Luz y Tormenta

[CAPÍTULO 2]

Christian O'Brien 

—Me duele la maldita cabeza. —Me aviento al sofá. 

—Te acuerdas de que anoche tuve que darte leche para bajarte lo drogado, ¿verdad? —Dice en un tono molesto. Traía un café en sus manos, supongo que no soy el único con dolor de cabeza o cruda. 

—No me acuerdo de nada después de ... 

Me interrumpe 

—Ingeriste no sé qué cosas, Christian. —Suspira y se sienta en el sillón—. No sé qué otras mierdas te metiste, pero estabas muy mal. —Lo miro y estaba demasiado serio—. Estabas vomitando algo verde, no podías sostenerte, no podías hacer nada... 

—Matt, perdón no quería preocuparte. —Me siento en el sofá. 

—Ya estás grande, Christian. —Se levanta de su lugar—. Deberías pensar mejor las consecuencias de tus actos. —Camina hacia la cocina—. En una de esas puedes quedar mal. 

Camino hacia él y entró a la cocina. Detesto que me regañe como a un maldito niño. Sé lo que hago y las consecuencias que conlleva, no estoy idiota. 

—Tú no te quedas atrás, también te gusta ponerle —le digo con bastante enojo y busco unas pastillas en el cajón. 

—Si pendejo, drogas alucinógenas y sé cuándo parar. —Deja caer la taza—. Tú eres un maldito adicto y sigues negándolo. 

—¡Qué no soy un adicto, maldita sea! —Le gritó con severo enojo—. El hecho de que tú seas un hastiado que no sabe divertirse es tu puta culpa. —Le ataco—. Me da pena, hermano. Desde que Jake murió te volviste aburrido. Siempre serio, apagado. Se te nota el dolor en los ojos, te sientes culpable de su muerte pero esa no es mi maldita culpa. Si tú no eres feliz deja que los demás lo sean. Jódete en tu mundo de mierda —le escupo y le digo en susurro—: si Jake te viera, te odiaría igual que yo.

Matt pasó por encima de los pesados de la taza, su expresión era más seria, pero... ¿Quiere llorar? No, no, imposible. Matt no llora desde la muerte de Jake. 

Mierda. 

—Matt. —Me dirijo hacia él y me detengo en la puerta—. Yo no quise nombrarlo, se me salió. Lo siento 

«La cagaste, Christian» 

Voltea hacia mí. Sus ojos estaban completamente rojos y húmedos, sus manos formaron puños, su cuerpo estaba tenso, su semblante estaba triste. 

—Métete tus comentarios por el culo y vete a joder a otro lado —su voz se escuchaba en un nudo y azota la puerta en la cara. 

(…) 

Matt O'Brien 

«—Estaré bien —contestó el peli azul—. Sólo deja que se me baje un poco y vuelvo abajo. —Se acomoda en la cama. 

—Estás demasiado mal. —Me pongo a su lado. De verdad me tenía muy preocupado—. Estás pálido  

—No actúes cómo niña, Mateo. —Me pega un manotazo, haciéndome reír. 

—Pero tu mamá dijo... —Balbuceo  

—Es muy fácil darle esperanzas o ánimos a alguien que sabe que ya no las tiene. —Se sienta y se acomoda en la cama. 

—Deja de joder con eso, saldrás adelante. —Le doy unas palmadas en la espalda. 

—Arriba las esperanzas, abuela. —Se ríe—. Mejor ayúdame a ir a la ducha y que se me baje esto. 

—Primero quítate la ropa. —Lo paro de la cama. 

—Atrevida. 

Jake hace una mirada traviesa. 

—No tengo nada en contra de ellos, pero no empieces con tus cosas homosexuales. —Le pegó en la cabeza. 

—Deberías, guapo —hace un ademán. 

—Vamos pues, que la fiesta está a tope y no me la quiero perder. —Lo jalo y cargo»

La música en mi cuarto estaba a tope, los vidrios retumbaban, la puerta tenía puesto el seguro, los recuerdos venían uno tras otro. Las lágrimas tan amargas y saladas no dejaban de salir. No saben cuánto odio llorar, sentirme débil, tan quebrado, tan vacío. 

«—¡Jake! —Mi voz se desgarraba cada vez que gritaba—. No me puedes hacer esto, Jake. Por favor, despierta —el nudo en la garganta se hacía cada vez más grande, no me permitía hablar fuerte. 

El dolor invadía mi pecho, el coraje manejaba mi mente. Sentía rabia e impotencia al ver a mi mejor amigo sin vida. Más de 18 años juntos viviendo experiencias, escondiéndose secretos, dándonos consejos, peleándonos cuando nos gustaba la misma chica. Festejando los logros que teníamos, los momentos de alegría, los momentos de melancolía iban desapareciendo conforme Jake cerró los ojos. En mis manos se encontraba el cuerpo inerte de su mejor amigo. Podía ver cómo su rostro se iba relajando conforme el calor desaparecía de su cuerpo acompañado con una tez pálida. Ya no había nada. Únicamente un vacío que me costaría asimilar. 

—Descansa en paz, hermano. —Lo abraza—. Te quiero mucho».

El estruendo de un vidrio resonó por toda la habitación, la botella que anteriormente tenía en mi mano ya había hecho trizas en la pared dejando su líquido caer sobre el suelo. Camino hacia el pequeño mueble que está al lado de mi cama, una linda foto resaltaba por encima de ésta. El marco era plateado y en las dos esquinas inferiores tenía dos calaveras. 

Días después de su muerte, su madre me regaló la foto junto con otros recuerdos. Al igual que yo, él también la tenía a un lado de la cama. 




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