Luz entre mis sombras

Capítulo 4: Siento que Romeo está a punto de transformar mi existencia.

Aletha

Existen personas que no entran en tu vida de manera estruendosa, ni demandando tu atención de inmediato. En cambio, se presentan con una serenidad sorprendente, como si desde siempre hubieran conocido el recorrido que las llevaría hasta tu esencia. Sin que te des cuenta, empiezan a agitar todo lo que hay en tu interior, incluso aquellas áreas de tu ser que creías inactivas y olvidadas. Su presencia sutil provoca transformaciones profundas, desatando emociones y recuerdos que parecían estar adormecidos, despertándose con delicadeza y fuerza a la vez.

En esta página del capítulo de mi vida, me invade una poderosa intuición de que la llegada de Romeo está destinada a transformar por completo mi existencia.

Hay algo en su forma de ser, en su mirada y en la energía que emana que me hace pensar que, a partir de este momento, nada será igual. La expectativa crece dentro de mí, y no puedo evitar preguntarme cuáles serán las sorpresas y los desafíos que traerá consigo. Este nuevo lazo promete ser más que una simple amistad; siento que será un punto de inflexión en mi camino, como si estuviera a punto de abrir una puerta hacia un mundo que hasta ahora me había desconocido.

La intriga y la emoción inundan cada rincón de mis pensamientos, dejando su huella en mis emociones. Es un momento crucial, y apenas puedo contenerme ante la posibilidad de lo que está por venir.
Soy consciente de que el camino que tengo por delante será complicado y estará lleno de obstáculos. Sin embargo, tengo la firme convicción de que, a pesar de las dificultades, voy a enfrentar cada reto con determinación. Estoy decidida a sonreír en medio de las adversidades y a disfrutar cada paso que me acerque a la felicidad. Esa certeza me acompaña y me llena de fuerza.

Han transcurrido ya algunos meses desde que comencé a sentirme confundida y llena de dudas. Esta situación se debe a mis sentimientos hacia Romeo, quien ha estado en mi mente de una manera constante. A pesar de mis esfuerzos por rechazar este sentimiento , mi corazón parece negarse a dejarlo atrás y la idea de olvidarlo se siente cada vez más lejana.

Estamos en su cocina, una tarde cualquiera. Romeo revuelve algo en una olla mientras yo corto verduras con torpeza. No hablamos mucho, solo suena música suave de fondo, una lista de reproducción que él siempre pone, como si fuera parte del ambiente. Me gusta esa música, aunque no lo diga. Me hace sentir tranquila.

—¿Te estás concentrando o destruyes las zanahorias a propósito?

—Pregunta con una sonrisa ladeada, sin mirarme.

—Estoy intentando, ¿vale? —Respondo, y aunque suene molesta, hay una risa oculta en mi voz.

Él se ríe también. No es una risa burlona, simplemente se deja llevar por la situación, porque el ambiente lo invita a hacerlo.

Cuando me acerco para entregarle un bol, nuestras manos se rozan brevemente. Es solo un segundo, un gesto casi imperceptible. Sin embargo, mi respiración se entrecorta, como si ese simple toque hubiera desencadenado algo en mi interior. Me quedo inmóvil durante un instante más de lo que debería. Romeo se da cuenta, aunque permanece en silencio, observando.

Con suavidad, limpia un poco de harina que se ha quedado en mi mejilla, usando la yema de sus dedos. Lo hace sin exageraciones, con esa delicadeza natural que tiene, como si no quisiera invadir mi espacio personal.

—Listo —Dice, como si no supiera que su simple acción ha tenido un efecto profundo en mí, sacudiendo algo en mi pecho.

—Gracias —Logro murmurar.

Continúo cortando los ingredientes en silencio. Mis manos tiemblan ligeramente, una pequeña traición de mi nerviosismo. De repente, me doy cuenta de que algo dentro de mí está comenzando a cambiar. No es solo la proximidad de él, ni la forma en que me mira, como si no esperara nada concreto de mí. Es lo que su presencia provoca en mi interior: esa sensación cálida que se cuela entre mis temores y dudas.

Lo miro de reojo, intentando evaluar la situación.

Y en mi mente surgen pensamientos:

Me está desarmando con gestos que no requieren autorización. Y lo más inquietante —O lo más emocionante

— Es que en lugar de querer ponerle freno, siento que no quiero que se detenga.

Voy a tomarme un momento para reflexionar sobre mis sentimientos y analizar mis pensamientos con claridad. Sin embargo, me detengo a considerar una cosa: Romeo es el amigo de mi primo. No tengo idea de cómo reaccionará mi primo si decido compartirle mis sentimientos hacia Romeo.
Esto me genera una profunda incertidumbre y un sentimiento de inquietud, ya que no tengo claro si sería adecuado actuar de esa manera o si, por el contrario, podría perjudicar la relación que mi primo podría afectar de alguna manera la relación que tienen.

Permanezco un tiempo en silencio, con las manos entrelazadas sobre mis piernas y la mirada fija en el suelo, tratando de encontrar una respuesta en el vacío. Respiro profundamente, pero la ansiedad se aferra a mi pecho, como si no estuviera dispuesta a alejarse.

¿Qué pasaría si mi primo reacciona de manera negativa? ¿Qué tal si llega a pensar que lo he traicionado de alguna forma? ¿Y si esta situación termina complicando todo aún más?

¿Y si mi primo reacciona de manera negativa? ¿Y si llega a pensar que le he traicionado? ¿Y si todo esto termina complicando aún más las cosas?

Sé que no debería angustiarme tanto, pero inevitablemente lo hago. Justo cuando empiezo a permitirme sentir de verdad, mi mente se llena de escenarios aterradores que prefiero evitar antes que dar la oportunidad a algo bonito y valioso en mi vida.

Romeo no tiene ni idea de lo que realmente transcurre en mi interior. No sabe del torrente de emociones que se agita en mi mente. Esa ignorancia, de alguna manera, me brinda un poco de paz, pero al mismo tiempo me genera un dolor profundo. Él está allí, sereno, con esa sonrisa que irradia calma, mientras yo lucho constantemente entre el amor que siento por él y el miedo que me invade.



#4861 en Novela romántica

En el texto hay: redes sociales, amor

Editado: 23.10.2025

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