Danla
No paraba de observar las horas en el reloj, que se encontraba en la pared del salón de física. Faltaban aún veinte minutos para que culminase el turno y tres horas más para que se terminarán las clases. No podía esperar más para llegar a casa y ver a Aaron Lee, a quien no veía desde hacía un año. Lo conocía desde pequeña y me había enamorado de él cuando teníamos diez años, era tan valiente, dulce, amable y sincero. No importaba cuantos años llevábamos separados, mis sentimientos hacia él no habían cambiado.
Cuando terminaron las clases me dirigí a toda prisa hacia la salida, pero antes de lograr salir, la entrenadora de natación me alcanzó para recordarme que teníamos clase en quince minutos. No sabía para qué me había inscrito en natación, al inicio había pensado que me gustaría porque era fanática al agua, pero había descubierto demasiado tarde que aquel deporte era bastante fuerte.
Con la cabeza baja me marché hacia mi casillero para buscar mi traje de baño.
—Dan, creí que ya estarías llegando a casa —comentó Alina al verme llegar a mi casillero.
—Tengo práctica de natación —refunfuñé haciendo que mi hermana soltara una pequeña sonrisilla, ella sabía perfectamente que deseaba llegar a casa más que cualquier otra cosa.
—Yo tengo clases de Química —comentó Alina cerrando su casillero—. Así que nos veremos a la salida.
—Allí estaré, si es que no aparece alguna otra clase desconocida —respondí y cerré el casillero con enojo.
Me dirigí hacia los baños para cambiarme y una vez tuve puesto mi traje salí hacia la piscina, donde se encontraba casi todos los estudiantes, quienes eran en su mayoría hombres, aunque había varias mujeres. Como llevaba dos años en este deporte, había aprendido cada tipo de nado, así que los entrenamientos se basaban en mejorar las posturas y los tiempos. Intenté concentrarme en nadar lo más rápido que pude, así la práctica terminaría antes, aunque no fue del todo así.
Al terminar el entrenamiento, me cambié rápida y torpemente para marcharme hacia el estacionamiento, donde encontré a Allison.
—Alina viene en un minuto, su clase retraso —informó ella cuando me vio llegar—. Sabes como le gusta extenderse a la señorita Fontan.
Sí que lo sabía, hoy había estado más de dos horas escuchándola, se notaba que a ella le gustaba mucho la química, pues siempre se desviaba del tema principal para hablar de alguna curiosidad. Unos instantes después apareció Alina, y Allison nos propuso ir por unos helados, a lo que iba a negarme, pero mi hermana fue más rápida.
—Será la próxima, Allison, si hacemos esperar más a Danla, creo que le dará un ataque —respondió Alina con una sonrisa cómplice, qué bien me conocía mi hermana mayor.
—Cierto, hoy llegaba tú amigo. Entonces nos veremos mañana —contestó Alli. Ella sabía perfectamente cuanto me entusiasmada el día de hoy, pues no había parado de hablar de Aaron durante toda la semana.
Finalmente subimos a nuestras bicicletas para irnos a casa y mi corazón latió más rápidamente al ver el auto de nuestra madrina estacionado frente a nuestro hogar. Dejé la bicicleta con rapidez en el garaje para entrar en mi hogar a toda prisa. Lo encontré en la sala mientras observaba su móvil, era más atractivo de lo que recordaba. Sus cabellos oscuros caían en su rostro con un peinado en forma de media calabacita, sus ojos asiáticos miraban su teléfono con atención y de repente se alzaron para observarme, y me mostró su sonrisa que lo hacía parecer un niño, siempre había adorado la iluminación de sus ojos cada vez que la comisura de sus labios se elevaba.
—Danla —dijo poniéndose en pie y sonreí.
Él siempre había sabido diferenciarnos a Alina y a mí, desde pequeños. Incluso cuando intentábamos engañarle, Aaron terminaba descubriendo quién era en realidad.
—Aaron —susurré caminando hacia él con apuro mientras los latidos de mi corazón me traicionaban a cada instante.
Quedé a unos centímetros de él, su figura era mucho más alta que la mía. No sabía que hacer, si dejar un beso en su mejilla o si debía abrazarlo hasta el cansancio; lo que más deseaba era la segunda opción, pero me volvía tímida cuando estaba frente a él.
Aaron extendió sus brazos hacia mí para atraerme hacia él, y mi cabeza quedó en su cálido pecho. Pasé mis manos hasta su espalda para aferrarme a su figura, aspiré el olor de su perfume y me sentí muy bien, como si hubiera encontrado un lugar seguro. Era una sensación muy diferente a cuando abrazaba a mi familia, no sabría como describirlo, pero era un sentimiento de pura felicidad el que invadía mi corazón.
El abrazo se interrumpió cuando apareció Alina, quien le dio un sencillo beso con un muy corto abrazo antes de separarse de él.
—Aaron, has crecido mucho —comentó mi hermana cuando se separaron.
—Ustedes no han cambiado nada —respondió él mientras agitaba nuestros cabellos como siempre solía hacer. Alina se quejó por la acción, en cambio, yo no, había extrañado cada uno de sus gestos.
Nuestra madre apareció en la sala y al vernos, nos pidió que fuéramos a cambiarnos para ayudarla con la cena. Mamá estaba histérica, porque papá cumplía años y tenía preparada una cena sorpresa, lo que significaba que sus nervios estaban a flor de piel por todo lo que debía preparar. Ella siempre había sido así, en nuestros dieciséis años había gritado por absolutamente todo, había estado horrible.
Me dirigí a mi habitación para cambiarme de ropa y al entrar en mi cuarto intenté calmar mi corazón que no había dejado de latir con premura desde que había visto a Aaron. Me senté frente a mi mesita de maquillaje y tomando la base, comencé a maquillarme. Vestí un atuendo que ya había separado para esta ocasión, el cual estaba compuesto por una camisa blanca con mangas camisetas, y sobre esta un vestido de cuadros marrones y blancos.
Cuando bajé al Salón mi madre ya tenía colocados varios de los platos en la mesa, Aaron y mi madrina le ayudaban.