Luz y Tormenta

[CAPÍTULO 9]

Matt O'Brien. 

La lluvia golpeaba fuertemente la ventana, las nubes grises decoraban la vista del edificio, las persianas abiertas de par en par dejando entrar la poca luz. Siempre fueron de mi agrado los días así, me resultan bastante cómodos e inspiradores. 

—¿Qué no estabas en detención? —Un Christian adormilado entra por la puerta de la cocina aun bostezando. Arrastraba los pies y tallaba sus ojos. 

—Era eso o no ir —explicó—. No fui 

—Sólo a ti te gusta meterte en problemas. —Toma asiento cerca de la barra y acuesta su cabeza acomodando sus brazos—. ¿Qué hiciste? 

—Nada importante —me abstengo de dar explicaciones.

—¿Qué cocinas que huele tan bien? —Me mira de reojo. 

—Pechuga de pollo con crema chipotle y espagueti con especias. —Dejó la cuchara y apago la estufa. 

—¿Me vas a dar? —Hace puchero. 

—No. Tú hazte de comer —le digo en tono serio. 

Doy la vuelta y me dirijo a la alacena para tomar un par de platos, cucharas, tenedores y vasos. La mirada de Christian seguía sobre mí sin quitar el puchero, miraba todo lo que hacía y a donde me movía. Deje los platos sobre la mesa, acomode los cubiertos y tome los vasos. 

—Estoy chiquito, Matt. —Se acomoda en el asiento. 

—Ya tienes 19 años, puedes hacerte de comer. —Camino al refrigerador y sacó dos latas de refresco—. Tienes manos. 

—No tengo. —Esconde sus manos dentro de su camisa de manga larga—. Ves no tengo. —Por más que quisiera hacerme serio no podía—. Por favor, soy tu hermano menor, debes de cuidarme. 

—Ya siéntate, Christian —le digo resignado—. A la próxima cocina tu. 

—Le hablo a los bomberos, excelente propuesta —amplía su sonrisa satisfecha. 

(…) 

—¿Vendrá la pelirroja? —Pego un sticker color rosa en uno de los párrafos, dejando así mi libro sobre la mesa. 

—No lo sé, ayer ya no hablé con ella. —Christian se recuesta en el sillón—. Mañana la veré de nuevo —suspiró sonriendo. 

—Vale… —Le doy un sorbo a la cerveza. 

—Oye… —Dice juguetón—. ¿Te atrae Melanie? Ya sabes, sentir algo, interesarte algo de ella —suelta de repente y se cubre con una pequeña manta. 

—De Melanie… Es linda, no puedo dudarlo —le respondo sin más. 

—Estoy seguro de que eso no es únicamente “es linda” —ríe a boca cerrada—. Y pregunte si te atrae, no si se te hace linda. 

—¿Qué pretendes, Christian? ¿Quieres que te recuerde las cosas que están sucediendo y por qué no estoy interesado en una relación? —Vuelvo a tomar mi libro tratando de ignorar las palabras de mi hermano. 

—No pretendo nada —se escuda—. Pero esa forma que tiene de mirar no es la mirada que le das a cualquier chica. 

—¿Ahora conoces mi forma de mirar? —Lo observo de reojo. 

—Digamos —se acomoda mejor—, conozco tu mirada cuando una chica te atrae físicamente. Te las quieres comer con la mirada, tienes ganas de desnudarlas —enfatiza en sus palabras—. Pero con ella, es cómo cuando ves un libro que te gusta, quieres admirar cada página, cómo lo haces ahora. Aun cuando sólo viste la portada. 

Si bien, no mentía. Cuando estábamos en aquel hospital pude sentir su mirada sobre mí a cualquier lugar que me movía, escaneaba mi cuerpo de arriba abajo, me hacía sentir nervioso. Analizaba mis pasos y se mordía el labio cada que mostraba un acercamiento hacia ella. Cuando la tuve frente mío, quería escucharla hablar. Su voz era en un tono demasiado bajo, tenía paciencia para hablar. Aunque de la nada se le salían berrinches que sólo me causaban ternura. En otros momentos me irritaba. 

Cada vez que me muestro amable, cada vez que la quiero un poco más cerca, ella sale corriendo. Le aumentan los nervios, se le dificulta respirar; al parecer le causó lo que ella me causa a mí. Puede ser la vibra que tiene o la pasión con la que habla, sus movimientos, sus berrinches sin sentido. En un poco más de un mes parece que se convirtió en una obsesión.

¿Quién eres tú y por qué te siento tan cercana a mí? 

—Sólo es algo físico —conteste—. Cuando la vi, sentí una pequeña atracción por su comportamiento —me encojo de hombros—, pero me da aún más intriga cuando se aleja de mí. 

—Sigues teniendo miedo a afirmar tus sentimientos, incluso cuando no sabes que sientes. —Mira al techo. 

—Yo creo que a ti te atrae Deryl. —Levantó la ceja y él se sonrojó—. ¿O me equivoco? 

—No te lo niego —sonríe ampliamente—. Te puedo decir que tú y yo sentimos lo mismo. A veces no sé cómo tengo autocontrol para no besarla, abrazarla, hacerle mimo —suspira—. No quiero actuar tan rápido… Quiero que ella me sienta, quiero más momentos de paz. 

«También Melanie me da paz» 

—Hay momentos —me sincero—, donde no siento pasar el tiempo con Melanie. Aunque sólo hablemos de la escuela o de lo problemáticos que son los hermanos menores.

—¿Y por qué no te acercas más a ella? —Interroga y se sienta. 

—Porque cada que lo hago, ella impone una barrera y prefiere irse. —Lo miro—. He tratado de entender sus causas, pero sólo responde que mi presencia es muy pesada y no entiendo eso. 




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