Los teléfonos del aula dieron notificación de la nueva noticia expuesta en la comunidad de la preparatoria, Jake, Jasper, Eduardo y Luke estaban de vuelta en la escuela. Todos los presentes en el aula de química intercambiamos una mirada, pues sabíamos que nuestro calvario regresaría. La semana sin ellos había sido la más tranquila que había pasado desde mi llegada, y, a pesar de las bromas por parte del grupo de Jake, que aún se mantenía en la escuela, las mismas no tuvieron del todo la intensidad que lograban alcanzar cuando los otros no estaban presentes.
Para sorpresa de todos, Jake y su pandilla no molestaron a nadie durante el almuerzo, ni por el resto del día, era sorprendente su comportamiento, casi inaudito y fue de lo único que se habló durante todo el día.
Al llegar a casa, mamá me interrogó sobre el regreso del grupo a la escuela, y se sorprendió tanto como los demás alumnos de la escuela al contarle lo tranquilo que se habían comportado todo el día. Quizás sus padres les habían dado un calmante, y por eso estaba así, no había otra razón para su comportamiento tan pasivo, no iba con su personalidad.
—Por cierto, Allis, Eduardo envió una caja, está en tu habitación —informó mi madre con una sonrisa de satisfacción.
Corrí a mi cuarto con la curiosidad surgiendo por los poros de mi piel. Sobre mi cama había una gran caja rectangular de color rosa con un lazo sobre la misma. En su interior encontré diferentes dulces, había bombones, galletas, flan, pastel, tartaleta de fresa, cokcakes, y un ramo de rosas rojas. Junto a todo ello había una nota que decía:
“No sabía cuál era tú favorito, así que compré distintos, espero que te gusten. Eduardo”
No podía creer que se hubiera acordado de mi comentario acerca de lo loca que me volvía por los dulces, solo había sido una plática inocente. Acto seguido marqué su número y este después de varios timbres contestó.
—¡Gracias! —Fue lo primero que dije cuando sentí su respiración al otro lado del teléfono.
—De nada, Allis, quise comprarte esos dulces desde que me dijiste cuanto te gustaban —respondió Eduardo al otro lado.
—No debiste molestarte, sé que necesitas el dinero para la universidad —contesté preocupada de que todos los dulces le hubiesen costado demasiado.
—No te preocupes, tenía unos ahorros —replicó este.
Me encantaba su modo generoso de ser, de hecho, era lo que más me gustaba de él. Además de ser complaciente, ya era la segunda vez que me ofrecía una cosa que me gustaba sin recibir o pedir algo a cambio.
—Gracias, nuevamente —dije con una sonrisa— ¿Qué te parece si salimos este domingo después del culto?
—Lo siento, esta semana estaré ocupado, tengo exámenes —comentó con un poco de tristeza en su voz.
—Está bien, entonces nos veremos más adelante —contesté a modo de despedida antes de colgar.
Planeaba hacer algún regalo para Eduardo en agradecimiento por sus atenciones y este retraso me ayudaría a planear algo mejor de lo que habría esperado. Por mi experiencia podía decir que los planes que se realizaban en poco tiempo no salían muy bien la mayor parte del tiempo.
—Allis, ¿qué contenía la caja? —dijo mamá asomando su cabeza en mi habitación.
—Mamá, estoy segura de que ya lo sabes perfectamente —respondí.
Mi madre siempre tenía la manía de revisar todo paquete que llegara a casa, ya fuera de papá o mío, y aquello se había intensificado después de mí incidente de hacía dos años, aunque ya no registraba con la intención de encontrar algo malo, sino por pura curiosidad.
Mamá con una sonrisa me mostró su cuchara declarando que quería flan y no podía negarme, primero, porque era mi madre y no le negaría nada, y segundo, porque desde que tenía cuatro años, yo había aplicado una frase suya que ella misma me había dicho un día y la cual expresaba que lo suyo era mío también, así que ella también había decidido aplicarla, pero en sentido contrario, así como las propiedades de la matemática que tanto me volvían loca o la tercera ley de Newton. Después de tomar su parte del botín, lo cual no había sido mucho (ella nunca tomaba mucho), se marchó dejándome sola nuevamente.
A continuación, tomé una foto de los dulces y lo envié al chat grupal que había creado con mis amigas.
Allison: Miren lo que me envió Eduardo 😍🤤.
Heydi: 🥺🤤🥲.
Heydi: Yo quiero un novio así, dónde lo puedo encargar.
Allison: Aún no es mi novio.
Danla: Pero pronto lo será :3
Un buen punto el de Danla, todos esperaban ansiosos que nos hiciéramos novios, aunque solo habíamos salido una vez, sin contar los domingos.
Danla: Espero que traigas a la escuela y compartas con tu amiga y futura dama de honor.
Heydi: Me voy a mudar de escuela para poder comer dulces 🥺.
Alina: Chicas, excepto Heyni, tenemos pruebas próximamente.
Alina siempre tan prudente para recordarnos nuestras tareas y obligaciones.
Heydi: Me siento excluida 🥺.
Allison: Múdate. Adiós tengo que estudiar.
Finalmente me desconecté y con el mayor de los pesares me senté a estudiar, mi único consuelo era que tenía dulces para acompañar el café que me ayudaría a mantenerme despierta.
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No sabía cómo había sucedido, pero me encontraba en la pizarra junto a Jake Olsen, la diferencia entre ambos, él sí sabía como resolver su ejercicio, yo no. No entendía cómo era posible que él tuviera buenas notas en todas las asignaturas y que también tuviera tiempo de molestar a los demás en la escuela, era la primera vez que veía un espécimen así. Olsen finalmente terminó su ejercicio y se sentó en su puesto con una felicitación del maestro, al contrario de mí, que solo me llevé un “Siéntate, por favor” cuando un valiente se ofreció a resolver mi ejercicio.