Aletha
En este capítulo de mi nueva etapa, me adentro en el profundo significado de los sueños y en la importancia fundamental de recuperar nuestra capacidad de imaginar y desear lo hermoso. A menudo, la vida nos arroja desafíos y adversidades que pueden nublar nuestra visión y hacer que perdamos la fe en esos sueños que en algún momento nos llenaron de alegría y esperanza. Sin embargo, es esencial comprender que siempre existe la oportunidad de volver a soñar, de visualizar un futuro rebosante de posibilidades.
Voy a recordar esta renovación de nuestros sueños con gran detalle. Discutiremos diversas técnicas para reavivar nuestra creatividad y potenciar nuestra capacidad de soñar, así como subrayaremos la necesidad de rodearnos de personas y experiencias que nos inspiren y nos eleven. También reflexionaremos sobre el poder transformador de la gratitud y el impacto significativo que una mentalidad positiva puede tener en nuestra vida cotidiana.
A través de historias inspiradoras, como las de mujeres negras que lucharon por su libertad y por sus derechos, esta etapa servirá como una guía en el proceso de reconectar con esos elementos bellos que nos motivan, que nos llenan de ilusión y propósito. Aprenderemos a cultivar una visión de futuro más brillante y a seguir nuestros anhelos más profundos, recordando que cada sueño, por pequeño que sea, posee el potencial de transformarse en una hermosa realidad.
De esta manera, el viaje para volver a soñar con cosas bellas se convierte no solo en un simple acto de refugiarnos en la fantasía, sino en un paso valiente hacia la manifestación de nuestros deseos más sinceros. Es una invitación a abrir nuestro corazón y nuestra mente a la magia de los sueños y a nunca dejar de perseguir aquello que nos hace sentir vivos.
Decidir volver a soñar implica una valentía que se siente en lo más profundo. Después de haber atravesado tanto sufrimiento y de haber vivido en un silencio que parecía interminable, el simplemente permitirse imaginar lo hermoso no puede considerarse ingenuo; es, en realidad, una forma de resistencia ante las adversidades.
Para mí, soñar ha adquirido la dimensión de un acto sagrado. No lo veo como una forma de escapar de la realidad, sino como un medio para recordarme todo aquello que aún merece ser vivido y que tiene valor en esta vida.
Recientemente, he comenzado a escribir mis deseos en los márgenes de mi libreta. Algunos son pequeños, casi tímidos en su expresión, mientras que otros brillan con la intensidad de un sol radiante, aunque apenas me atrevo a mirarlos de frente. Sin embargo, lo importante es que están ahí, y eso representa ya un primer paso hacia adelante.
Romeo, con su ternura inquebrantable, ha sido un elemento crucial en este proceso de renacer. No me da instrucciones sobre cómo ni cuándo debo hacer las cosas. Simplemente está a mi lado mientras exploro lo que realmente me hace feliz. A veces sus palabras son suaves y reconfortantes; otras veces, se limita a ofrecerme su mano, abierta y extendida, aguardando que yo la tome si así lo deseo.
Y en medio de toda esta experiencia, estoy aprendiendo a recordar que la belleza no es un lujo. Es, en esencia, una necesidad del alma.
Hay momentos en los que el alma se despierta antes que el cuerpo. En esas mañanas silenciosas, surge una verdad ineludible: todavía tengo tiempo para volver a soñar.
Durante un largo periodo, me convencí de que soñar era un lujo reservado solo para los valientes, aquellos que nunca se han visto aplastados por el peso del desencanto. Sin embargo, ahora entiendo que soñar también pertenece a quienes han tocado fondo y, a pesar de ello, han decidido alzar la vista hacia lo alto.
Retomar la capacidad de soñar no implica la realización de grandes gestos o acciones monumentales. A veces, todo puede comenzar con un acto tan sencillo como inhalar profundamente. Puede iniciarse al escribir una palabra hermosa en el margen de una libreta, o al imaginarse danzando bajo la lluvia sin preocuparse por lo que los demás pudieran pensar. También puede ser tan simple como sostener una taza caliente entre las manos y reflexionar: mereces disfrutar de toda la belleza que anhelas.
En esta etapa de mi vida, no busco soñar con grandeza. Mis sueños se centran en la belleza. En la belleza de la tranquilidad, en la belleza de los reencuentros, en la belleza de volver a creer que lo bueno puede hacer raíz y permanecer.
Estamos sentados en el suelo, recostados contra el borde del sofá, con una suave manta abrigándonos las piernas y un cuaderno de notas, que contiene mis escritas reflexiones, reposando entre nosotros. Afuera, la lluvia cae lentamente, casi como si estuviera intentando ser parte de este momento tan especial y relajado. Romeo hojea las páginas del cuaderno con curiosidad, mientras yo saboreo lentamente una humeante taza de té. Sobre la mesita baja hemos encendido una vela, cuya luz tenue añade un toque acogedor a la escena. No hay nada que requiera nuestra atención urgente, solo existen este instante y la calma que nos rodea.
—¿Sabes qué a veces pienso? —me dice, sin apartar sus ojos de una de las páginas del cuaderno—. Que quizás soñar sea como sembrar. No siempre puedes ver los frutos de inmediato, pero eso no significa que no estén creciendo bajo la superficie.
Su reflexión me arranca una sonrisa. Me encanta su forma de interpretar el mundo. Me gusta incluso más que se sienta lo suficientemente cómodo como para compartírmelo.
—¿Qué estás sembrando tú en este momento? —le pregunto, llena de curiosidad, con un tono casi en susurro.
Él parece perderse en sus pensamientos por un instante. Luego cierra el cuaderno con delicadeza y se vuelve un poco hacia mí.
—Quiero abrir un pequeño café algún día —me revela—. Un lugar lleno de libros, con plantas por doquier, música suave en el aire… y paredes donde la gente pueda dejar mensajes escritos.
Lo miro con sorpresa. Nunca antes me había compartido este sueño.