Luz en Oscuridad

Capítulo 2: Primer día de clases

Según las informaciones de Alina, la escuela era como cualquier otra secundaria, excepto por una razón, y esa era el grupo de Jake Olsen, sobrino del dueño de la escuela. Según mi compañera de mesa los pertenecientes al grupo eran algunas animadoras, jugadores de futbol y el tal Jake, los cuales se creían el centro del mundo, como buenos adolescentes sin nada más en que pensar. El grupo de Jake no era asiduo a molestar a los demás, pero si llamabas su atención, no saldrías de su mira por ninguna razón, por lo que haría de tu vida un infierno. Este último detalle lo había repetido varias veces y casi podía prometer que la había visto tener un pequeño temblor en sus hombros.

El timbre realizó un sonido suave (muy distinto al estridente sonido que realizaba el de mi antigua escuela), dando por terminada la clase. La mañana se había pasado con rapidez dando paso al almuerzo, me dirigí hacia mi casillero para dejar mis libros y reunirme en la cafetería de la escuela con las gemelas, como había acordado con Alina en la primera clase. Los pasillos se hallaban repletos de estudiantes que obstruían el paso, pues muchos se concentraban en grandes grupos, de los cuales algunos hablaban con avidez y risas altas, mientras otros, tenían conversaciones más privadas.

Intenté avanzar por aquel pasillo repleto de personas que dificultaba mi labor. De repente sentí mi cuello desnudo y al tocarlo me percaté que se había caído el pañuelo que mamá me había obligado a llevarme puesto asegurándome que hacía demasiado frío para salir con el cuello descubierto. Bajé la mirada en busca del pañuelo, que imaginaba, se encontraría en el suelo. Finalmente lo encontré entre las manos de un chico y al levantar por completo la mirada, hallé a un joven bien parecido, el cual reconocí como el infame Jake, uno de los chicos que más aterrorizaba y llamaba la atención en la escuela.

—¿Es tuyo? —inquirió él acercándose a mí, a lo que contesté con un asentimiento.

Finalmente, me lo tendió al tiempo que me observaba con sus ojos grises fríos como el hielo, y luego de que yo tomara el pañuelo, lo vi marcharse, como una mancha negra, entre los alumnos.

Me percaté que algunos me observaban mientras susurraba algo inaudible, pero no presté atención a sus ojos curiosos y murmuraciones.

El comedor era bastante grande, tanto, que estaba segura de que me perdería en cualquier instante, por ello mis pasos eran dudosos. Cuando encontré a Alina y a Danla en la fila para la comida, me sentí aliviada de ver rostros familiares.

—Hola, bendiciones —saludé acercándome a las gemelas.

—Hola, Allison, qué bueno que nos encontraste, estaba preocupada por ti —dijo Alina con una sonrisa.

Ella era una chica amigable y parecía que ya había tomado la suficiente confianza, lo que me alegraba.

—¿Qué tal las clases? —interrogó Danla, que hasta ahora había estado discutiendo con una de las personas que servían el almuerzo.

—Han ido bastante bien, se ha ido el tiempo rápido —contesté encogiéndome de hombros.

—Pues para mí han pasado demasiado despacio, no veía la hora de descansar —respondió Danla con un resoplido.

Una vez terminaron de servirnos, las tres nos dirigimos hacia las mesas. Les propuse ir a una que estaba cerca del centro del salón, y aunque se resistieron al inicio, finalmente estuvieron de acuerdo. La comida estaba bastante buena, a diferencia de mi antigua escuela, donde cada comida era peor que la anterior.

Un rato más tarde entraron en el comedor el grupo de Jake, como todos lo llamaban, el cual estaba compuesto por cuatro chicos y tres chicas. Eran el centro de atención de todos, era por ello que se creían más importante que el resto, pero realmente no lo eran y yo combatiría contra ello, no me dejaría amedrentar por un par de adolescentes que se creían mejores que todos. Volví mi mirada hacia mi bandeja para seguir comiendo, no permitiría que ninguno de ellos me quitase el hambre.

—Hola, chinitas —saludó un chico con tono de burla al tiempo que se paraba frente a nuestra mesa.

Me permití observar por un instante al chico. Este tenía cabellos castaños, con ojos del mismo color y cejas gruesas, además de poseer un estatura baja, no era el típico chico que llamaba la atención a primera vista, pero, se podía decir que tenía su encanto, a excepción de su cínica sonrisa.

—Salgan de esta mesa —ordenó él con autoridad— ¿No han aprendido que su lugar está junto a la basura?

Alina estaba a punto de ponerse en pie, pero no se lo permití, pues la tomé de la mano e hice que se quedara sentada en la silla. Como si nada, seguí comiendo mi bandeja mientras las gemelas me miraban con nerviosismo. De repente la bandeja salió volando por los aires manchando parte de la mesa y el suelo, y la actitud de aquel chico me había cansado.

—¿Quién eres tú para decir dónde podemos estar? —pregunté poniéndome en pie, sentía que debía proteger a mis amigas.

—Soy Jasper, cerdita y lo que yo digo se hace —respondió con una sonrisa de medio lado, e intenté ignorar el apodo tan ofensivo con el que me había llamado.

Nos miramos a los ojos por unos minutos, él no apartaba esa sonrisa estúpida de su rostro, pero se equivocó al creer que me doblegaría ante él.

—Jasper, quiero que te quede claro que solo eres un payaso y un bravucón, que se cree mejor que los demás porque tiene dinero. No me moveré de esta mesa, pues solo a Dios obedezco —contesté con toda seguridad haciendo que se borrara la sonrisa de su rostro y que se extendiera un murmullo por todo el comedor.

No era una chica de buscar peleas, pero tampoco permitiría que me pisotearan como una alfombra.

—¡Muévete ahora! —gritó con enojo dando un golpe en la mesa.

—Si puedes, muéveme, pero tendrás que hacerlo a la fuerza —respondí segura que él no se atrevería a golpearme, o eso esperaba. Imaginaba que por más gallito que fuera, no sería capaz de golpear a una mujer.

Jasper se marchó hacia su mesa con tanto enojo que parecía que explotaría en cualquier instante, por mi lado, tomé asiento nuevamente y dejé escapar un suspiro de alivio, mis manos estaban algo temblorosas, era la primera vez que hacía algo así. Alina me dio las gracias por lo bajo, y Danla solo se mantuvo callada durante el resto del almuerzo.




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