Siempre intentaba recordar como era mi vida antes de que todo se convirtiera en una pesadilla, viviendo en aquella solitaria cabaña junto a mi madre.
Ella solia recorrer las montañas en busca de nuevas plantas para sus pequeños hechizos mientras yo me quedaba en casa, no era un lugar muy colorido entre la espesa niebla donde los días solían transcurrir con lentitud.
Era una vida tranquila, sin sobresaltos, nada de carreras para sobrevivir, nada de apariciones divinas.
Pero aquí estaba, descubriendo un nuevo poder mientras intentaba no congelar a Héctor con él.
El hombre estornudó nuevamente, su nariz ya estaba roja por el frío y su cabello dorado parecía estar tieso. Héctor negaba con su cabeza mirando lo que había hecho en mis manos.
Nos quedamos impresionados cuando la enorme raíz salió del suelo, si, pero nada se comparó cuando hice que la mitad de la cueva se congelara. Luego de explicarle resumidamente a Héctor lo que sucedía con mis sueños y conmigo, habíamos considerado qué estos nuevos poderes nos podían ser útiles, claro, una vez comenzara a controlarlos.
Habían pasado dos días desde entonces y aún no íbamos por ningún buen camino, podía aparecer y desaparecer el hielo, algo que había identificado como el poder de Carlis, pero a diferencia de ella, no podía darle forma tal y como quería Héctor que hiciera.
Estaba cansada e irritada y Héctor no paraba de repetir todo lo que estaba haciendo mal.
—No me digas qué hacer como si en realidad tuvieras experiencia— bufé —No eres más que un simple humano.
Miraba el hielo deforme en mi mano con gran frustración, como si descubrir un nuevo poder y manejarlo a la perfección de la noche a la mañana era pan comido para todos menos para mí.
—Al parecer Carlis puede congelar un océano entero pero tú solo puedes hacer cubitos de hielo— comentó con tono pensativo, ignorandome, yo solté un gruñido — ¿Que? Es la verdad.
—La reina Carlis ha tenido veinticuatro años para perfeccionar esto, yo apenas acabo de descubrirlo, ni siquiera sé cómo funciona del todo— me queje dejando caer el hielo de mi mano.
Héctor se acercó con duda pero lo hizo al fin tomando mis hombros para llamar mi atención.
—Puede que no sea más que un humano, pero he pasado la mitad de mi vida siendo torturado por Aryon, Leonor y Sahara— confiesa recordando lo que le dije, haciéndome sentir mal en el proceso —Se como manejaban sus poderes, lo que hacían para lograr dominarlos.
Sus palabras me hacen abrir más los ojos debido a la sorpresa, podría esperar cualquier cosa de Aryon, incluso de Sahara pero, la situación es diferente con Leonor, ella es su familia y el hecho de imaginarme a la reina de Regulus usando su poder de combustión contra Héctor...
—No hagas conclusiones— me ordena —Era parte de su entrenamiento y del mío.
—¿Y cuál era el objetivo?— cuestioné mirándolo a los ojos, esos ojos azules brillaban furiosos, centelleando con una intensidad helada —¿Convertirte en su conejillo de indias?
De verdad eran como dos lagos congelados, fríos y violentos, mirando con una mezcla de desprecio y rabia. Las pupilas dilatadas mostraban un fuego interior que amenazaba con consumirlo todo a su paso. Era como si el propio mar enfurecido se hubiera reflejado en sus ojos, listo para desatar una tormenta de ira incontenible.
—No tengo por qué contarte mis asuntos— decidió decir, alejándose de mí. Comprendí que lo había presionado demasiado y por alguna razón me sentí decepcionada de que no discutiera conmigo aunque sabía que quería hacerlo —Pero tienes razón, no soy quien para ayudarte.
—¿Que quieres decir?— indague mientras me ajustaba el abrigo.
—Creo que es hora de que salgamos de aquí, de pedir ayuda— reveló y aquello se sintió como una cachetada.
—No— me di la vuelta para llegar al pozo, Héctor me siguió de cerca tratando de detenerme.
—Es lo que hay que hacer, Tauris, no podemos quedarnos a vivir eternamente en esta cueva.
—¿Y a quién le vamos a pedir ayuda?— le confronté —¿A tu prima? ¿La misma que te torturó y que permitió que Domenicous hiciera lo que quiso conmigo?
—Gracias a ella estás aquí— evidenceó —Fue ella quien me dió la orden de sacarte de la fortaleza.
Callé por un momento, procesando lo dicho, aquello se había sentido peor que una cachetada, tenía que reconocerlo. Había creído que Héctor se había compadecido lo suficiente de él y de mí cómo para impedir la boda y huir, qué sentía tanta lástima de mí que por eso no me habia dejado morir en el bosque sola y que en algún momento podría convencerlo de ir a buscar a mi madre.
Pero claro, nada podía ser nunca como yo creía. Al parecer volvía a ser el premio, el objeto de cambio.
—Sobre mi cadáver voy a poner un pie nuevamente en Regulus— mis palabras eran tajantes, sin derecho a réplica.
Estaba cansada, en serio, huir y esconderse no era práctico pero era mucho mejor que volver a ser prisionera y solo muerta Héctor lograría llevarme con Leonor, él sabía eso bien.
El hombre dudó al mirar la decisión en mis ojos.
—¿Que plan tienes entonces?— cuestionó —No quieres ir con mi reina, dame soluciones entonces.
—Ir por mi madre— respondí y el hombre me miró como si estuviera loca.
—Ese es un plan suicida Tauris, a penas pongas un pie en Kaus, Sahara lo sabrá y ella no va a ser clemente ni con tu madre ni contigo.
—No te estoy pidiendo que vengas conmigo, ya he tomado una decisión — me crucé de brazos mientras él me miró con el rostro rojo de frustración —Mi madre sabrá cómo hacernos desaparecer, lo hizo por dieciocho años.
—No entiendes la profundidad de todo esto ¿Cierto? — Héctor negó con su cabeza —Eso fue cuando nadie conocía tu rostro, a estás alturas ya se habrá corrido la voz de lo que puedes hacer con tu poder de sanación, Tauris, todas las cortes querrán ponerte las manos encima para poder gobernar sobre las demás, yo puedo protegerte, lo he estado haciendo todo este tiempo.
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Editado: 31.12.2024