Aletha
Han transcurrido ya cinco años desde esa emocionante experiencia de llevar a cabo una de las decisiones más importantes en la vida: el matrimonio. En este momento, me encuentro invadido por una mezcla de nerviosismo y alegría mientras me preparo para unirme en lazos sagrados con el amor de mi vida. Desde los preparativos de la ceremonia, que son la elección del vestido ideal y la organización del lugar, hasta los instantes significativos que comparto con mi pareja, cada detalle cobra vida en esta narrativa.
Entra en los pormenores de cómo nos conocimos y las experiencias que nos unieron, subrayando los momentos clave que han fortalecido nuestra relación. A medida que avanza esta etapa, se describen las emociones palpables que se sienten durante la ceremonia: el intercambio de votos, ese preciso instante en el que nuestras promesas se entrelazan, y la celebración que sigue, rodeados de amigos y familiares que comparten nuestra alegría, creando un ambiente desbordante de amor y felicidad.
La parte más emotiva del relato presenta el cierre de una etapa y el comienzo de otra, resaltando no solo la dicha que trae el amor romántico, sino también la promesa de un futuro juntos. Un futuro que se ve claramente lleno de sueños compartidos y aventuras por vivir. A lo largo de esta experiencia, se captura la esencia del amor verdadero y la profunda alegría de haber encontrado a la persona con la que deseo compartir el resto de mi vida.
El cielo comienza a adquirir un matiz dorado y lavanda, mientras el sol se despide lentamente, regando su calor sereno sobre el horizonte del mar. La playa se presenta casi desierta, como si el universo nos hubiera concedido este espacio solo para nosotros dos. Las olas, en un vaivén hipnótico, llegan a la orilla, imitando la calma que siento junto a Romeo.
Descalzos, nuestros pies se hunden en la arena suave y ligeramente húmeda. Romeo lleva los pantalones arremangados hasta las pantorrillas, mientras que yo estoy vestida con un ligero vestido blanco de lino que se agita suavemente con la brisa marina. Por un buen rato, ninguno de los dos dice nada. Solo caminamos, tomados de la mano, dejando nuestras huellas en la arena húmeda, que se convierten en testigos silenciosos del camino recorrido que nos ha llevado hasta este momento.
—¿Estás lista? —me pregunta en voz baja, como si temiera romper la magia del instante.
Me detengo y lo miro. Hay una profundidad en su mirada que me atraviesa el alma. Su pregunta no es solo práctica; es un cuestionamiento simbólico y profundo. Me está preguntando si estoy preparada para dar el salto, para construir un futuro juntos, para seguir soñando… pero esta vez, con él a mi lado, para siempre.
—Estoy lista —respondo, dejando escapar un suspiro lleno de certeza
—. No porque tenga todas las respuestas, sino porque deseo encontrarlas contigo.
Él sonríe, esa sonrisa que siempre tiene el poder de llevarme de regreso a casa. Luego se inclina, recoge una pequeña concha del suelo y la coloca delicadamente en mi mano.
—Este será tu amuleto —dice con ternura
—. Para recordarte que el amor no necesita ser perfecto, solo necesita ser auténtico.
Me acerco y apoyo mi frente contra su pecho, sintiendo cómo el murmullo del mar se fusiona con el latido de su corazón. En ese momento, comprendí: podría casarme mil veces con él en mil vidas diferentes… y siempre lo elegiría igual.
Porque amar también implica esto: compartir la calma en la antesala de un gran día. Saber que, pase lo que pase, estamos avanzando juntos hacia el mismo destino.
Juntos, con nuestras manos mezcladas.
Nos acomodamos sobre una manta que habíamos extendido cerca de las rocas, donde el sonido rítmico y suave de las olas al romper en la orilla parecía unirse a nuestros propios respiros. Con un gesto lleno de ternura, Romeo se quita la chaqueta ligera que llevaba y la coloca sobre mis hombros, un acto que se ha convertido en un lenguaje silencioso entre nosotros, siempre cargado de cuidado y protección. El cielo ya estaba adornado con innumerables estrellas y la luna comenzaba a asomarse en el horizonte, como si también quisiera ser testigo del momento tan especial que está por desarrollarse entre nosotros.
—¿Recuerdas cuando solíamos hablar de nuestros sueños? —le pregunto, recostándome cómodamente sobre su costado, disfrutando de su cercanía.
—Sí —responde, acariciando suavemente mi cabello
—. Tú dijiste que no estabas segura si los sueños eran para personas como tú.
Cierro los ojos por un instante, dejando que los recuerdos invadan mi mente. Recuerdo aquella conversación llena de dudas y temores, la lucha profunda que sentía sobre si realmente merecía un amor tan profundo. Y ahora, aquí estoy… a punto de casarme con el hombre que no solo ha creído en mis sueños, sino que ha estado a mi lado cada día, nutriéndolos con la misma dedicación que se le da a una flor rara y preciosa.
—Creo que me equivoqué —susurro con una voz suave—. Porque esto… esto también es un sueño.
Con ternura, Romeo me besa la frente, un gesto suave que parece sellar una promesa silenciosa entre nosotros.
—Mañana no será solo una ceremonia —me dice
—. Será la manera en que el mundo reconocerá lo que tú y yo ya sentimos desde hace tiempo, una realidad que merecemos compartir.
—¿Y qué es lo que sentimos? —le pregunto, mientras juego distraídamente con sus dedos mezclados.
—Sentimos que el amor verdadero no es necesariamente perfecto, pero siempre es constante. Que, aunque no será un camino fácil, siempre será nuestro camino.
Nos sumergimos en un silencio compartido, contemplando la vasta extensión de estrellas sobre nosotros. Ya no hay prisa por lo que está por venir; una paz profunda nos envuelve, haciendo que incluso el futuro parezca estar prestando atención a nuestro momento.
—¿Bailamos? —me pregunta inesperadamente, mientras me extiende su mano con una sonrisa.