Luz y Tormenta

[CAPÍTULO 10]

Melanie Hernández 

El camino de la casa al hospital no es demasiado largo, pero el tráfico que hacía era lo más tedioso. Eran las cinco de la tarde y el boulevard estaba repleto de carros, no podíamos avanzar. Las bocinas de los autos cimbraban los vidrios del carro, las personas gritaban y maldecían al ver que nadie avanzaba. En fin, un completo infierno. 

—Dice Christian que estarán en la sala de espera. —Cuelga el celular y lo deja a un lado—. Que Deryl está bien, que no fue nada grave de su pierna. Más que un esguince —me mira de reojo. 

—Gracias, Matt. —Giró en mi asiento y lo miro—. Espero no estarte causando problemas —expresó con timidez. 

—No las causas —dice serio y avanza el carro. 

—Bueno… —Me recargo en la ventana. Los ojos me ardían a más no poder. 

—¿Puedo saber a qué se debió tanto problema? —Me mira y regresa su vista al camino. Cómo si quisiera retener sus sentimientos—. Tus ojos llorosos delatan que fue algo fuerte y la pierna de Deryl no es algo común. ¿Qué pasa pulga? —Sonaba preocupado. 

—Tuvimos una discusión con mi madre, cómo siempre. Nos hecho en cara que éramos unas malagradecidas, malas hijas, malas personas —contestó sin abrir los ojos—. Que somos convenencieras y que ha llegado a pensar que nuestros problemas son falsos, que sólo queremos llamar la atención. 

—Dime más. —Siento su cálida mano acariciar mi pierna. 

—Me dolió lo que dijo. —Pongo mi mano sobre la de él—. Le dije que para llamar la atención hay otras cosas. Que no tengo la necesidad de fingir un problema alimenticio, que yo no busco tener pesadillas en la noche, que no me gusta estar siempre en el hospital —un nudo se forma en mi garganta—. Que por lo contrario ella si busca atención, que se hace la víctima en problemas que ni son de ella… 

—Entiendo… —Entrelaza su mano con la mía. 

—Se enojó y me soltó una cachetada. —Absorbo mi nariz—. Deryl vio y le gritó que ella y mi padre son los culpables de todo lo que está pasando. La aventó y salió de la casa enojada. 

—No tiene derecho a reclamar algo cómo eso, mucho menos a levantar falsos cuando ella es la que vive día con día con ustedes —su voz cambió severamente a una más dulce. 

Yo no pude más y rompí el llanto.

No comprendo las actitudes de mi madre, mucho menos las de mi padre. Siempre he tratado de ser mejor hija, no darles tantos problemas, pero ellos parecen no ver eso. De verdad me estoy esforzando en ser un orgullo para ellos, pero nada está funcionando. 

El agarre de Matt fue más débil hasta soltar mi mano, me jalo hacia él e hizo que le abrazara completamente el brazo. Escondí mi cara en su cuello sin dejar de llorar, su camisa se llenó de mis lágrimas y a él no parecía importarle. Me aferre más a él hasta acurrucarme. Su piel era fría, pero me hacía llenar de calidez por dentro, por fin tenía alguien que me escuchara y me hiciera sentir que tengo un apoyo. 

—No sé qué hacer —digo contra su cuello. Sentí su piel erizarse al contacto de mi respiración—. No me siento fuerte y depende mi hermana de mí. 

—No tienes porqué hacer algo. —Su cabeza se recarga en la mía—. No siempre debemos ser fuertes, está bien ser débil. Pero si por eso dejaras de luchar, entonces estás mal. —Frena de nuevo el carro—. Tu hermana siempre dependerá de ti y ella entenderá que no siempre serás la fuerte, deben apoyarse. 

—No me gusta sentirme así. —Giro mi cabeza quedando mis labios cerca de su mejilla—. Tan pequeña, tan débil. 

—No te gusta sentirte así, pero es cuando más vivo estás. —Conduce de nuevo y aleja su cara dejando un frío en mi piel—. Debes querer hasta tus peores momentos. Por ellos creces cómo persona. 

—¿Cómo sabes todo eso? —Pregunto casi en un susurro. 

—Me lo dijo un viejo amigo —sonríe a medias—. Créeme que también me cuesta hacerlo o aceptarme, pero sólo estoy buscando una razón más. 

—Creo que aún existen razones…

—La casa no tiene los mejores lujos —dice desviando el tema—, pero si nos organizamos con los gastos y tareas. Supongo que podremos llevarlo poco a poco. 

(…) 

Christian O'Brien 

—Listo, en un momento más te traigo de comer. —Acomodar las sábanas sobre ella—. Tu piecito está sano y salvo. 

—Gracias, mi grandote —contesta más dulce que de costumbre. 

«Me gusta cuando me dices así» 

—De nada, mi cerecita. —Beso su cabeza—. ¿Gustas algo más? 

—¿Te puedes quedar? Detesto estar sola. —Se acomoda en la cama. 

—Estoy enfermo, no te quiero contagiar. —Hago una mueca y doy vuelta a la cama quedando del otro lado—. Puedo hacer la excepción.

Me quito la sudadera, zapatos y me meto en las sábanas con ella, está haciendo mucho frío. 

—Sé que nunca soy amable contigo. —Me mira—. Pero si me gusta mucho estar contigo. 

—Dices que no eres amable y para mí lo has sido. —La jalo hacia mi quedando cara a cara—. No entiendo de dónde sacan que eres seria o enojada. Si para mi eres una cosita tierna. 




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