Luz Entre Los Pinos

CON MI MALETA Y MI DRAMA

Cuando llegamos a casa, lo primero que hice fue lanzarme en la cama.

Literalmente.

Estilo Titanic, versión moderna, sin el iceberg pero con un formulario de campamento como amenaza.

—Diosito, ¿de verdad esto es parte de tu plan perfecto para mí? —murmuré al techo—. ¿Esto es “planes de bien y no de mal”? Porque lo de dormir en un colchón ajeno no suena tan celestial.

—¡Mariana! —gritó mi mamá desde la cocina—. No te olvides que tienes que alistarte, mañana temprano tienes que estar lista para el bus al campamento.

—¡Sí, mamá! —grité de vuelta—. Estoy emocionadísima. No puedo esperar a… orar en la montaña y… no tener baño privado.

No me odies, Señor. Solo soy una sierva que necesita su almohada memory foam y su wifi sagrado.

Me senté y agarré mi maleta. Ok, vamos a empacar como si fuéramos a la guerra espiritual. Literalmente.

Primero, lo básico:

Biblia ✔️

Cuaderno con portada de girasoles y versículos que no he leído ✔️

Ropa cómoda (léase: faldas decentes, polos sin escote, y jeans que no me hagan pecar ni a mí ni a los hermanos) ✔️

Zapatillas resistentes para “caminatas espirituales” ✔️

Botella de agua con stickers de pandas cristianos ✔️

Ropa de baño... que más parece uniforme de monja ✔️

Bloqueador (porque soy cristiana pero no inmune al sol) ✔️

Mi peluche de oso “Bendito” (sí, lo bauticé) ✔️

Un poquito de fe… arrugada pero presente ✔️

Mientras metía todo en la maleta, hablaba sola como buena protagonista dramática:

—No conozco a nadie. Ni idea quiénes van. Seguro son todos súper espirituales. Van a saber mil versículos de memoria. Yo apenas me sé Juan 3:16 y eso porque lo vi en una camiseta.

—¿Y si hay chicos? —pensamiento automático, perdón Diosito—. ¿Y si hay uno lindo? No, no. Concéntrate. No vas por chicos. Vas por Dios. Por Dios y por... ¿comida gratis?

El Espíritu Santo me debe estar viendo desde el cielo con cara de: “Esta es la que me tocó”.

Una vez que terminé, me acosté otra vez en la cama. Cerré los ojos. Pensé en lo que dijo el pastor: que Dios a veces te mueve para mostrarte cosas que jamás verías si te quedas en el mismo lugar.

Tal vez… tal vez este campamento no era el castigo que yo creía.

Tal vez era el inicio de algo.

Pero igual no pienso levantarme a las 6 a.m. a cantar alabanzas brincando. Voy a fingir un calambre espiritual si es necesario.

—Mariana, ¿ya empacaste? —preguntó mi mamá entrando a mi cuarto.

—Sí, mamá. ¿Estás orgullosa?

—Mucho. Y sé que Dios también. Este viaje… podría cambiarte la vida.

Sonreí.

—¿Por qué todos dicen eso con voz misteriosa?

Mi mamá solo rió y me abrazó.

Esa noche, recé más tiempo del habitual. No por obligación, sino porque en el fondo de mi corazón algo me decía que iba a pasar algo importante. Algo lindo, raro, tal vez incómodo... pero importante.

Y antes de dormir, abrí mi Biblia al azar y leí:

"Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces."
—Jeremías 33:3

Me quedé mirando el versículo. Sonreí.

—Bueno, Dios… sorpréndeme.

Cerré la Biblia, aún con el versículo revoloteando en mi mente.

"Cosas grandes y ocultas que no conoces..."

O sea… qué miedo.

Diosito, no quiero sonar exigente ni ingrata… pero ¿podríamos empezar con cosas grandes tipo “te ganaste un chocolate” y no “vas a tener una experiencia traumáticamente reveladora”? ¿Sí? ¿No? ¿Tal vez?”

Suspiré.

Me acosté y apagué la luz.

El silencio llenó mi cuarto como si hasta el aire estuviera conteniendo la respiración.

Me arropé hasta la nariz. Y aunque tenía sueño, mi cerebro decidió que justo esa noche era perfecta para reflexionar sobre toda mi existencia.

—¿Y si no encajo en el campamento? —¿Y si ronco y las demás chicas se burlan? —¿Y si todos oran bonito y yo solo sé decir “Gracias por este día y por el pan”? —¿Y si se me olvidan los versículos y termino diciendo “Todo lo puedo en... lo puedo... en Ti, Señor, amén”?

Y luego, el pensamiento final. Ese que siempre aparece cuando mi mente ya está al borde de la locura:

—¿Y si me enamoro?

¡¿QUÉ?!

—¡No! —me senté en la cama, con la cara de quien acaba de escuchar una blasfemia interna—. ¡No voy a enamorarme en un campamento cristiano! ¡Eso no es parte del plan!

Aunque… si es un chico que ama a Dios, toca guitarra, ora bonito y encima es lindo… tampoco es pecado, ¿no?



#2214 en Novela romántica

En el texto hay: 15 capítulos

Editado: 15.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.