Habíamos cabalgado al galope incesantemente durante toda la noche, podía sentir los músculos entumecidos por la brisa helada mientras los caballos cruzaban el bosque de las hadas con apuro.
Apenas el sol se asomó sobre el horizonte habíamos cruzado la frontera con la corte Espiga, hace horas de aquello. Había leído mucho sobre este bosque, de su belleza magnífica y de las hadas revoloteando por todos lados, pero no había nada de aquello, daba la sensación de estar muerto bajo la capa de nieve que lo cubría.
Mi curiosidad me había hecho preguntarle a Héctor apenas nos detuvimos para que los caballos pudieran alimentarse y este me aclaró que desde el ataque a la reina Viktoria, las hadas habían abandonado el bosque y este se había marchitado en consecuencia.
Había mirando a Héctor anodada mientras esté acababa de explicar, tal como había estado desde que me sacó de mi habitación, el hombre tenía una expresión indiferente.
Lo había visto ver los cadáveres en la puerta de mis aposentos con una fría apatía que nunca le había visto, desde entonces se había mantenido así, incluyendo cuando me pidió subir al caballo para marcharnos.
Desde entonces no habíamos parado, podía sentir que ha cada minuto mi caballo iba reduciendo la velocidad de su pasó, era de esperarse, ya se encontraba cansado.
—Hector...— comencé a llamarlo pero algo me hizo callarme, jale las riendas de mi semental para que este se detuviera y así lo hizo.
Había escuchado algo muy aparte del galope de nuestros caballos, no pasó mucho para que Héctor se detuviera también y se acercará a mí.
—¿Sucede algo?— cuestionó, por fin pude oír un tono amable en él pero no le preste atención, miraba atrás tratando de concentrarme en aquel sonido.
—Creo que he oído algo...— comencé a decir pero el silbido de una flecha pasando al lado de mi cabeza me hizo callar.
Esta vez no me detuve a ver qué había sido, la amenaza era clara y lo único que podía hacer era correr y así lo hice.
Mi caballo estaba cansado, pero aún así le lo estaba dando todo de su para huir, al igual que yo el también sentía el peligro.
Regresé mi mirada atrás por curiosidad, solo era un hombre, con el arco a su espaldas y sus manos bien sujetas a las riendas de su propio caballo, su uniforme fue lo que me hizo temblar. Era naranja y tenía la figura de un centauro en el centro del pecho.
<<Sahara ha mandado a sus hombres a peseguirnos>> me dije, volviendo mi vista al frente justo cuando Héctor y su caballo nos rebasaban, no sabía cómo nos íbamos a deshacer de él pero estaba segura de que sus compañeros no estarían tan lejos.
Los guerreros de Kaus eran rápidos con los caballos y tenían una vista certera a la hora de usar el arco, lo que me decía que este no me había dado por puro capricho...
Lo único que pude escuchar fue el horrible sonido que hizo mi caballo, luego vino la sensación del vacío en el estómago cuando estás cayendo para luego sentir el golpe, sentí el dolor pulsante en mi brazo derecho al caer luego el dolor se extendió a otras partes de mi cuerpo mientras daba vueltas en la tierra aún no había caído suficiente nieve como para amortiguar el golpe, no sabía en qué momento me había detenido, la vista me fallaba y sentía que el aire me faltaba en los pulmones.
Podía ver el reflejo del sol entre las hojas de los árboles que parecían dar vueltas a mi alrededor.
—Pero mira a quién tenemos aquí — se rió el hombre cuando se detuvo sobre mí para inspeccionar mi estado —La reina me dará una fortuna por tí, cria de bruja...
Ni siquiera pudo terminar su rísa cuando su cabeza había caído a sus pies seguido del cuerpo y su sangre me había salpicado en la cara. Había sido rápido, Héctor bajo de su caballo y guardó su espada en la funda que colgaba a su cadera.
Cuando se arrodilló a mi lado pude notar un cambio en su rostro, preocupación.
No sé que aspecto había de tener para que este se pusiera histérico del miedo pero he de suponer que no era nada bueno. Héctor trató de cogerme por el brazo para ayudarme a levantar pero el grito de dolor que solté lo hizo dejarme en mi sitio.
Vi su duda, al mirar mi caballo herido no muy lejos y luego el suyo propio. Las lágrimas brotaron de mis ojos sin que yo las pudiera contener, el dolor me recorría todo el cuerpo, era horrible.
—No me dejes aquí— rogué con la garganta ardiendo —No dejes que me encuentre...
—No te voy a dejar— prometió, su mirada era enloquecida, comenzaba a desesperarse —te voy a llevar en brazos, pero necesito que permanezca callada.
Ambos oímos el galope de mucho caballo no muy lejos de nosotros y ambos sabíamos que tenía que apurarse y que yo tenía que colaborar, por eso cuando me also en sus brazo me mordí los labios hasta sacarme sangre, las lágrimas corriendo a rienda suelta por mi rostro mientras sentía el peor de los dolores, no sabía dónde, simplemente dolía en todos lados.
Héctor comenzó a caminar dejando su caballo atrás y cada pasó era una tortura, intentaba poner toda mi atención en curarme a mi misma, pero mi propio dolor me distraía y me hacía ser lenta.
Mi acompañante se tropezó con una rama y el brusco movimiento, me hizo apartar los ojos de mis piernas, algo en el aire me dió una sensación conocida, como si ya hubiese estado aquí, la verdad era que nunca había estado en este bosque pero ahí estaba, a unos cuantos pasos la vi, parecía ser lo único vivo en este bosque, la pequeña flor morada se movió con el frío viento y yo miré a mi alrededor, reconociendo el lugar, como un lejano sueño...
— Están cerca— avisó Héctor, comenzando a correr o al menos intentarlo, no podía llegar muy lejos conmigo encima.
Los gritos de lo que supuse eran los hombres de Sahara se escuchaban muy cerca, aún teníamos la bendición de que no nos habían localizado todavía, pero sabía que eso no sería por mucho.
Vi mis piernas nuevamente, era lo único que me quedaba por curar. Una de ellas tenía un ángulo poco favorecedor y sabía que dolería, pero tenía que curarla para poder correr con Héctor.
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Editado: 31.12.2024