Christian O'Brien
—Si, de todos modos está el comprobante de que falte por andar enfermo. así que no tengo problema —colocó los vasos de leche junto con la fruta.
—Yo llevo el de Deryl. ¿Vamos los dos terminando las clases? —propone Melanie sin dejar la mano de Matt.
Después de lo sucedido aquella noche, todos quedamos intranquilos. Ella ya no pudo dormir y mucho menos Matt, así que decidimos que yo me quedaría con Deryl sólo por esa noche y ellos se fueron a la sala para distraer su mente viendo películas. Cosa que se extendio o más noches y desde esa mañana ni uno ni otro se han separado. Por otro lado, yo dormí plácidamente abrazado de mi linda pelirroja. Claro, nada pasó o al menos no en ese momento.
—Me parece perfecto —da su último sorbo al café—. Si mal no estamos tenemos varias clases juntos, así que ha darnos prisa —responde y deja la taza en el fregadero para volver su mano a la de ella.
«No digas nada Christian… No digas nada»
—Bien, yo llevo esto con Deryl. —Señaló el almuerzo—. De paso también sus medicamentos y los míos.
—No te sobrepases —sentencia Matt—. Nos vemos por la tarde.
Choca su mano con la mía para después chocar nuestros hombros.
—Nos vemos, grandote —se despide Melanie parándose de puntitas y dándome un beso en el cachete.
—Cuídense. —Tomo la charola y los veo alejarse.
—Yo también quiero un apodo, ponte un apodo —se escucha a lo lejos después de cerrar la puerta.
«¿Ese es Matt?»
(…)
—Estaba delicioso —dice Deryl y deja la bandeja a un lado de ella—. Siento que voy a reventar.
—También yo. —Sacudo un poco mi pantalón—. Aunque fue más delicioso el beso que me robaste. —Levantó la mirada y ella ladea su cara completamente sonrojada.
El que no dice la verdad, jamás va a avanzar en este juego llamado amor.
—Eso creo —responde y toma las sábanas entre sus manos.
—¿Eso crees? —Interrogo y me acerco más a ella—. ¿Te lo recuerdo?
Sonrió y su mano se dirigió a mi boca.
—Tu estas con Fernanda, sólo fue un beso. —Me alejo de ella con el ceño fruncido—. Lo que menos quiero es ser un juguete para alguien.
—Vale —suelto un suspiro cansado—. Entre Fernanda y yo no hay nada. Tampoco quiero que pase algo. —Me levanto de la cama—. Tú te has robado mi corazón en tan sólo un mes. Aunque digan que es muy rápido es porque no conocen lo que es congeniar tan bien con alguien y para mí fue más que un beso —explico y tomó la bandeja.
—Demuéstramelo. —Se quita las sábanas—. Si de verdad dices que me quieres demuéstramelo. Llevo un mes conociendo hasta tus defectos, así que sabes a lo que me refiero.
—¿Cómo? —Pregunto y dejo de nuevo la bandeja.
—Ese es tu problema —ríe—, no el mío. Pero en primera, mientras estés con Fernanda tus palabras no me las puedo tomar en serio —sonríe enseñando los dientes.
—Sabes que Fernanda básicamente ha sido mi amiga de infancia, ¿verdad? —Tomó su mejilla y la acarició.
—Pero has sido consciente de que ella se daña, ¿verdad? —Dice en mí mismo tono.
«Si, lo sé»
No hubo necesidad alguna de que ella me escuchará, sabían que lo pensaba. Ella sabía que Fernanda ha sido una de las causas por las cuales estoy aquí.
—Haré lo que sea —digo casi en un susurro.
—Deja de consumir eso, Christian. Se dice fácil pero sé que no lo es. —Acaricia mis manos—. Ya no quiero verte mal, prometo estar a tu lado en el proceso. Pero ver el daño que te hace no es para nada lindo.
—Trataré —me acerco a ella—. De verdad lo haré.
Sin demorarme me acerque a sus labios brindándole un tierno beso. Sus labios aun saben a mermelada por los hot cakes junto con un leve toque de manzana. Mis manos se aferraron a sus mejillas mientras que sus manos se apoderaron de mi nuca. El beso era lento, cálido, pero a la vez hambriento. La necesidad era más, queríamos más.
Con sumo cuidado la acosté en la cama quedando arriba de ella, bajé mis manos hasta su cintura para acercarla más a mí.
—Bésame —ruega—. Quiero que me beses.
Aprieta mi cabello acercándome más a su cara.
—Es que no puedo dejar de verte —me sonrojo ante mis palabras.
—Tienes todo el tiempo para hacerlo, pero quiero que me beses. Ahora —manda
Atacó sus labios con fiereza y meto mi lengua sin ningún aviso. Tal y cómo lo pensé ella accedió y siguió con el mismo ritmo que llevaba. Apreté su cadera y ella me tomó por la espalda acariciándola, las faltas de aire eran el problema menor pues cada alejamiento jalaba su labio entre mis dientes y los jadeos de ella eran la respuesta más excitante que podía tener. Mis manos subieron un poco más su blusa mostrándome su piel blanca y algunos lunares. Baje mis besos a su cuello y ella ladeo su cabeza dándome un espacio exquisito, pasando mi lengua lentamente por su cuello hasta su oreja.
#4079 en Novela romántica
#245 en Joven Adulto
amor adolecente, amor adolescente primer amor, amor adolecente romance
Editado: 09.03.2024