos saben que las brujas son mujeres que el hombre no puede controlar, el antiguo rey lo sabía y por eso quemó a todo el aquelarre Thanatos.
—Sueltame ya— exijo y el hombre se ríe.
—¿Que hacías espiandome bruja?— pregunta ladeando la cabeza como si no me entendiera —Aun estoy decidiendo si matarte o no.
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Editado: 10.09.2024