Luz Entre Los Pinos

UN NUEVO DÍA

El canto de los pájaros se colaba por la ventana de mi habitación. Las hojas de los árboles danzaban al ritmo del viento, y una suave brisa acariciaba las cortinas celestes con estampados de ositos. Me asomé para disfrutar del paisaje, tan sereno, tan lleno de vida. La creación de Dios era realmente hermosa.

—Gracias, Dios, por un día más de vida. Pongo en tus manos todo lo que soy y todo lo que haré hoy. Haz tu voluntad en mí. Amén —susurré con una sonrisa.

Era uno de esos días cálidos en los que te dan ganas de agradecer por cada rayo de sol, por cada suspiro, por simplemente estar viva. Estaba tan tranquila que casi me olvido de la hora… hasta que escuché la voz de mi mamá.

—¡Mari! ¡Levántate y ven a desayunar!

—¡Ya voy, mamá! —respondí mientras cerraba la ventana y corría la cortina.

Todavía en pijama y pantuflas, bajé al comedor. Llevaba el cabello castaño y ondulado recogido en dos trenzas... bastante despeinadas por cómo me había estado moviendo en la cama durante la noche.

Si me vieran ahora, se desmayarían… parezco una bruja.

Apenas crucé la puerta de la cocina, mi mamá, Josefina, casi deja caer su taza de café.

—Buenos días, mami —me adelanté a decir antes de que pudiera comentar sobre mi apariencia.

—Buenos días, hijita. ¿Cómo dormiste? ¿Tuviste alguna pesadilla? —preguntó mientras me servía el desayuno: tostadas con mermelada de piña y una taza humeante de quaker de quinua. Un desayuno nutritivo, como siempre.

—No, mamá, dormí bien. La verdad, no soñé nada. ¿Has visto el clima? Está hermoso —le respondí con una sonrisa.

—Sí, hija, es precioso... como toda obra de nuestro Señor —dijo ella, devolviéndome la sonrisa.

—¿Y papá? ¿Todavía está durmiendo?

—No, se levantó temprano y fue al supermercado a comprar todo lo necesario para el campamento al que irás la próxima semana —me respondió emocionada—. Cuando yo tenía tu edad también fui a ese campamento... y conocí a tu papá. Fue amor a primera vista. Un momento mágico. Cuando tienes a Dios en el corazón, todo es más puro, más verdadero.

Me abrazó con ternura y yo me sentí segura. Amada.

—Ahora apúrate a alistarte. Tenemos que ir a la iglesia o llegaremos tarde.

—Sí, mamá, pero déjame saborear este desayuno tan rico. Gracias a la bendición de Dios —le dije mientras tomaba un sorbo de la quaker.

—Sí, hija, pero come rápido —insistió con una risa suave.

Asentí y traté de comer lo más rápido que pude. Casi me atraganto dos veces. Eso me pasa por levantarme a las 7:30, lo más temprano que mi cuerpo permite.

Terminé el desayuno, di gracias, lavé mis utensilios y subí a mi habitación.

Me duché rápidamente. Al salir, me puse un vestido blanco de manga larga que me llegaba hasta la rodilla, sin escote, como debe ser para la iglesia. Me calcé unos tacones perla, prendí la secadora y me dejé el cabello suelto. Tomé mi cartera con mi Biblia adentro y bajé a la sala, donde mamá ya me esperaba vestida con una blusa blanca, falda negra y zapatos formales.

Antes de salir de casa, nos tomamos de las manos y oramos.

—Señor, gracias por este nuevo día. Acompáñanos en nuestra ida a tu casa. Habla a nuestros corazones. Que este domingo sea para adorarte y crecer en ti. Amén.

Salimos de casa caminando. La iglesia no quedaba lejos y, aunque el sol ya calentaba las calles, el aire aún era fresco. Las casas del vecindario parecían más brillantes bajo el cielo despejado, y cada paso que dábamos hacia la iglesia me hacía sentir un poco más cerca de Dios.

Hoy será un buen día, pensé. Quizá uno de esos que jamás se olvidan.



#5302 en Novela romántica

En el texto hay: 13 capitulos

Editado: 31.05.2025

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