PENULTIMO CAPITULO
Encuentro a Maximiliano acostado en la cama con el portátil en sus piernas, mirando no se qué grafico que le encargó su padre. Acabo de despedir a Cris y Zoey quienes estuvieron conmigo toda la tarde hablando de la novedad sobre mi embarazo.
Me acuesto a un lado del pelinegro que me mira con una ceja enarcada. Él deja su portátil en la mesita de noche y se mete bajo las sabanas conmigo.
— ¿Estás bien? —Me pregunta en voz baja.
Asiento con la cabeza, suspirando.
—Nadie me dijo que el tercer año de Administración de empresas era así. —Me quejo, poniendo una mueca de disgusto— ¿Y si ya no estudio?
El se ríe de mí, negando con la cabeza.
—No, mejor no—Añado—No estoy llorando en vano, tengo que tener ese título dentro de dos años, si que esperanzador.
—Todo con paciencia, Hannah. Eres inteligente y no sirve de nada si te la pasas quejándote todo el tiempo.
Abro la boca, indignada.
— ¡Aparte de que parezco un globo a punto de explotar, dices que me la paso quejándome! —Exclamo, quitándome la sabana de encima, yéndome de la habitación.
— ¡Hannah! —Me llama él, riendo divertido.
Imbécil.
¿Qué se cree él para decirme que me quejo por todo? ¡Tengo todo el derecho de hacerlo! Primero, estoy gorda, hinchada, me dan calambres en las noches, me la paso comiendo como si la vida me dependiera de eso, cuando termine con el embarazo, voy a pesar noventa kilos, aparte de eso, tengo que estudiar, hice una solicitud en la Universidad para hacer todo virtual, y tengo que estar todo el día en el portátil así mis ojos empiecen arder del cansancio, me duela la cabeza y...
— ¿Estas en tus días? —Inquiere Demián divertido cuando llego al sofá. —O, cierto, es algo peor.
Lo fulmino con la mirada.
—Él día que salgas embarazado, te recordaré esto el resto de proceso—Lo señalo.
—No, eso se lo dejo a Lesly—Se encoje de hombros, el cambia de canal para encontrar una película.
Me cruzo de brazos y empiezo a mover la mano por mi vientre.
— ¿Ya han hablado de la boda? —Me pregunta el moreno distraído.
Niego con la cabeza, mirando la televisión.
—Hemos quedado que lo haremos después del parto—Comento, sonriendo—Aunque no nos hemos puesto de acuerdo si lo haremos un mes después, o dos meses...o en tres años.
—Cuatro meses estaría bien para planearlo todo, ¿no? —Inquiere—Empezando desde ahora, claro.
— ¿Tú crees?
El asiente con la cabeza.
—Hacer una boda lleva su cierto tiempo como dinero—Me dice, sacando su móvil—Primero hay que sacar el presupuesto de todo, el fotógrafo, la decoración, la comida, el lugar, tu vestido, el traje de él, la persona que te maquillará, peinará, el alquilamiento de las mesas, las sillas...
—Sí que es muchas cosas—Murmuro, mirando su móvil.
—Bien, aquí tengo algunos precios de lo que acabo de nombrar, podemos sumarlo y...
Abro los ojos como plato cuando veo la cantidad.
—Bien, saquemos el...o la...—Me quedo pensando con una mueca—No podemos sacar nada.
—Quizá encontraran algo más económico...Aunque estoy seguro que a tu prometido no le costará nada pagar todo esto.
Mientras hablábamos, llega Lesly con su hermano.
— ¿De qué hablan?
Veo que Andrew se sienta en el taburete con una bolsa de galletas, el estomago me ruge y me acerco. Él me pone una mano en la cara haciendo que me detenga y saca otra bolsa de galletas de su bolso, entregándomela.
—Tú, ni ese escuincle van a quitarme mis galletas.
Tenía una sonrisa en los labios pero de inmediato se borra y antes de que pudiera contenerlo, me voy a la habitación con lágrimas en los ojos.
Maximiliano tenía de nuevo el portátil en sus piernas pero se la quita cuando me ve.
—Hannah, ¿Qué pasa?
— ¡¿AHORA SI TE IMPORTA?! —Le grito, yéndome a comer en el rincón de la habitación para estar lo más alejada de él.
Maximiliano se me queda mirando fijamente antes de pasarse las manos por la cara, vuelve a ponerse el portátil y el hecho de que no quiera venir a consolarme me hace llorar más.
—Siempre seremos tú y yo contra el mundo, ¿verdad? —Le hablo a mi barriga entre lágrimas. —Si me ves llorando vas a consolarme porque tu si me amas.
—Por dios—Maximiliano niega con la cabeza—Párate de ahí y ven acostarte.
— ¿Lo ves? Quiere tratarme así a lo brusco, yo siento que ya no me ama, si es que alguna vez lo hizo—Sigo diciendo, comiendo galletas—Pero eso no será nuestro problema, ¿verdad, cariño? Nosotros siempre vamos amarnos, no habrá obstáculos, ni problemas que puedan acabar con lo que sentimos.
Levanto la mirada cuando una sombra me cubre, entonces miro a Maximiliano de pie frente a mí con los brazos cruzados.
— ¿También quieres hablarle a nuestro retoño? —Pregunto con una sonrisa, quitándome las lagrimas.
El frunce el ceño y suspira.
Se agacha frente a mí, y se acerca a mi barriga.
—Tu madre está loca, demasiado loca. Si naces en un psiquiátrico no te extrañes, tú podrás salir de ese lugar, tu madre no.
—Imbécil—Mascullo.
Se sienta a mi lado y me roba una galleta, mirando hacia el techo.
— ¿Qué te preocupa? —Pregunto, poniendo mi mejilla en su hombro.
—Tu bipolaridad—Me contesta, negando con la cabeza— ¿Por qué llorabas?
—Andrew le dijo escuincle a mi bebé—Hago puchero, mirándolo. —Y tú dijiste que me ando quejando de todo y por todo.
El se queda en silencio, suspirando.
—Lo siento.
Entonces por tercera vez en la noche, vuelvo a llorar.
—Es que tu dice que me quejo, pero no sabes lo agotador que es despertarte en la madrugada con un calambre en la pierna, y que no puedas volverte a dormir porque te da hambre, o porque te sientas tan cansada pero debas atender la Universidad porque no quiero que mi hijo me vea como una mediocre sin título, sin mostrar que soy un ejemplo, me arden los ojos y me da dolor de cabeza por la pantalla, y tu solo dices que me quejo siempre.