Alina
El elevador se abrió en el último piso y salí del mismo mientras las lágrimas corrían por mis mejillas, mi uniforme completamente sucio me recordaba la razón por la que estaba allí. Tomé la escalera que se dirigía hacía la azotea. El aire fresco golpeó mi rostro al llegar allí, estaba a una altura considerable, más de la que habría imaginado. Me acerqué con pasos dudosos al borde del edificio, por momentos dudaba en hacerlo, pero recordaba por la humillación que había pasado y me daba cuenta que no había mejor solución para mí que aquella.
«No eres nadie, nadie te quiere, eres inservible», me repetía nuevamente esa voz que me hacía permanecer entre una cuerda floja manipulada por la ansiedad y la depresión que tan bien sabía esconder tras una sonrisa.
Con esas palabras en mi mente subí el muro que protegía a todo aquel que decidiera estar allí. Lo mejor era que muriera, no tenía sentido seguir viviendo, nadie me extrañaría. Cerré los ojos tomando la valentía para saltar, pero, de repente una voz vino a mi mente, sin embargo, esta era muy diferente a la anterior.
«Tú eres muy importante, hay personas que te quieren, tú no morirás hoy»
Abrí los ojos con esas palabras y me alejé de la esquina del muro, no moriría, era la mayor certeza que tenía en ese momento de mi vida.
—¡Hermana! —gritaron en mi espalda y al darme la vuelta me encontré a Eduardo y a Danla, quienes me observaban con rostros llenos de preocupación.
—Danla, ayúdame a bajar —le pedí a mi hermana, pues no sabía cómo bajar de aquel muro.
Eduardo se acercó a toda prisa hasta mí para cargarme y bajarme de aquel muro al que no debía haber subido. Una vez tuve los pies sobre el suelo, Eduardo me estrechó contra él en un fuerte abrazo al que se unió mi hermana.
—Por favor, no vuelvas a intentarlo —me suplicó Danla con los ojos llenos de lágrimas.
—Tranquila, hermana, Dios me hizo comprender que soy valiosa y eso me basta para no intentarlo de nuevo —respondí acariciando la mejilla de mi hermana.
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Allison
Caminaba por uno de los múltiples pasillos de la escuela mientras procesaba lo que Alina me había contado en el salón de matemáticas, nunca habría imaginado que bajo las sonrisas tímidas de ella se escondía una chica que había intentado suicidarse debido al asedio constante de Jake y sus amigos. Cada persona tenía su propio sufrimiento y cargas, nadie estaba libre de ello, aunque así lo hubiera pensado, me había equivocado con Alina, había pensado que era solo un prejuicio por su parte, pero a ella le habían hecho tanto daño como a mí.
Salí de mis pensamientos al darme cuenta que estaba en un pasillo poco conocido, el cual estaba más oscuro que de costumbre. Caminé unos pasos en aquel lugar desconocido hasta que hallé una puerta semiabierta y llevada por la curiosidad asomé mi cabeza. La habitación estaba bastante iluminada a diferencia del pasillo en el que se encontraba. En un rincón de la estancia encontré a Jake, que con la mayor delicadeza terminaba lo que parecía un jarrón, a su lado se encontraba un hombre de unos cincuenta años, el cual lucía un traje negro. Decidí que lo mejor sería marcharme, pues estaba invadiendo un momento privado, pero me detuve cuando escuché una voz dentro de la habitación.
—¿Qué te hizo volver a la cerámica?
Esa pregunta provenía de una voz fuerte, así que imaginaba que había sido hecha por el hombre que se hallaba en la habitación con Jake. Hubo un silencio luego de la interrogante hasta que se escuchó la voz de Jake en respuesta.
—Alguien me recordó que nunca es tarde para aprender —Su tono de voz era diferente al de siempre, poseía un matiz más alegre que de costumbre—. Quiero retomar este sueño, donde el abuelo me obligó a dejarlo.
Su abuelo, también lo había mencionado el día anterior, él no lo había dejado ir a la pista de patinaje y estaba segura que era causante de algunas otras cosas en la vida de Jake. En ese instante decidí marcharme de manera definitiva, pues se hallaban hablando de temas íntimos que no me correspondían.
Durante el repaso de matemáticas en la tarde, mi mente voló lejos mientras hacía los ejercicios. Me sentía acorralada entre lo que sentía correcto y lo que había pasado con Alina; su historia me había hecho ver de manera diferente a Jake, pero a la vez sentía que él había cambiado tanto desde que lo conocía que no podía mirarlo con ojos de odio.
—¿Por qué estás tan distraída? —inquirió Jake a mi lado—. Sé que te cuesta hacer los ejercicios, pero llevas diez minutos sin mover ni el lápiz y eso es preocupante —añadió.
—Solo me quedé pensando en los exámenes que se avecinan —respondí encogiéndome de hombros, no podía hablar sobre el casi suicidio de mi amiga, pues se lo había prometido.
—Mejor has los ejercicios para que puedas salir bien —contestó este con cara de pocos amigos.
Me concentré en realizar los ejercicios, no obstante, eran bastante complicados, siempre lo eran. Además, Jake no paraba de preguntar si ya había terminado, lo que me ponía aún más nerviosa. Finalmente terminé un ejercicio y me sentí muy alegre y orgullosa cuando Jake dio su visto bueno al procedimiento.
—Ahora mismo me siento como Megamente cuando venció a Metroman, que no me lo creo —dije recordando ese fragmento de aquella icónica película.
—¿Quiénes? —inquirió Jake con el ceño fruncido.
—Megamente y Metroman, ¿no has vista esa peli? —pregunté sin poder creer que no conociera de dicha película que había sido parte de la infancia de muchos.
Este negó con la cabeza y fue la señal perfecta para proponer ver la película, no estaría en paz mientras él no la viera. Saqué mi laptop de la mochila junto con mis audífonos.
—Pero el resto de los ejercicios…
—Los haré en casa —contesté acallando sus protestas.
A pesar de las insistencias de Jake para que hiciera los ejercicios, se rindió cuando puse la película haciendo oídos sordos a sus palabras. Megamente era una película que me gustaba mucho desde que era una niña, pues no era una película clásica de villano y héroe, sino que iba mucho más allá de esos estándares, nos demostraba que había algo más profundo que eso, que podía existir un cambio. Me encantó ver de cerca las reacciones de Jake y caí en la cuenta que aquella no era simple película, sino que era un reflejo de lo que él era. Jake había sido influenciado por su forma de crianza, como Megamente cumplía con el rol que la sociedad le había dado, la misma que lo juzgaba, en vez de ayudarlo a cambiar; no obstante, Jake estaba experimentado al fin el apoyo y sentía que había cambios en él sucediendo, lo que había escuchado de sus labios ese día lo dejaba en claro. A pesar de que todos lo habían catalogado como un villano, él estaba consciente por primera vez que tenía derecho a redefinirse y ser mejor de lo que la sociedad esperaba que fuera.