capitulo 6 Romeo me está conquistando

Aletha

Han transcurrido ya dos semanas desde que decidí poner por escrito mis pensamientos. Desde entonces, he sentido una verdadera paz, como si me hubiera liberado de un peso que llevaba cargando sobre mis hombros. Es como si al plasmar mis ideas y sentimientos en el papel, lograra una especie de alivio y claridad que me ha permitido soltar las cargas emocionales que me agobiaban. Y me he dado cuenta que me estoy adentrando iniciando un viaje interior hacia el autodescubrimiento y la vulnerabilidad. Con el paso del tiempo, voy permitiendo que mis emociones más profundas salgan a la luz, lo que me lleva a desprenderme de las barreras que había construido en torno a mi corazón. Este proceso es gradual; cada pequeño avance que logro se convierte en una victoria sobre el miedo y la inseguridad que me han acompañado a lo largo de los años. A medida que me adentro en esta experiencia, siento que voy dejando atrás las limitaciones y abriéndome a la verdadera esencia de lo que soy.

A lo largo de distintas vivencias, profundas reflexiones y encuentros significativos, empiezo a entender cada vez más la relevancia de la autenticidad en mis relaciones personales y en mi vida en su totalidad. Las charlas sinceras y los momentos de intimidad que comparto con los demás me brindan la oportunidad de conectar de verdad con mis emociones, lo que me lleva a ser más honesta tanto conmigo misma como con quienes me rodean. Esta apertura se transforma en un acto de valentía, donde reconozco la posibilidad de sufrir heridas, pero también de disfrutar del amor y la alegría que surgen al tener un corazón dispuesto a abrirse y a compartir. Esta autenticidad no solo enriquece mis conexiones, sino que también me ayuda a crecer y a ser más fiel a quien realmente soy.

Durante este proceso, me enfrento a mis propias inseguridades y temores internos. Sin embargo, cada vez que decido ser vulnerable, empiezo a experimentar una sensación de alivio y liberación que me resulta profundamente reconfortante. A lo largo de esta travesía, estoy aprendiendo a depositar mi confianza en las personas que me rodean, permitiendo que se integren en mi viaje emocional y compartan mis experiencias. Cada pequeño gesto de apertura que realizo me lleva un paso más cerca de entender quién soy en verdad y de descubrir lo que realmente deseo alcanzar en mi vida. Esta nueva conexión con los demás y conmigo mismo se convierte en un camino hacia una mayor autocomprensión y autenticidad.

De esta manera, se convierte en un testimonio de mi evolución personal, en el cual la noción de abrir mi corazón se metamorfosea en un hermoso y gradual desarrollo de amor hacia mí mismo y también hacia las personas que forman parte de mi vida. Este proceso no solo implica un reconocimiento de mis propias emociones y necesidades, sino también una disposición a compartir ese amor y esa vulnerabilidad con los demás, creando conexiones más profundas y significativas en mis relaciones.

En este momento me encuentro en mi habitación, observando el paisaje que se despliega a través de la ventana. Hoy no tengo expectativas de que suceda algo fuera de lo común.

La luz del sol se cuela suavemente a través del cristal, acariciando el ambiente con su calidez. Todo a mi alrededor transcurre con una serenidad que, en ocasiones, me resulta algo incómoda. Con calma, me levanto de la cama, sintiendo que mi cuerpo todavía está inmerso en la pereza que deja el sueño. Recorro el pasillo descalza, sintiendo el frío del suelo en mis pies, y me dirijo hacia la cocina.
Hasta que escucho la voz de mi prima llamándome.

—Aletha… ven un momento.

Salgo de mi habitación y la encuentro en la puerta, con una expresión que combina curiosidad y diversión. En sus manos sostiene un ramo de flores; son rosas pequeñas, de un color claro y delicado. No son perfectas, pero hay algo en ellas que me toca el corazón. Suave al tacto y silenciosas, parecen no buscar atraer la atención, sino más bien quedarse en un rincón tranquilo.

Sin muchas palabras, me las entrega y solo me muestra una tarjeta que acompaña al ramo.

Mi nombre está escrito en ella. No dice nada más. No es necesario; reconozco la letra de inmediato.

Romeo.

Una sensación de emoción me recorre, un pequeño salto en mi corazón que intento ignorar.

—¿Te las mandó él? —pregunta mi prima con una sonrisa contenida, como si supiera algo que yo no.

Asiento, aunque no estoy segura de qué expresión debería tener en este momento.

—Qué lindo gesto —comenta, antes de dejarme sola, con el ramo en las manos.

Subo a mi habitación, sosteniendo las flores cerca de mi pecho, como si llevarlas fuese un peso, pero al mismo tiempo, siento que alivian algo que no sabía que estaba cargando.

Coloco el ramo sobre mi escritorio y me siento frente a él. Las miro fijamente, como si pudieran hablarme, como si en cada pétalo hubiera una pregunta que aún no sé cómo responder.

No hay ninguna nota. No hay ninguna explicación.

Y eso es lo que más me desarma.

Porque Romeo siempre ha estado ahí para mí. Con su calma inmutable, con su forma de mirarme sin presión, de hablarme sin invadir mi espacio personal.

Pero esto… esto es más que un simple gesto. Es una grieta más en las murallas que he construido a mi alrededor. Una de esas grietas silenciosas que van debilitando poco a poco todo lo que he tratado de proteger.

Me abrazo a mí misma, tratando de no darle más vueltas a la situación.

Él es mi amigo, me repito una y otra vez.

¿O no lo es?
Más tarde ese mismo día, decido salir a caminar sin un destino fijo. El ramo de flores que recibí permanece en mi habitación, dentro de un vaso que improvisé, ya que todavía no he encontrado un florero adecuado. A lo largo del paseo, una sensación extraña me acompaña, como si algo en mi interior estuviera despertando. Sin embargo, no estoy del todo segura de si estoy lista para abrir los ojos a esa nueva realidad.