Me despierto a las siete de la mañana por el sonido de mi móvil, cuyo aparato no se donde lo puse. Me levanto de la cama, quitando la sabana y almohada, no está, busco en mi mochila, tampoco esta.
Frunzo el ceño mirando a mi alrededor hasta que la pantalla iluminada se ve debajo de la cama. Lo recojo con rapidez, mirando el nombre de Alex.
Lo llevo a mi oreja apenas descuelgo.
—Habrá un juicio a las ocho y media de la mañana, mi mamá me dijo que estas en el piso, así que dentro de veinte minutos las buscare a las dos—Me dice directamente sin dejarme decir nada.
—Sí, buenos días para usted también—Digo, sorprendida— ¿Un juicio para qué?
—Hannah, los chicos tienen muchos antecedentes—Me dice, me estrujo los ojos, sentándome en el sofá que está a un lado de la cama.
Respiro hondo, pasándome las manos por el cabello.
—Bien, estaré lista en veinte minutos. —Digo en voz baja.
Colgamos al mismo tiempo y empiezo a ordenar la habitación como estaba, me ducho y me coloco un vaquero ajustado y un top azul rey. Voy hacia la cocina y me sirvo cereal con leche, esperando que suene el timbre o toquen la puerta.
Termino de comer, lavo la cuenca dejándolo en su sitio y solo quedo pasándome las manos por el cabello húmedo hasta que escucho la puerta de al frente cerrarse y apenas segundos tocan la puerta.
La abro y me encuentro de frente con Alex con su saco azul marino y una camisa de botones blanca bajo el saco. La abuela de Max, Marina, lleva un vaquero un poco ancho con un jersey vino tinto.
Cierro la puerta con seguro y camino detrás de madre e hijo, con los nervios a flor de piel.
Subimos a la camioneta, la misma que cuando me llevo a su casa cuando estaba Max hospitalizado. Alex maneja con cierta rapidez casi igual que su hijo, y unos minutos más tarde nos encontramos frente a un edificio. Recuerdo que debí venir aquí un viernes en la mañana cuando tenía que testificar en contra de Nicolás, pero no lo hice, y aunque evite estar en este lugar, ahora lo estoy por algo muy diferente.
Alex nos abre la puerta y miro el vestíbulo grande y espacioso. El padre de Maximiliano se acerca a la recepcionista, a lo que ella asiente con la cabeza. Un policía nos guía a un pasillo bastante grande, subimos unas escaleras y nos encontramos con otro vestíbulo igual de grande, con la diferencia de que este tiene unas puertas dobles y grandes.
El policía abre las puertas y nos da paso para entrar a la sala, hay banquillos largos horizontales, una fila más baja que la otra, y luego está la línea que separa al publico de la mesa donde van los testigos y abogados frente al gran escritorio del juez, y a los lados el pequeño lugar cuadrado con silla donde va el acusado y el testigo.
Alex, Marina y yo nos sentamos en primera fila, esperando a los demás, quienes llegan minutos más tarde, en ellos mi mamá que llega con la mamá de Nicolás, mi hermano y Nicolle. Unos minutos más tarde llega Sandra, Lesly y Andrew, me sorprende ver a Jayd y Zoey agitando las manos para saludarme y detrás de ellos, mi jefe.
—Tu jefe es el abogado que representará a mi hijo—Me avisa Alex cuando mi jefe asiente con la cabeza, pasando delante de nosotros con un maletín y una chica siguiéndolo, ambos se sientan en la mesa que esta frente a nosotros.
—Por eso iban al club seguido, ¿no?
—Eso, y que atienden bastante bien.
Asiento con la cabeza, mi jefe me sonríe ligeramente y le correspondo.
Esperamos más tiempo en lo que el juez por fin aparece y golpea el martillo, mandándonos a callar a todo el mundo.
—Se declara abierta la sesión. —Dice, mirando los papeles que está en su escritorio. —Que pasé el acusado.
Trago saliva cuando en el pasillo, Alanna y otro policía están detrás de Maximiliano, quien tiene las manos esposadas hacia delante. Este camina con el mentón en alto sin mirar a nadie, le abren la rejilla y lo dejan en el cubículo al lado del juez.
Alex se tensa cuando lo mira vestido de un mono anaranjado y una playera blanca.
—Maximiliano Lee—Habla el juez. Alanna le pone la biblia y el con su mano izquierda la coloca en la biblia y alza su mano derecha— ¿Jura decir la verdad y nada más que la verdad sin alterar ningún acontecimiento y decir cualquier información valiosa que nos valga el día de hoy?
—Lo juro.
Le quitan las esposas y se sienta cuando todo el mundo se sienta.
—Maximiliano Lee, acusado de vender sustancias ilegales a las afueras de la ciudad, acusado de apostar grandes cantidades de dinero en carreras y peleas clandestinas, acusado de intercambiar mercancías ilegales por otras—Enumera el juez, haciendo que mi corazón se acelera cada vez más rápido con sus acusaciones—¿Cómo se declara?
—Culpable.
Cierro los ojos, negando ligeramente con la cabeza.
—Abogado—El juez mira a mi jefe, y este se levanta con una carpeta.
—Mi cliente ha sido víctima de una trampa a los catorce años por Josef Walker, aprovechándose de la inocencia para hacer su trabajo sucio—Empieza hablar—Tengo las pruebas que lo declaran inocente durante cinco años.
El juez mira la carpeta mientras que el secretario va anotando con rapidez en su máquina.
—Que pase adelante el acusado.
Miro hacia atrás con el ceño fruncido cuando Josef aparece por las puertas que estaban cerradas, y es que me había perdido en la mirada azul de aquel chico que mira con rabia al mencionado que no me había dado cuenta que en la misma mesa del abogado que representa a Max, están sentados Dylan y Demián, y al otro lado donde están los abogados de Josef, está sentado Nicolás y...mi papá.
— ¿Cuándo lo arrestaron? —Pregunto en voz baja mirando a dirección a mi padre.
—Hoy en la madrugada. —Me responde Alex en el mismo tono.
Busco con la mirada a mi madre quien tiene la boca tapada, y lagrimas en sus ojos.
—Josef Walker, privado de libertad por alteración de identidad, maltrato y violación hacia su esposa y madre de su hijo por cinco años—Pronuncia el juez cuando lee el informe que le da Alanna—Fue liberado hace un año y seis meses, y se le acusa de vender sustancias ilegales a otras ciudades, intercambio de mercancías, secuestro, intento de asesinato, maltrato y violación, ¿Cómo se declara?