Melanie Hernández
—Hola, chiqui —saluda con nerviosismo sin soltar a mi hermana menor—. ¿Qué estás haciendo por acá?¿Qué tal todo? —Se sonroja.
—Hola, grandote —saludo amablemente sin quitarle la vista a Deryl—. Venía por un par de libros y me tome la grata sorpresa.
—Siempre tienes que arruinarlo —contesta Deryl fastidiada quitando las manos de Christian—. No estamos haciendo nada malo.
—Ya habíamos hablado de esto, Deryl —reprendo con autoridad—. Christian, por favor, abstente de hacer estas cosas y más en público.
— Vale, perdón. Pero afirmó que no estaba queriendo hacer algo, simplemente joderla es mi pasión —responde Christian con la cabeza agachada. Parecía un niño pequeño regañado.
—Arruinas lo divertido, Melanie. —Toma sus cosas, enojada.
—Tú tienes 17 años, Deryl. Christian tiene 19 años. —me pongo frente a ella—. No quieras avanzar tan rápido.
Deryl rueda los ojos.
—Yo no te digo nada cuando te alborotas por ver a Matt. —Se escucha la risa de Christian—. Ese supuesto “miedo”, no es más que atracción. —Jala a Christian de la mano—. Tú tienes 19 años y Matt 22 años —imita mis palabras y la risa de Christian se hizo más potente.
—Deryl tiene razón, chiqui. —Toma mis hombros—. Matt no muerde, hasta se divierte viendo tu nerviosismo.
—Váyanse a alborotar las hormonas a otro lado —digo sin tener palabras a lo comentado.
Ambos toman sus cosas rápidamente y salen caminando entre risas. Siempre se salían con la suya.
(…)
Corriendo por los pasillos vacíos del colegio, estaba llegando tarde a mi clase de ballet y estos asquerosos converse que no cooperan me hacían patinar sobre el suelo blanco y limpio de los pasillos. Lo más rápido que pude subí los escalones, las rodillas me dolían, sentía como mis pies se clavaban cada vez más al piso. Podría jurar que algunas gotas de sudor estaban resbalando por mi frente, no vuelvo a quedarme sola en la biblioteca, me pierdo muy fácil entre tanto libro.
«Apenas es martes y ya voy mal… Carajo»
—Buenos días, maestra. —Me detengo sobre el marco de la puerta dando una bocanada de aire—. Disculpe la tardanza, estaba en busca de un libro que no encontraba y se me hizo tarde —excuso en una mentira.
—Adelante, Melanie. La primera vez que llegas tarde —dice sorprendida—. Espero que sea la última vez.
Me adentre al salón buscando donde dejar la mochila, al parecer aun no empezaba en su totalidad la clase. Baje la mochila en la esquina derecha del salón y tomé asiento en el suelo. Nadie estaba haciendo nada. La maestra solo revisaba un par de papeles que tenía acomodados en su escritorio así que decidí sacar mi cuaderno de dibujo junto con algunos lápices.
Me dirijo hacia la última hoja usada de mi cuaderno, el boceto de dos cuerpos masculinos yacían dibujados en las hojas blancas. Hay cosas que no solo deben perdurar en la cabeza. Mis manos y cuerpo piden volver a plasmar la silueta de aquellos hombres que conocí hace más de un mes y quien soy yo para detener tan grande necesidad. Extrañamente no han podido salir de mi cabeza. Ambos tienen un aura que me agrada, me hace sentir cómoda.
El arte, es la composición de todo aquello que el ser humano no puede describir, no lo puede ver, no lo puede tocar. Pero si lo puedes plasmar y convertirlo en una bella danza, en un tierno poema, es una sublime escultura o en un dibujo alucinante repleto de colores o incluso sin ellos dejando que solo el gris decore los maravillosos rasgos de tu obra. El arte es un sentimiento, es el despertar de todos los sentidos, es la explosión que causan sus caricias contra tu piel, la embriaguez de su perfume al entrar por tus fosas nasales, el sabor a licor que tienen sus húmedos labios, la forma en la que hunde su voz sobre tu cuello y él se deleita al escucharte, la emoción al solo ver como sus pupilas dilatan por ti…
Las emociones que me causa Matt son cómo una montaña rusa, es divertido, pero en momentos asusta.
Con suma tranquilidad dejó el lápiz apoyado en el suelo, levanto mi vista buscando algo que me saque de mi cabeza y me permita dejar de suspirar en esas siluetas.
Cómo si fuera poco un par de ojos azules y una sonrisa coqueta aparecieron en mi cabeza. Su forma de moverse, de hablar, incluso cuando se queda vagando en sus pensamientos tratando de buscar soluciones para problemas chiquitos. Es como un niño y tiene la nobleza de uno, aunque tenga sus momentos donde solo piensa llevarte a la cama.
Por el contrario, el mayor es un poco más reservado. Cómo si tuviera que pensar y meditar sus palabras antes de decirlas, es directo, vacilador y burlón. Pero lo único que percibo de él es soledad al igual que la percibo de su hermano menor. Es muy recto, misterioso, es deprimente el aura que sale de él pero a la vez te atrapada en una red de intriga para saber qué está pasando por su mente al momento que te ve.
Es demasiado obvio mi intriga hacia Matt, daría lo que fuera para saber qué es lo que pasa por esa cabeza, encontrar la razón por la cual sus ojos negros se dilatan y se opacan. Cada vez que los veo me imagino un par de galaxias muy hermosas. Quiero estar ahí en sus momentos más difíciles o en los más divertidos, ayudarlo cómo él lo hizo conmigo. Pero cada que me acerco un hueco grande se forma en mi panza, mis piernas tiemblan, los nervios aumentan y sólo quiero correr, correr lejos donde nadie me vea para poder gritar de la emoción que inunda mi pecho, es algo que con palabras no se puede describir.
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Editado: 09.03.2024