Luz de luna

Capítulo XIV

Nuevamente estaba atrapada en sus recuerdos, no me costó reconocer la sensación de estar prisionera en un cuerpo que no me pertenecía.

Pero ahí estaba Selenne, recorriendo una plaza como si hace poco no hubiera sido perseguida y casi asesinada, estaba muy confiada de que la capa que llevaba evitaría que alguien la reconociera.

La ciudad era hermosa, el verdor de las plantas y sus coloridas flores eran todo un espectáculo, estás tenían vida propia y se movían de un lado a otro entre los monumentos y calles, sabía dónde estábamos, era algo que solo un heredero de espiga podría lograr, aunque claramente está versión era del pasado.

Selenne pasaba entre los vendedores, recolectando fruta, comida y algunas especias, parecía estar preparándose para un viaje, aún podía sentir ese dolor en el pecho y supuse que no era muy difícil adivinar el destino.

Iría a recuperar a Cyro.

La mujer estaba concentrada en conseguir todo lo que necesitaba para meterlo en su bolsa, era una ágil ladrona, me sentía muy impresionada por la facilidad con la que Selenne se salía con la suya.

Pero ella no parecía contentarse con su logro, en su mente había un único pensamiento, largarse lo más rápido que pudiera.

Y de echo, así hubiera sido de no ser porque captó un pequeño reflejo conocido pasando por su lado. Selenne se dió la vuelta en busca de no sé qué, podía sentir su corazón latiendo desbocado y las manos sudarle mientras sostenía su bolsa.

Pero parecía no querer quedarse con la duda, Selenne se lanzó entre el gentío persiguendo esa sensación conocida.

No la noté apurada pero sí qué se movía segura entre los ciudadanos de la corte Espiga hasta salir de la ciudad, nuevamente estaba en el bosque, Selenne comenzaba a arrepentirse de haberse dejado llevar por el impulso, lo que sea que creía que estaba buscando podía intuir por ella misma que era imposible, al menos así era hasta que se detuvo a descansar contra un árbol.

Primero le llegó esa característica corriente eléctrica al cuerpo, luego vino el beso en su hombro y Selenne no dudo en usar su control del aire para alejarlo de ella.

Pero ahí simplemente no había nadie.

—No quieras jugar conmigo— exigío la peli blanca gritando a la nada.

Comencé a temer por ella en principio, pero luego la risa de un hombre se hizo presente y tanto yo como Selenne pudimos relajarnos al reconocerla.

—Atlas— lo llamó ella y el hombre apareció frente ella, Selenne no pareció sorprenderse —¿Cómo es que pudiste entrar a este plano?

El hombre tardo en responderle, como si quisiera hacerle esperar a ella en un acto de venganza, por haberlo querido apartar. Atlas el artesano, parecía un hombre de unos treinta años de hombros anchos y gran estatura.

Selenne era menuda y bajita, tenía que alzar su rostro para poder verlo y sí que parecía detallarlo muy a fondo, a tal punto de que su corazón comenzaba a acelerarse.

—No pretendas no saber la respuesta Selenia— murmuró él, su tono de voz parecía una ronca melodía, sus ojos destellaron de deseo al verla —Tus hechizos actúan acordé a tu corazón, si estoy aquí es porque así lo quieres.

Los sentimientos de Selenne eran todo un revoltijo, pasaba de la molestia a la rabia y de ahí a la paz y comprensión en solo segundos pero no podía negar que verlo le hacía llenar ese hueco en su pecho que sabía era solo para él.

—No deberías estar aquí Atlas, las estrellas no pueden interceder— a pesar de que sus palabras eran una queja Selenne no pudo evitar que sus ojos se cerrarán y acercarse más a su toque cuando la mano de Atlas se alzó para rosarle la mejilla.

—¿Entonces que haces tú aquí?— cuestionó —No me importan las reglas cuando se trata de ti Selenia, fui destinado a ti, para seguirte, para servirte ¿Es que acaso no me amas?

—Esa palabra nos queda corta a nosotros— susurró ella abriendo los ojos, nuevamente se podía sentir esa estática entre ambos.

Selenia sintió cómo su corazón latía con fuerza mientras se enfrentaba a los profundos aquí y al ahora. Sabía que lo que sentían era diferente, algo que trascendía las conexiones que cualquier ser humano pudiera comprender.

—Nuestro amor es más grande que cualquier palabra que podamos pronunciar— continuó Selenia, con voz temblorosa por la emoción que la embargaba —Es un lazo que nos une más allá de los astros, más allá de cualquier regla impuesta por el universo. Somos el uno para el otro, Atlas, y nada puede separarnos, ni siquiera yo.

Atlas la miró con intensidad, con la certeza de que lo que sentían era verdadero y eterno. Se acercó aún más a ella, envolviéndola en sus brazos con una ternura abrumadora.

—Juntos desafiaremos al destino— declaró Atlas, la besó por primera vez con un cuerpo humano, explorando esa nueva forma de amarla y Selenne se dejó —No te pediré que regreses conmigo, te ayudaré a salvarlos Selenne, romperé mi promesa de no interferir, por tí.

Y tenía razón, él no era como los demás, era su compañero, había sido creado hacía eternidades de años para ella y no se había equivocado en aceptarlo.

—Tengo que recuperar al niño— aclaró Selenne cuando se apartó y Atlas asintió —No quiero que interfieras αγάπη, yo tampoco puedo hacerlo del todo, hay reglas que ni siquiera a mí se me permite romper.

Atlas la miró en silencio, dispuesto a aceptar lo que ella le pidiera.

—Solo... Acompáñame— pidió y él asintió para luego desaparecer.

Selenne sabía que no podía permanecer por siempre en su cuerpo humano como ella, pero podía sentirlo cerca, observándola.

Un susurro le llegó en el viento, una petición, una palabra de parte de su amado...

<<Thánatos>>




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