Luz de Luna (saga lunas) 1er libro

DIEZ

NARRA SIENNA

No podía creer lo que había pasado.

Cuando salí de la casa de Aria, después de dejarle una carta, agradeciéndole por todo lo que habia hecho. Y explicándole porque debía irme sin ella. Todo parecía relativamente calmado. Como si para el mundo hoy fuese solo un dia mas y es que realmente asi era. Pero para mí hoy significa libertad. Y ya la podía sentir por todo mi cuerpo. Respiraba tranquilamente, como si tuviese todo el tiempo del mundo. Mi mente por fin estaba en paz. Sabía que esa última visita a la casa de mi tío seria eso; "la última".

Y la paz que me traían esas palabras era tan impresionante que ni siquiera me permitía preocuparme por el lugar donde dormiría esta noche, que cenaría o donde podría conseguir trabajo.

Habia estado caminando posiblemente unas tres horas hasta que llegue al pueblo. Traía el mismo vestido azul claro que llevaba la noche que hui. Aria habia sido muy amable al lavarlo y devolvérmelo la noche anterior, junto con mis sandalias que, aunque estaban ya muy gastadas les tenía un gran cariño porque me las habia comprado yo misma con el dinero que junte vendiendo en el colegio los trabajos escritos, ya terminados.

En el pueblo. Hice el mismo recorrido que siempre hacia desde el colegio hasta mi casa. Y cuando llegue, mi corazón vio un pequeño vuelco. Pero trate de no prestarle atención. Fui hasta la puerta de atrás, que siempre estaba abierta. No sin antes revisar que nadie estuviese adentro y cuando confirme que se encontraba vacía, entre.

La casa era un desastre, los platos no se lavaban hace días, habia ropa, basura, envoltorios de hamburguesas y muchas latas de cerveza tirados por todos lados.

Me alegraba saber que no tendría que limpiar nada de todo eso nunca más.

Fui hasta mi habitacion, el único lugar donde todo estaba ordenado. Busque el bolso con la ropa, debajo de la cama, revise que todo estuviera ahí.

La ropa, el pañuelo que a mi abuela le encantaba usar, la cajita con fotos de ella y yo. Mis aritos de cuando era bebe, la caja con sus cartas. Todo estaba ahí y me alegraba saber que me iría con todos estos recuerdos acompañándome en cada pasa que dará.

Puse el bolso en mi hombro y entre a la habitacion de mi primo. La cama se encontraba desarmada por completo. Comencé a respirar por la boca. Detestaba el aroma del tabaco y toda su habitacion estaba llena de ese olor. Estire la mano detrás del armario. Donde hace una semana lo vi esconder un reloj que parecía caro. Finalmente, después de tantear la zona en busca del dichoso objeto; lo encontré. Le eche una ojeada, sabía perfectamente a quien le pertenecía, y aunque podría empeñarlo o venderlo, habia decidió devolvérselo a su respectivo dueño.

Fui hasta mi habitacion. A guardar las pocas cosas que me quedaban, entre ellas algunos documentos míos y a cambiarme las incomodas sandalias por las zapatillas blancas y resquebrajadas con las que hacia deportes en el colegio.

Y al terminar de atarme los cordones escuche a la camioneta de mi tío estacionar en la parte trasera de la casa. Me escondí debajo de la cama con la esperanza de que no me encontrara. Mi corazón se aceleró de inmediato y al tener la puerta entreabierta logre escuchar algunas partes de su discusión. Al parecer ambos estaban adentro.

_Imbécil. ¡Como sigas portándote si, vas a lograr que nos despidan a ambos! –reconocí la voz de mi tío-

_Tampoco fue para tanto. –escuche la puerta de la heladera cerrarse con más fuerza de la necesaria-

_No hay una mierda para comer.

_Yo fui a comprar ayer. –respondió Ronnan-

_Si unas putas hamburguesas...

Seguí esperando, hasta que escuché la puerta cerrarse y la camioneta volver a encenderse para luego salir de la propiedad. Se habían dejado la televisión encendida, rodeé los ojos y salí debajo de la cama. Tomé con más fuerza el bolso y sostuve el reloj en mi mano derecha. Era muy brillante, seguramente debía de valer una fortuna.

Camine hasta la cocina haciendo una lista mental de las cosas que debía llevarme. El bolso, el reloj, la cad... Me detuve de repente. El cabello castaño claro de mi primo se asomaba por el sofá. Retrocedí intentando hacer el menor ruido posible, él estaba de espalda a mí y todavía me quedaba algo importante que llevarme. Mire a la distancia la cajita morada en uno de los estantes más altos de la cocina. No habia forma de que la tomara sin que Ronnan se dé cuenta.

No lo habia notado, pero mis manos empezaron a templar y cuando Ronnan se levantó del sofá, casi me desmayo del miedo.

Tomo el ultimo sorbo de su cerveza y se giró hacia la cocina. Lastimosamente la cocina estaba tan cerca del pasillo donde me encontraba, que fue inevitable darse cuenta de mi presencia.




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