Luz en Oscuridad

Capítulo 4: Anafilaxia

De repente otros chicos tomaron mis pies, alzándome mientras intentaba luchar contra ellos. No entendía qué sucedía, quienes eran, ni que querían de mí. Los atacantes comenzaron a caminar y yo solo sabía patalear en un intento desesperado de que mis agresores me soltaran, estaba muy asustada. 

Se detuvieron de sopetón y el que estaba a mi espalda susurró: 

—Un pajarito me contó que las abejas y tú no se llevan muy bien, así que decidí ayudarlas a que se arreglen —Esa voz maliciosa me era muy conocida, no cabía duda de que esta era otra de las pesadas bromas de aquel grupo de indeseables. 

Ante sus palabras me sentí alarmada e intenté retorcerme con mayor intensidad, intentando liberarme. 

De repente sentí un pinchazo agudo cerca del hombro y seguidamente me dejaron en el suelo y me di cuenta que estaba en medio del viejo terreno de baloncesto. Mi mirada se dirigió hacia mis atacantes mientras me levantaba del suelo, Jake junto a Jasper y Leonardo, se encontraban a unos metros de distancia, caminando en la dirección contraria en la que me hallaba. Corrí hacia ellos para darles una lección, pero me detuve a causa de una gran falta de aire que comencé a sentir. 

—Allison —exclamó Alina llegando hasta mí— ¿Qué te sucede? 

                      ******* 
Alina 
Era torpe a matar, como era posible que se me hubiera quedado el monedero, estaba segura de haberlo echado en mi mochila antes de la última clase. Antes de entrar en el edificio decidí revisar una vez más y luego de revisar y remover todo de un lado para otro, lo encontré en el fondo de la mochila, es que cuando yo me autoproclamaba torpe, lo era realmente. 

Volví al estacionamiento, pero en el instante en que llegué allí, presencié como Jasper, Jake, Leonardo y Alfred cargaban a Allison y se la llevaban mientras esta protestaba. Quise detenerlos, pero mis pies se quedaron anclados al suelo, no tenía la suficiente valentía para enfrentarme a ellos, mis manos temblaban de solo pensarlo. 

Los seguí sin que se dieran cuenta y una vez se marcharon, me acerqué a toda prisa a Allison, quien se encontraba en el suelo, parecía sentirse muy mal. 

—Sácame de aquí —pidió Allison con voz entrecortada, parecía ser que le faltaba el aire. 

Ayudé a Allison a ponerse en pie para salir del campo y la senté en la calle que rodeaba aquel lugar. Allison no paraba de intentar respirar con bastante dificultad, se notaba en su rostro lo difícil que estaba siendo para ella inhalar. 

—La… medicina… en… mi mochila —pidió Allison casi sin fuerzas. 

La mochila, dónde estaba la mochila. Miré a mi alrededor en su búsqueda hasta que la hallé en el lugar, donde antes había estado Allison. Corrí hacia la mochila, y registré todos los bolsillos hasta encontrar una caja con bulbos que según la etiqueta era epinefrina. Acto seguido enganché la mochila en mi espalda y volví con Allison, quien me indico casi sin fuerzas como suministrarle aquel medicamento con ayuda de un autoinyectador, que también había en la mochila, mis manos estaban sumamente temblorosas debido a los nervios, pero finalmente pude inyectar a mi amiga. Posteriormente, llamé a emergencias, era lo primero que debía haber hecho, no obstante, mi cerebro se había mantenido bloqueado hasta ese instante. La ambulancia llegó rápidamente, aunque para ese momento, Allison se había desmayado. 

Subí a la ambulancia con mi compañera, mientras sentía un gran temor por ella, no sabía lo que le sucedía y me sentía culpable por no haber enfrentado a los chicos cuando la habían capturado; una lágrima bajo por mi mejilla al tiempo que me culpaba por el estado de mi amiga, si no hubiese sido tan cobarde, ella no estaría de esa forma. 

Los paramédicos me hicieron algunas preguntas rápidas, a las cuales  contesté con la información que me era conocida, estos se miraron dando la misma conclusión, y me hicieron saber que Allison estaba sufriendo una anafilaxia, lo cual informaron de manera casi inmediata al hospital. La ambulancia era un total caos, en el exterior se escuchaba el sonido de la sirena, anunciando lo grave de la situación, y dentro los paramédicos no paraban de hablar entre ellos sobre lo baja que era la presión arterial de Allison, además de ello, su cuerpo se había enrojecido y su respiración era muy leve. 

Al llegar al hospital fue llevada inmediatamente a emergencia, y solo pude llegar hasta allí con ella. No logré tomar asiento, aunque una enfermera me lo sugirió, por el contrario, no podía parar de pasearme de un lado a otro con manos temblorosas mientras oraba, con lágrimas en los ojos, por la vida de mi amiga, para que todo saliera bien. 

Un rato después, mi celular emitió el sonido de su característico tono de llamada, y en pantalla apareció el número de la madre de Allison. ¿Qué le iba a decir? Que por ser una cobarde ahora mismo estábamos en la sala de emergencia de un hospital ¿Cómo se le decía eso a una madre? 

—Buenas tardes, Alina. Mi niña, te llamo porque Allison no me contesta, ¿está contigo? —dijo Elisabet con tono preocupado cuando finalmente contesté. 

Ahogué un sollozo, busqué fuerza en mi interior y al final contesté con voz ahogada: 

—Señora Elisabet, estamos en el hospital. 

—¿Qué? —inquirió la señora Smith con tono angustiado. 

—Los paramédicos dijeron que a Allison tuvo una anafilia o algo parecido, no sé bien lo que le sucedió, ahora está en emergencias —expliqué. 

—Por favor manda la dirección, voy para allá inmediatamente —pidió la madre de Allison en tono desesperado. 

Finalmente salió un médico después de un largo rato, este me explicó que Allison había tenido una reacción alérgica aguda debido a una picadura de una abeja y ya se encontraba estable y despierta,  aunque todavía corría riesgo de muerte. 

Me llevé una mano al corazón sintiendo como este se volvía más ligero y mi pecho y levantando los ojos al cielo, agradecí a Dios por salvar a Allison, en ese momento sentí el abrazo del Espíritu Santo, era así cada vez que me sentía afligida, triste o ansiosa, era un abrazo en medio de mi oscuridad. 

—¿Puedo pasar a verla? —inquirí después de aquel instante de agradecimiento. 

—Sí, señorita —respondió el doctor con un pequeño asentimiento—. La llevaré hasta la cama de la paciente. 

Seguidamente entramos en la sala de emergencias para dirigirnos hasta la cama de Allison, quien tenía los ojos cerrados y le habían colocado un suero. El doctor dejó frente a su cama  y me pidió que no la cansara mucho, ya que aún estaba débil.

****** 
Allison 
—Allison —llamó alguien con voz temblorosa. Abrí los ojos lentamente y sonreí al ver a Alina, mi salvadora— ¿Cómo estás? —añadió tomando mi mano con dulzura y calidez. 

—Mejor, aunque tengo un poco de irritación y aún no puedo respirar del todo bien —respondí en tono bajo. 

—Yo siento mucho no haber podido hacer más por ti, Allis —se disculpó Alina con sus ojos llenos de lágrimas y remordimiento—. Vi cuando esos chicos te tomaron, pero no tuve el valor de enfrentarlos. Perdóname por favor, fui una cobarde. 

—Alina, no hay nada que perdonar, tú salvaste mi vida a pesar de todo. Si no me hubieras suministrado la medicina, quizás habría muerto —repliqué apretando su mano, y ella no pudo evitar abrazarme mientras algunos sollozos se escapaban de sus labios uniéndose a expresiones que me reflejaban lo asustada que había estado. 

Alina se quedó a mi lado, cuidándome hasta que llegó mi madre, quien me llenó de mimos y besos, lucía muy asustada. 

—Bueno, yo ya me marcho, mañana vendré a verte —dijo Alina, pero mi madre no le permitió irse, asegurando que mi padre llegaría pronto y la podría llegar. 

Mi padre no tardó en llegar, tal como había dicho mamá. Después de asegurarse que estuviera bien, se marchó con mi amiga para llevarla a casa. 

—¿Cómo te sucedió esto, mi niña? —interrogó mamá cuando nos quedamos solas al tiempo que acariciaba mi cabello con dulzura, me gustaba mucho cuando ella me cuidaba de esa forma. 

—Los chicos que me pintaron la bicicleta, se quisieron vengar, porque salvé a una chica de sus maldades. Me llevaron a un terreno de baloncesto que ya nadie utiliza y creo que me picó una abeja o que ellos hicieron que me picara, no sé cómo lo lograron, pero es la única explicación —respondí con un poco más de fuerza en la voz, ya sentía que podía respirar mejor, aunque el enrojecimiento de mi cuerpo no había menguado aún. 

—Alli, callé hasta ahora, pero cuando salgas de este hospital, iremos a la dirección de esa escuela, me tendrán que dar una buena explicación de porqué suceden estas cosas, no lo dejaré pasar esta vez, casi mueres por culpa de esos chicos —respondió mi madre con tono decidido y ni siquiera intenté persuadirla, pues sabía que esta vez había ido mucho más allá de una broma pesada. 

Gracias a Dios me recuperé rápidamente y solo estuve una semana hospitalizada, porque habría sido terrible quedarme en ese hospital aburrido por más tiempo. Quienes hicieron mi tiempo allí más ameno fueron mis amigos, principalmente Danla, que me hizo reír mucho mientras hablaba de sus aparatos para los dientes,  los cuales detestaba con toda su alma, según palabras suyas. Eduardo y otros amigos de la Iglesia me visitaron y me sentí muy feliz de tener tantas personas que se preocuparan por mí. 

Dos días después de salir del hospital, me presenté junto a mis padres en la dirección de la escuela. Mi padre explicó de manera serena al director lo sucedido, y exigió ver a los estudiantes causantes de aquel incidente y a sus padres para tomar medidas contra lo sucedido. Después de un tiempo se presentaron en la dirección Jake, Jasper, Eduardo y Luke junto a sus padres, quienes fueron presentados por el director a mis padre. Junto a Jake se hallaba una mujer de estatura mediana, cabellos rubios y ojos azulados, que vestía con una ropa sencilla pero elegante con colores marrones, la cual fue presentada como la madre de él. 

Papá volvió relatar todo lo sucedido, mientras algunos de los padres observaban con altivez a mi padre y otros, ni tan siquiera les importaba lo que él decía, la única que parecía afectada era la madre de Jake enterraba la cabeza en el suelo cada vez más. Jake también lucía algo arrepentido, aunque Jasper, por otro lado, parecía no importarle lo sucedido, cada uno era casi el reflejo de la expresión de sus padres, y sentí pena de ellos, pues solo me demostraban que habían sido criados de la misma forma que trataban a las personas a su alrededor. 

—Lo siento, no pensé que una broma desatara todo esto —Habló finalmente Jake levantando un poco la mirada. 

—¡¿Una broma?! —exclamó mamá alterada al mismo tiempo que papá la contenía, nunca antes la había visto así— ¡Mi hija casi muere por sus actos y tú te hubieses convertido en asesino! —agregó. 

La última palabra hizo que la mirada de Jake cambiara, me parecía que lucía confundido y arrepentido, como si hubiera despertado de algún sueño. Me recordó todo lo sucedido conmigo y cada escena volvió a mi mente, yo también había hecho males y cometido innumerables errores, y  una vez que pude tomar conciencia de ello, había sentido un desgarramiento casi indescriptible como una opresión en mi pecho, pero luego solo había sentido una gran libertad, Dios me la había otorgado a través del arrepentimiento. 

Después de que mi madre recuperara la compostura, volvieron al debate para escoger el castigo que sería impuesto. El director aseguró que se suspendería a los implicados, durante toda una semana como castigo por las acciones. Lo que fue cuestionado por los padres de Jasper y Luke fundamentalmente, pero el director fue firme en su decisión, era la primera vez que actuaba responsablemente ante una travesura de Jake. 

Unos días después… 

Miré los vestidos esparcidos por toda mi cama mientras analizaba uno por uno, pero no me parecían lo suficientemente buenos para una primera cita, era todo un desastre. 

—¿Qué te parece el rojo? —inquirió Heydi por videollamada mientras le mostraba los vestidos colocados de manera muy improvisa sobre mi cama. 

—No, me lo he puesto demasiadas veces, tiene que ser algo nuevo —contesté negando con la cabeza. 

Heydi simplemente bufó, de seguro estaba cansada de realizar esta tarea, ella siempre había sido más sencilla al escoger su ropa, no era que escogiera sus cosas al azar, pero, sí era menos selectiva. Rebusqué nuevamente mi armario hasta que encontré el vestido ideal, era perfecto, rápidamente se lo mostré a mi amiga, quien le dio el visto bueno, aunque estaba segura que solo lo hacía para librarse de el trabajo de una vez por todas. 

Era un vestido nuevo de color rosa lavanda, con escote cuadrado, mangas abullonadas, una falda acampanada que llegaba más debajo de las rodillas y un cinturón de flores doradas, me encantaba, no sabía cómo no lo había visto antes. 

Me despedí de Heydi para entrar al baño a darme una ducha, la cual duró mucho más de lo que había planeado, pero cada vez que entraba al baño no quería salir. Cuando al fin salí del baño comencé a maquillarme, me apliqué sombra de color pastel en los ojos, me hice un fino delineador y pinté mis labios con un tono sandía; y seguidamente me puse el vestido,  con unos tacones color crema y dejé mis cabellos sueltos. Cuando me miré en el espejo me sentí complacida, siempre era muy perfeccionista con mi atuendo. 

—¡Allison, baja ya, Eduardo está aquí! —llamó papá desde la planta baja y me asombró que Eduardo estuviera tan temprano en la casa, habíamos acordado a las ocho. 

Al mirar el reloj pude ver que llevaba quince minutos de retraso, así que tomé mi bolso echando dentro el teléfono y marché escaleras abajo a toda prisa. 

En la sala fui recibida por Eduardo, que se deshizo en elogios al verme. 

—Gracias, lamento haberte hecho esperar, tú también te ves bien —respondí con una sonrisa. 

Mi acompañante llevaba unos pantalones negros, con un saco del mismo color colocado sobre un pullover blanco y un par de tenis en combinación con el pullover, lucía muy bien. 

—Que hermosa estas, Allison —dijo mi padre dándome un abrazo— ¿Organizaste tu cuarto? —susurró en mi oído. 

—No —contesté llena de señales de alarma, mi cuarto era un total desastre y si mi madre lo veía, la regañina no me la quitaba nadie. 

—No te preocupes, cubriré tus huellas —respondió papá. 

Agradecí a mi padre por la ayuda y me separé para observarlo con una sonrisa pilla, amaba esa complicidad que siempre habíamos tenido desde que era pequeña. 

—Bueno, ya nos marchamos —respondí con la intención de irme lo más rápido posible, antes de que mamá subiera a mi habitación. 

—Vayan con Dios, hija mía —dijo mamá llegando hasta nosotros para despedirnos y asentí. 

Acto seguido salimos de la casa y subimos al taxi, que nos esperaba afuera. Durante el trayecto, quise saber a donde nos dirigíamos, ya que él se había mantenido misterioso durante toda la semana. 

—Iremos a ver el ballet —reveló Eduardo finalmente. 

Me tapé la boca por la emoción y la alegría, era increíble que hubiera adivinado cuanto amaba el ballet. En un impulso lo abracé por la felicidad. Eduardo se puso algo rígido, pero no se resistió al abrazo. 

—¿Cómo lo supiste? —inquirí separándome de él con una sonrisa incontenible. 

—Puede que un pajarito me haya contado —confesó él guiñándole un ojo y supe que había sido mi madre su informante. 

—Gracias —respondí, estaba agradecida de que me llevase a ver el ballet sabiendo que era una de las cosas que más apreciaba. 

La función fue muy interesante, no despegué los ojos ni un momento de la interpretación de Giselle, la cual nunca antes había visto. Eduardo, por su parte, fue un buen compañero, habló muy pocas veces mientras disfrutaba del ballet y escuchó cada comentario que hice sobre la actuación. Al terminar la obra, fuimos a un café para tomar algo y charlar. 

—¿Qué tal es la carrera de medicina? —inquirí después de pedir dos cafés. 

—Es bastante complicada, son tantas partes del cuerpo, tantas enfermedades que pueden llevar distintas curas, es algo difícil de estudiar a veces, pero me apasiona —explicó Eduardo con más admiración hacia su carrera que cansancio—. Me encanta pensar que algún día podré salvar a personas que me necesitan. 

—Es maravilloso que pienses así —contesté fascinada con su breve explicación sobre su carrera—. Cuando era niña quería ser doctora, pero luego vi una serie que se llamaba “The Good Doctor”, y me di cuenta que la medicina era mucho más dura de lo que pensaba, así que desistí —añadí con una sonrisa divertida, no me veía como doctora, mi intelecto no me lo permitiría. 

—Nunca he visto esa serie —replicó él pensativo. 

—Pues deberías verla, está muy interesante y te muestra casos muy particulares —contesté. 

Eduardo, entonces, quiso saber de mi antigua escuela y como era de niña. De lo primero me negué a hablar mucho, y Eduardo no insistió en ello, lo que me alegró, pues no quería recordar esa etapa de mi vida, era un capítulo que deseaba borrar. 
 




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