Luz y oscuridad (¡ Nueva Versión Muy Pronto!)

DOCE (II PARTE)

Luego del largo discurso de Nicolle, mi hermano vino a buscarla porque ella se sentía agotada y quería descansar. Demián le pidió disculpas a Lesly, obviamente no fue tan fácil porque ella le hizo la ley del hielo y Nicolle quería que lo hiciera bien, a eso me refiero que tuvo que arrodillarse.

— ¡No voy arrodillarme! —Protesto él. —Mis disculpas son sinceras, me equivoque, y fui un bruto pero no volverá a pasar.

—No valen las palabras, jovencito, valen las acciones. —La señora también ha aportado a la discusión muy gustosa.

— ¡Arrodíllate y pídele perdón! —Sisea mi cuñada, molesta.

Demián pone mala cara mientras los demás nos la pasamos en grande, el chico se acerca a mi amiga y se arrodilla, nervioso. Mi mejor amiga contiene una sonrisa, y yo miro todo como si de una telenovela se tratase.

— ¿Puedes disculparme?

Mirar al moreno arrodillado ante mi mejor amiga es satisfactorio, eso ha sido siempre de lo que ella y yo soñábamos, tener a nuestras parejas a nuestros pies, comiendo de nuestras manos, y ella lo ha logrado, se a que viene esa sonrisa, porque ella me mira con ese brillo que solo yo sé, y también ha pensado en lo mismo.

—He fallado tu confianza e hice mal en no asumir mi responsabilidad, y antes de que se pusieran a gritarme, golpearme y humillarme, he vuelto para pedirte mis sinceras disculpas. —Ella ya no sonríe y Demián sigue arrodillado con una mano de Lesly entre las suyas. —No quiero perderte y por eso he venido a darte la cara, si quieres dejarme lo entiendo, y respeto, pero antes quiero pedirte una oportunidad.

El silencio del piso se prolongo por unos tantos segundos que se sintieron eternos. Demián bajo la mirada, casi resignado, entonces mi mejor amiga se aclaro la garganta para hablar.

—Me ofendiste, me humillaste y dejaste que yo fuese la burla de alguien más, y si de verdad quieres que te perdone, tienes que hacer mucho más que solo arrodillarte ante mí. —Abro la boca, pasmada cuando ella quita la mano y se va hacia la habitación de su novio.

—Me siento muy orgullosa de esa niña. —Escucho decir a la anciana que tiene una sonrisa orgullosa.

Volviendo al presente, estoy alistándome para ir al trabajo en la habitación de Bestia. Me lo ha dejado luego de que volviéramos a discutir por lo mismo, esta vez deje que ganara porque necesitaba la comodidad de poder arreglarme bien.

El está sentado en su escritorio dándome la espalda mientras me peino, también se ofreció para llevarme al trabajo, no le puse muchas pegas porque ya me había dicho a mi misma que hablaría con él al llegar del trabajo, y también se lo dije a Dylan, a lo que estuvo de acuerdo.

No me doy tanta prisa ya que si salgo a las siete y veinticinco, a las siete y veintiséis estoy en el trabajo, es lo bueno de tener a un rápido y furioso de tu lado.

—Oye, Bestia. —Lo llamo, el gira en su silla con expresión indiferente. —Yo… ¿Estarás aquí cuando llegue?

El me mira fijamente, sin expresión alguna, cuando yo, al contrario, me estoy mareando de los nervios.

—No lo sé. —Se encoge de hombros. — ¿Por qué?

—Solo…pregunto, es…

—Si quieres la habitación puedes tomarla, yo puedo dormir en el sofá sin ningún problema. —Me interrumpe, girándose de nuevo para darme la espalda.

—No es… —Me callo cuando me siento menos valiente que antes—Da igual, no me prestes atención.

El no dice nada y yo me giro al espejo para contemplarme. Ya no me siento igual que hace unos segundos, ahora me siento insegura… me siento caída, y sé muy bien porque, pero no puedo quejarme en absoluto.

Y mientras me miro en el espejo, sigo pensando si es buena idea decirle la verdad al pelinegro o no, cada vez mas dudo mucho que pueda ser empático conmigo, y si no lo es, no podría culparlo.

Tomo mi bolso que estaba en el borde de la cama, guardo algo de dinero y mi móvil. No soy capaz de mirarlo cuando vuelvo hablarle.

—Ya estoy lista. —Le digo, dándole la espalda mientras camino hacia la puerta. —Te espero en el estacionamiento.

Siento su intensa mirada en mi nuca antes de cerrar la puerta de la habitación, salgo del piso y me meto en las cuatros paredes del ascensor, permitiéndome soltar todo el aire que no sabía que estaba reprimiendo.

Al llegar abajo, me quedo al lado de su coche esperando que el también baje. No se tarda demasiado, porque en menos de nada llega a mi lado, mirándome con el ceño fruncido.

Quiero darme la espalda, pensando que va por su lado de chofer, pero no. El me jala del brazo para dejarme frente a él.

— ¿Qué te pasa? —Me pregunta, mirándome fijamente a los ojos.

Odio que el si pueda ver a través de mis ojos, odio ser transparente ante él.

—No me pasa nada. —Intento sonar serena, pero es evidente lo nerviosa que estoy cuando me tiembla la voz. —Es que, llegare tarde.

—Ambos sabemos que no es eso, todavía tienes tiempo de sobra.

Bajo la cabeza para ver mis zapatos. No quiero que me vea a los ojos y vea lo insegura que estoy, sabrá que algo quiero decirle y me hará soltarlo tarde o temprano. Quiero tener un poco de fuerza de voluntad y hacer las cosas cuando quiero y como quiero, y ahora, justo ahora, no es el momento.

Y sé que no es su intensión presionarme, pero que solo me este mirando de esa manera siento un gran peso encima.

—Yo…

—Si lo que te preocupa es Nicolás no tienes nada porque hacerlo. —Me dice con suavidad, cosa que me sorprende demasiado.

— ¿No?

—No…—Niega con la cabeza, apretando los labios. —No dejare que se te acerque, Hannah.

Sonrío un poco, sin gracia, pero agradecida.

—Bueno, me consuela mucho saberlo, pero sabes que me puedo defender sola.

El vuelve a negar con la cabeza, aunque esta vez por una cosa muy distinta.

—No, aun no estás preparada para hacerlo, no con él.

Y eso me cae como un balde de agua fría, haciéndome sentir mucho más mal de lo que ya estaba.




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