Luz de luna

Capítulo XVI

El no conocía cosas buenas, solo tenía el conocimiento de atormentar, dañar y matar. Esos eran normalmente sus pensamientos más oscuros, así habían sido por mucho tiempo a tal punto de comportarse como una bestia.

Aryon había aprendido a controlar esa parte de él, a enterrarlo en lo más profundo de su subconsciente, pero había ocasiones en las que su naturaleza impulsiva podía más que su razonamiento.

Una semana entera había pasado desde que la portadora de desgracias había escapado junto a Héctor, la última vez que habían sido vistos había sido en el bosque de las hadas, tanto sus hombres como los de Sahara habían recorrido la corte Espiga y no habían encontrado un solo rastro de la pareja.

Aryon intuía quién era la culpable de aquello y una semana escondida en su reino solo podía señalar su culpabilidad.

Las puertas se abrieron, dándole paso al pequeño hombre que ahora parecía aún más viejo de lo que era, Arthuro limpió el sudor de su frente con un pañuelo antes de dirigirse al rey.

—La reina Leonor ha llegado.

—Hazla pasar.

—Su majestad... — comenzó el consejero, tragando grueso al ver la expresión siniestra del rey.

Arthuro vió el amuleto colgando en su cuello y por un momento pudo jurar que era la viva imagen de su padre.

—Creo que debería considerar lo que está a punto de hacer.

—Hazla pasar— repitió con voz firme y oscura —Y déjanos solos, Arthuro.

El hombrecillo asintió, poco convencido, antes de hacer una reverencia y dejar solo al rey, no tardó mucho en llegar la reina escoltada de guardias.

Leonor era culpable, en su mente no tenía por qué negarlo. Había reconocido el error que cometió al apoyar a quién antes fué su amigo, ya no quedaba rastro de aquella amistad pero, aún así, Leonor no podía evitar desear encontrar una salvación para alguien que ya estaba perdido.

Aryon quería destruir Astéria como se le conocía, había cometido el acto imperdonable de matar un heredero de las estrellas, había ocasionando una guerra y separado las cortes en lo poco que llevaba de hacerse con el trono, la única manera de detenerlo era quitandole su mayor ventaja.

Leonor no permitiría que arruinara a su corte, su tierra era lo único que importaba y por ella lucharia hasta la muerte.

Aryon vió el temple en los ojos de la reina y supo que no hacía falta preguntar. Había sido ella, ni siquiera se molestaría en negarlo, la mujer permaneció erguida y con la frente en alto mientras el rey se acercaba.

—¿Cuál es tu mayor miedo, Leonor? — los ojos de la reina eran fieros, no titubeó a la hora de sostenerle la mirada al rey, oro contra plata en una lucha por el poder. Leonor sabía que no había nada más por hacer, pero el poder de su constelación no le permitía doblegarse ante un hijo de nadie.

Ella era hija de las estrellas, el fuego corría por sus venas y por ningún motivo caería sin dar pelea. La reina sonrió mientras sus ojos se teñian de un color rojo muy oscuro.

—Ya sabes esa respuesta— replicó la reina y con un solo pensamiento hizo que el rey sucumbiera antes sus llamas.

Pero el fuego no logró alcanzarlo, se abrieron alrededor de Aryon, ansiosa por reclamar su piel para rostizarla pero Aryon no lo iba a permitir, habían hecho eso tantas veces, se conocían el uno al otro como la palma de su mano, sabían como funcionaba el otro.

—¿Crees que me enfrentaría a tí sin mis sombras?— preguntó, aunque aquello no era más que una burla para recordarle quién tenía la ventaja.

La reina sonrió con malicia y levantó una mano, convocando llamas para que rodearan a Aryon. Pero él no se inmutó, su propio poder emergió de su ser, envolviéndose en una fuerza que rivalizaba con la del fuego de la reina.

Ambos se enfrentaron, sus poderes chocando en una danza mortal de luz y sombras. Cada uno luchando por imponer su voluntad sobre el otro, por reclamar la victoria en aquel duelo.

El rey no salía de su zona segura, dejando que Leonor gastará todas sus fuerzas por intentar atacarlo, Leonor había perfeccionado su arte a la hora de cubrirse con su propio fuego tenía qué reconocerlo, pero aquello no bastaria, atravesó las llamas de la reina y su poder las cubrió como una manta sofocandolas hasta extinguirlas por completo y dejar a la reina indefensa. Con un gesto rápido, la había derrotado para someterla con su don, poniendo fin al asunto.

Aryon se alzó triunfante, con el fuego extinguido y las sombras disipadas. Era él quién dominaba ahora la situación. Y la reina, humillada pero aún orgullosa, recordó que no estaba haciendo aquello en vano.

El rey la hizo arrodillarse, sabía que Leonor no se rebajaría a pedir clemencia y la verdad era que Aryon no lo necesitaba, disfrutaría de hacerle pagar su traición.

—Puedes torturarme con tus horrores, puedo aguantarlo, lo sabes— gruñó la reina, tratando de zafarse de aquellas sombras que no veía.

—No hay nada de divertido en ello, Leo— Leonor sintió un pequeño dolor en el pecho al escuchar aquel diminutivo de su nombre, Aryon tenía una sonrisa tal y como ella recordaba en su juventud pero este hombre no era el mismo chico que había sido su amigo, tuvo que recordárselo al ver aquellos ojos maníacos que se burlaban de ella —Quiero comprobar lo que sucede cuando tus mayores miedos se hacen realidad.

Leonor no entendía lo que le decía ese rey cruel, la reina lo observó, verdaderamente al fin, no llevaba sus guantes de cuero. La oscuridad ya había ennegrecido la piel hasta las uñas. La primera y última vez que Aryon se las había mostrado no eran más que una mancha en las ñemas de sus dedos y ahora le llegaban al antebrazo perdiendose dentro de su camisa.

—Ya has empezado a sucumbir ante la oscuridad y has elegido terminar como tu padre.

—Eldric murió siendo un mediocre que no pudo encontrar a una pequeña niña, ni cura a su mal— le recordó Aryon y se señaló así mismo —Yo ya he conseguido todo lo que he querido y voy por más.




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