Tenía en cuenta muchas de las ventajas que conlleva ser heredero de las estrellas, la que muchas de las reinas suelen disfrutar era la belleza descomunal, era algo superficial a lo que también había que sumarle la juventud.
Arlett Nikolaou era la primera heredera de nuestra generación,recuerdo a mi madre decirle alguna vez la nacida antes de tiempo, no sé el porqué pero suponía que la reina de la corte Perseus tenía mucha historia detrás de ella.
Su apariencia aún tenía ese toque veinteañero, lo único que podía delatar su edad eran sus ojos sabios, fríos y penetrantes.
—Espero tengan una linda noche todos— La reina Arlett le habló al público en general pero su mirada seguía en mí, una pequeña sonrisa surgió de ella y se concentro en la celebrada —Lamento tanto haber llegado tarde mi querida Leonor, he tenido algunos problemas con los cíclopes que me han atrasado más de lo planeado.
—Es un honor tenerte aquí Arlett— la rubia le regaló una sonrisa tensa y por primera vez desde que me coronaron veo a una de las reinas hacer una reverencia a otra.
Intento contener mi asombro lo más que puedo, no sé porque mi primera reacción es buscar al Duque Domenicous pero lo hago, este ya me está viendo y discretamente se lleva un dedo hacia los labios como señal de que guardé silencio, cosa que hago sin dudar.
—No podría perderme jamás tu celebración niña mia— Arlett roza los rizos de la reina en un gesto que parece ser cariñoso y Leonor se endereza al fin, manteniendo siempre esa sonrisa tensa.
Veo como todos observan el espectáculo como si fuera algo normal, pero no lo es ni de cerca, ni yo que tengo tan poca consideración por mi corona haría algo como aquello, es un acto humillante, no se cómo Leonor siendo como es puede soportar aquello.
—Sé lo que estás pensando— murmura Livana a mi lado, supongo que descifrando mis expresiones —Leonor creció con Arlett desde que tenía cuatro años, fué su mentora por cinco años cuando su predecesor se desentendió de ella dejándola a su cargo.
Eso explica muchas cosas, pero aún así no veo razón justificable para hacerlo ahora que Leonor también es reina.
—Es humillante— susurro viendo la escena en frente, Leonor se desvive por atender a Arlett.
—Si lo es y Leonor también lo sabe, de igual forma se enojará si escucha a alguien hablar al respecto.
Supongo que tiene razón así que me mantengo en silencio, lo único que me faltaría es ganarme también el odio de Leonor.
Me despido de la pareja y me alejo de ellos, me íntegro junto a los demas invitados, algunos han comenzado a bailar mientras que otros socializan, me paseo por el salón buscando a mi madre quién me sorprende tomándome de la mano.
—¿Dónde estabas?— cuestiono.
—Tomando aire fresco— me hace saber mientras acomoda un mechón suelto de mi cabello.
Decido no discutir sabiendo que si lo hago igual no me dirá nada, me mantengo cerca de ella, mientras converso con invitados que se me acercan para hablar de cualquier tontería, de verdad no reconozco a nadie pero decido seguirles la corriente cuando ni siquiera sé de lo que hablan, normalmente es Arthuro que se encarga de los temas importantes y de vez en cuando es que me consulta algo.
Antes de que me pudieran encontrar fué Arthuro junto al Duque Domenicous que dirigieron el reino mientras estaba sin gobernante.
Por lo tanto el consejero me ha estado integrando de a poco.
Estoy conversando con mi madre sobre una mujer rara que acaba de irse cuando ella guarda silencio repentinamente.
—¿Ocurre algo?— indago frunciendo el ceño ante su silencio pero ella me hace señas para que voltee.
Hago lo que me pide con discreción y puedo ver el porqué, nuevamente alguien se nos acerca, lo que me sorprende es que sea la mano derecha de la reina Leonor, hasta ahora sería el primero de su corte en acercarse a mí.
—Espero que ambas lo estén pasando bien— saluda luego de hacer una reverencia.
—Todo lo bien que uno puede pasarlo en este tipo de celebraciones— murmuro de mala gana logrando que mi madre me dé un codazo que el hombre no parece notar.
—Entonces espero no aburrirla aún más pidiéndole que baile conmigo una pieza— el hombre me sonríe como nadie nunca lo ha hecho, gesto que me parece sospechoso.
—Me temo que quién podría aburrirse es usted si termina bailando conmigo— alzo una de mis cejas cuestionando su gesto cuando tiende una mano hacia mí.
—Permita entonces que lo averigüe por mí mismo— pide aún ofreciendo su mano, veo a mi madre y esta me insta para que acepte.
—Solo será una pieza— aclaro tomando su mano para que me guíe al centro del salón.
—No pido más, su majestad— asegura.
Ambos hacemos una reverencia al otro porque es parte de la danza, levantamos nuestra mano y pegamos las palmas para comenzar.
La música suena por todo el salón permitiendome sentir la esencia de la magia, los movimientos del hombre son fluidos pero firmes y me permito seguirle el paso de igual forma, el hombre me regala pequeñas sonrisas cuando estamos muy cerca, no correspondo a ellas y mayormente trato de evitar verlas porque puedo sentir como mis mejillas quieren comenzar a calentarse.
—Por su comentario esperaba que fuera alguien poco interesante, su majestad— murmura sin dejar de bailar.
—Si me cree interesante a mí que no he dicho ni una sola palabra en todo este tiempo, señor, creo que debería socializar más, le aseguro que en este salón encontrará a personas más interesantes.
—Me llamo Héctor— me explica, aunque eso ya lo sabía —Y no hace falta que me hable para considerarla de mi interés, de hecho, me intriga saber el porqué de sus sonrojos cada vez que le sonrío.
Inevitablemente vuelve a suceder y yo deseo poder golpearme, el hombre sonríe otra vez al demostrar su punto. Héctor es un hombre muy guapo, de eso no se ve mucho en la corte Cetus dónde el promedio de belleza no sobrepasa lo simple.
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Editado: 10.09.2024