Pasan los días. Papá y mamá son amigos de nuevo, se la han pasado comprándome cosas para la casa, la vistieron de Navidad y hasta colgaron luces intermitentes en el techo. ¡Yo jamás hago eso!
Visitan a mi hermana y la consienten en lo que se puede. Las cosas de su proceso avanzan, pero lentamente. Es tan raro verlos juntos después de diez años, pero estas circunstancias unen a las familias.
Jaime nos avisa que mi hermana saldrá libre, cuando el médico que firmó los documentos de mi abuelo testifique. El problema es que el médico se ha largado de vacaciones, así que nos resignamos a que liberen a mi hermana después de Navidad.
Andrés y yo somos un par de tórtolos presumidos, lo he acompañado a todas sus reuniones y me han caído bien sus amistades.
Su madre vuelve de su viaje de Canadá unos días antes le la noche de Navidad. Andrés me la presenta y le da la noticia de que soy la hija de Pilar. A su madre le da un soponcio de alegría y nos reunimos a convivir.
A mi padre se le ocurre la grandiosa idea de cenar todos juntos en Noche Buena, en mi casa.
Todo es la locura, pues la lista de invitados de Navidad se incrementa cuando Frederick me confirma que pasará las vacaciones en México y que su novia viene a visitarlo, no pude dejar de invitarlos.
Clara se marcha a Monterrey con su familia, vuelve hasta reyes, pero en su lugar llegará Irene la esposa de mi padre con sus tres hijas adolescentes, que no son hijas de papá, pero son lindas, las queremos.
Brenda, la hermana de Andrés viene con su esposo Ian y su hija Dora, de cuatro años. Phillip sigue en Taxco, pero llama a mi madre cada cinco minutos, digamos que está un poco celoso de mi padre. Llegó el veintitrés de diciembre, sólo a despedirse, pues recibió la noticia de que su madre se había puesto enferma de gravedad, por lo que tuvo que volar a Seattle de urgencia. En circunstancias normales, mi madre hubiera viajado con él. Noté que a mi padre se le iluminaron los ojitos, luego llegó Irene y se le quitó.
El venticuatro por la mañana, nos marchamos temprano a ver a mi hermana, mis padres y yo. La encontramos bien, pero la espera se le hacía eterna. Jaime consiguió que la trasladaran a un reclusorio donde tenía oportunidad de realizar actividades, así que se mantenía ocupada, pero estaba sufriendo mucho. Trataba de no agobiar a mis padres con detalles, sin embargo yo la conocía bastante bien, se que mentía. En otra ocasión, la visitaré para que pueda desahogarse.
Quien la frecuenta todos los días es Jaime el abogado. Es un coqueto empedernido, en un principio pensé que mi amiga Clara le atraía, sin embargo me di cuenta que no, quien realmente lo tenía embobado era mi hermana Ángela. Todos se estaban volviendo locos.
Al salir del reclusorio, mis padres y yo, nos marchamos cada uno por rumbos distintos. Andrés pasó por mí para ir a comprar un obsequio para su madre.
-Ayúdame, ya me cansé de regalarle chalecitos y bufandas… no es mucho de joyas.
De ahí pasó a dejarme a casa, para terminar con los preparativos de la cena.
Mamá rentó mesas y una carpa para ponerla en la terraza junto al porche. Yo consideraba que era un lugar poco adecuado, pero no le importó mi opinión… normal. Rentó unas bonitas sillas y unos calentadores de gas. Manteles navideños, sacó una vajilla antigua de mi abuela, y a la vieja usanza puso unos horribles centros de mesa de Nochebuenas.
Papá anduvo muy misterioso, salía y entraba de la casa. Primero se marchó con mamá, volvió y se fue con Irene y las niñas, luego regresaron a las niñas. Se marcharon y volvió con Andrés. Se marcharon y volvió solo, luego se fue y volvió con Irene.
Frederick y su novia estaban encantados con la barulla:
-¡Navidad mexicana!- decía una y otra vez. Se marcharon al mercado y volvieron con piñatas, dulces, fruta…
- ¡¡¡Hagamos una posada!!! ¡También ponche!
Irene y mamá no conversaban casi nada, pero a la hora de preparar el ponche hicieron, junto con las niñas un gran equipo… ¿Así o más surrealista mi navidad? Por lo general sólo paso noche buena con papá o con mamá. Cenamos en algún restaurante, pero es la primera vez en diez años, que pasamos una navidad en familia del modo tradicional y casi siempre en algún restaurante.
-¡Villancicos!-Fred y su novia Ashley se pararon frente al porche y se pusieron a cantar desde Jingle bells hasta Noche de paz.
Por fin, cerca de las nueve de la noche, sonó el timbre, bajé a abrir el portón automático, pensando que Andrés y su familia estarían llegando. Cuál es mi sorpresa, cuando veo un automóvil Ibiza rojo nuevo con un moño gigante en el techo ¡que original! pensé con sarcasmo. Papá se acerca y me dice: