NARRA SIENNA
Bajo mis pies las delgadas ramas tiradas en el suelo se quebraban. Mis sandalias estaban completamente embarradas, mis piernas adoloridas de tanto correr, y la adrenalina del momento ya estaba a punto de desaparecer.
La luna era la única, que en un intento fallido intentaba alumbrar mi camino, no sabía cuánto tiempo había pasado, no sabía en qué dirección corría, pero ya comenzaba a cansarme, sentía el gélido viento chocar contra mis brazos. Y fue entonces cuando decidí mirara atrás. Nada, absolutamente nada.
Aminoré la velocidad y me detuve. Mi corazón latía muy fuerte y me costaba respirar. Intente agudizar un poco mi oído, tratando de saber si Ronnan me seguía, pero solo escuche los grillos y algunos búhos.
Mi respiración se tranquilizó, mis manos se dirigieron a la parte superior de mis brazos, tratando de darme algo de calor. Me acomodé entre las raíces de un gran árbol y comencé a quitarme los trocitos de vidrio que seguían clavados en mi pierna. No eran muchos, pero me daban mucha impresión, principalmente cuando comenzó a brotar algunas pequeñas gotas de sangre.
Mire para todos lados intentado reconocer algún lugar, pero sin importar la dirección en la que mis ojos se posaran todo se veía igual; oscuro, frio y tenebroso. Muy pocas veces había entrado en el bosque, pero jamás había llegado tan lejos.
Miré a mi derecha, comencé a caminar en esa dirección. No quería, pero tenía que volver. Mis cosas aún estaban en la casa, no había cenado y dudo que mi tío me lo permitiese después de lo que había hecho. Pero aun así debía volver. ¿A dónde iría si no era allí?
Muchas veces pensé en ir a la policía, y que me quitasen de ese lugar, pero de solo pensar que pondrían termina en un hogar adoptivo donde no conocía a nadie o que me trasladaran a una ciudad desconocida para mí, siempre terminaba prefiriendo esperar a la llegada de mi mayoría de edad y largarme por mi cuenta de ese lugar.
No sé cuánto tiempo había pasado, pero, ya empezaba a dudar sobre la dirección que había escogido. Sin importar a donde mirase, todo era igual y eso solo me confundía más.
Mis piernas parecían de gelatina por todo lo que había caminado y corrido, mi mandíbula había empezado a temblar hacía ya un buen rato por el frio que se colaba por mi piel. El viento soplaba cada vez más fuerte y no hacía mucho comenzó a llover precipitadamente, por lo que tuve que esperar bajo un árbol a que la lluvia disminuyera un poco.
La tierra húmeda manchaba aún más mis sandalias, las únicas que tenía.
A medida que continuaba, el frio se intensificaba, las piernas me dolían más y mi cuerpo entero se encontraba temblando. Hice un esfuerzo por subirme a una pequeña colina de rocas que no mediría más de medio metro de alto. Pero que aun así la dificultad se encontraba incrementada porque el agua las había vuelto más resbaladizas que de costumbre.
A paso lento pero seguro subí por la roca cubierta musgo y al intentar bajarlas mi pie se dobló, de repente caí sentada, mi cadera se golpeó contra una de las rocas más altas y mis brazos se llenaron de raspones al intentar sostenerme de algún lado. Mi cabeza se golpeó fuertemente en la caída y termine deslizándome como si de un tobogán se tratase.
Una vez en el suelo. Mi vestido que una vez fue de un color azul claro, se tiño de manchones verdosos y marrones. Mi cabeza daba vueltas, y sentí unas inmensas ganas de vomitar. Todo me daba vueltas, intente levantarme, pero mis brazos flaquearon. Tire la cabeza para atrás y la deje descansar sobre una de las rocas.
Estaba exhausta, solo pensaba en descansar. Y teniendo en cuenta que no sabía ni siquiera a donde estaba yendo, la idea de tomarme unos minutos para reponer fuerzas sonaba tentadora.
Cerré mis ojos tratando de relajarme, pero el punzante dolor en la parte trasera de mi cabeza, no me lo hacía fácil. Y de un momento a otro todo se volvió negro, el dolor de mi cadera y cabeza, el ardor de mis heridas en los brazos y piernas comenzaba a disiparse, permitiéndome relajarme muy lentamente.
Abrí los ojos, y ya no sentía tanto frio como hacía unos segundos miré para ambos lados, a mi derecha una pequeña mesita sostenía una lámpara de noche y tenía algunos objetos dispersos. El lugar tenía muy poca luz, me levanté rápidamente y volví a caer cuando sentí un tirón en la parte baja de mi espalda. Una suave frazada me cubría el cuerpo hasta la cintura, visualice una puerta entreabierta y algunos muebles mas, un armario, escritorio, espejo etc...
Me hallaba en una habitacion, volví a intentar levantarme, pero esta vez más lentamente. Me quede sentada en el borde de la cama, mi cabello caía como una cortina a ambos lados de mi rostro.
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Editado: 04.03.2019