Luz De Mi Vida

CAPITULO 28

LUZ 

Unos años atrás

Angy mi hermana, se limitaba a ir a ver al abuelo de vez en cuando, se justificaba con su debilidad, y yo, siempre he sido más intensa, si me toca ayudar, doy todo, al grado de no dormir noches enteras para quedarme a lado de mi abuelo, aunque su consentida, siempre fue Angy.

“Tu abuelo te ama demasiado, mira lo que te ha heredado”, me dijo mi padre un día. “Sólo que lo demuestra de formas distintas”.

Pero cuando uno es joven, le cuesta comprender ciertas cosas. Mi padre siempre ha sido mi mejor amigo. Sus consejos en cuanto a la vida han sido los mejores, en cuanto a relaciones amorosas, creo que como yo, es un desastre.

Aquella tarde, fui a casa a ducharme y vestirme con algo más cómodo, que el uniforme que debía llevar al restaurante donde hacía mi servicio profesional. Como todos los martes y jueves, corrí a casa de mi abuelo para cuidarlo, cuando mamá me llamó para que la alcanzara en el  hospital, el abuelo estaba internado de gravedad otra vez. Mientras él agonizaba, yo me partía entre mis responsabilidades, la universidad y ayudar a mi madre.

Llegué al hospital en taxi, mientras pagaba el viaje, en el auto de adelante,  bajaban a una joven  inconsciente, la subieron a una camilla, y el chico se subió de nuevo al auto para estacionarse. Entré al hospital, preocupada por la chica, seguramente su novio o amigo estaría preocupado, al tener que dejarla  sola mientras se estacionaba.

Me acerqué a la recepción a preguntar por mi abuelo:

-Aún se encuentra en urgencias, pero ya lo estabilizaron, en unos minutos lo pasarán a terapia intensiva.

Me di la vuelta, caminé a la sala de urgencias y ahí estaba mamá, sola con su bolso en las piernas, sentada esperando pacientemente, las noticias de los médicos.

A los pocos minutos, salió el médico, para avisarnos que lo trasladaban al piso de terapia intensiva y podríamos pasar a verlo.

Esa situación, la había vivido un par de veces más. Lo estabilizaban, volvíamos a casa, y un par de semanas más tarde, otra vez.

-Es cuestión de tiempo…- cuchicheban un par de enfermeras.

Mamá me abrazó. Fui su acompañante en aquel doloroso proceso. Atender a mi abuelo, un hombre mayor, de gran estatura, muy delgado por la enfermedad, pero muy pesado. Mamá tenía una enfermera que le ayudaba, iba un rato por las mañanas , por las noches y por las tardes si era necesario, para ayudarle a realizar el trabajo más pesado. Bañarlo y vestirlo entre otras cosas.

Mientras mamá lloraba y se desahogaba conmigo, vi pasar al chico preguntando por la joven. No le vi el rostro, pero me tranquilizó saber que volvía. Alcancé a escuchar que aquella chica llegó con congestión alcohólica. A los pocos minutos, llegaron sus padres, el joven se despidió e ingresaron un par de pacientes más. Una mujer embarazada que cayó de las escaleras y un niño que se rompió la clavícula, saltando en la cama.

Unas horas más tarde, tras las tragedias que se veían en el hospital cada ciertos minutos, salí a tomar aire. El abuelo estaba decaído, y  tanta tragedia a mí alrededor no me hacía bien.

Llegó una señora, era la madre de la chica que llegó inconsciente y me pidió permiso para sentarse a mi lado.

-Te traigo un panecito- me dijo -. Desde hace rato te vi, no te hagas la fuerte, si tienes que llorar, hazlo. Te lo digo yo, que he pasado por muchos momentos de angustia y guardarte las cosas no ayuda.

No dije nada, le sonreí y tomé el panecillo.

-¿Por quién lloras?- Me dijo.

-Mi abuelo, el padre de mi madre.

-Es la ley de la vida. Deben morir, en ese orden. Primero lo viejos. Pero mi hija, hoy nos dio un susto terrible. Perdí a mi otra hija en un accidente automovilístico hace un par de años. Desde entonces, mi hija no es la misma, a pesar de que hemos ido todos juntos a terapia. Pero perder a un hijo, no se compara con perder a un padre. Es parte de la naturaleza, morir porque somos viejos. Sólo que perder a alguien, con una vida por delante es terrible. Aunque ella dice que está bien, hace tonterías como esta. Nunca la he visto llorar por su hermano. Se hace la fuerte.    

-Lo siento mucho-. Fue lo único que pude decir.

-Ella se recuperará, pero yo, cada día me es más difícil comprender estas cosas. Uno creé que la vida es injusta y de pronto, todo se arregla. Y cuando al fin entiendes la importancia de disfrutar la vida, es demasiado tarde. No te preocupes por tu abuelo. Preocúpate por ti, por tu madre, por los que nos quedamos aquí. Él ya vivió, déjenlo partir.

Entonces lloré, mientras trataba de comprender porque mi abuelo debía partir. 

 




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