CAPITULO 9

ANDRÉS

Comenzó a llover, el frente frío número quince al acecho. Es extraño que llueva en invierno, sin embargo estos últimos inviernos han sido caóticos. El frío no era tanto, la lluvia hizo el ambiento algo extraño.

-No te vas a ir en la moto con esa lluvia-agregó Luz.

-¿Quieres que me quede?

-¿Te quieres quedar?

-Preferiría estar en mi casa tomando chocolate caliente y viendo televisión.

-Entonces te pido un taxi.

Le sonreí, se estaba poniendo interesante la noche. Su invitación era lo que necesitaba para convencerla de que fuera mi novia. Aunque ella sabía que estaba bromeando.

-Luz, ¿me puedo quedar? –le supliqué… no sólo por estar con ella, en realidad el regreso a mi casa sería un martirio con aquella tormenta.

-No es correcto, pero dadas las circunstacias, claro que te puedes quedar.

De pronto se escuchó un ladrido. Luz reacciona de inmediato, y sale corriendo como loca.

 -¡Por Dios! Los Willys…

 -¿Tus perros?

Salí tras ella. Resbaló en las escaleras, la lluvia era intensa. La ayudé a levantarse, pero le importó nada el golpe y de nuevo corrió por sus perros.

-Hace frío.

-Estás desquiciada, sólo a ti se te ocurre salir así.

Encontramos a los dos perros, un Beagle y un Springer Spaniel, para mi mala suerte, que odio un poco a los animales, aunque me dedico a la producción de alimento para perros, las mascotas no son mi fuerte. Luz se acercó a soltar las cadenas, y salieron corriendo, claro no sin antes darme una buena olfateada.

Fui a mi moto por un pequeño maletín que siempre cargo, cuando salgo con el moto club, nada en especial, cosas de aseo general, al subir de nuevo al porche de la casa, Luz apapacha a sus Willis con una toalla y los acuesta en su caseta de madera.

 -¿Cargas con una maleta siempre?- me dice asombrada.

-La moto siempre debe estar lista para partir.

-¿A dónde?

-A donde sea Luz, hoy este fue mi destino, y aunque no fue pintoresco el paseo, si lo es la compañía. ¿Vamos dentro? Que estamos empapados y si no hacemos algo al respecto...

-Nos pescamos un resfriado-me interrumpe-... pareces mi madre. Me reprocha con la mirada y luego me regala una sonrisa.

-¿Por qué les llamas los Willis?

-El Beagle se llama Willbert y el springel Willfred, les llamo Bert y Fred. Juntos son mis Willis. Antes de ellos tuve otro perro, un cócker, y se llamaba William. Si tengo otro le llamaré Wilson. Son mis Willis.

Después de su explicación, absurda pero simpática, me lleva al pasillo y me dice:

-Aquí está el baño de visitas, puedes bañarte si quieres ¿necesitas ropa? Creo que tengo algo de ropa de Phillip, el esposo de mamá.

-¿Algo para dormir?-dije apenado.

-Seguro – me sonrió, me encanta su boca, su rostro es el más hermoso cuando  sonríe. Se marcha y vuelve con lo propio, una pijama, muy conservadora para mi gusto, pero no tenía otra opción.

Cuando salí de darme un baño, la encontré en la cocina preparando chocolate caliente. Se paseaba por la cocina, cantaba algo en voz baja y bailaba mientras meneaba con gracia su cuerpo al mover el molinillo en la leche.

-Hola muñeca

-Hola igualado ¿Por qué me llamas así?

-Me gustan tus pestañas de muñeca...

-Y tú en ese pijama de viejito.

-No te burles, por cierto, ¿tienes secadora para ropa?

-Claro, el horno de microondas.

La miré confundido, estaba a punto de preguntar si era broma cuando me dice:

-Estoy bromeando, sígueme.

Subimos por una escalera de servicio, llegamos al cuarto de lavado, sólo las mujeres pueden tener ese espacio lo suficientemente completo para que la ropa se lave, se seque, se planche, y además huela a limpio. Tenía una gran ventana que daba a una terraza donde salía a tender la ropa, pero lo mejor de todo, es la vista a la ciudad, aún con la lluvia alcanzaba a apreciarse muy bien.

-Tengo un lugar especial, aún no está listo, pero ahí suelo sentarme a meditar, bueno a relajarme. Hoy no aplica, te lo mostraré otro día - me dijo.