Melanie Hernández
—El pie en punta, Melanie —ordena la maestra subiendo un poco más mi pierna—. Estira, sólo un poco más de fuerza. —Se aleja de mí mientras inspecciona a los demás— y abajo. Espalda derecha, mirada adelante, levanten un poco más la barbilla y no olviden los hombros hacia atrás.
La música sonaba por todo el salón. El “Tap” de la maestra cada que marcaba los cambios de movimiento. A veces me encanta bailar, pero en otras ocasiones rogaría no tener pies y lo que más me desesperaba era la mirada de Stephanie. Desde que entré al salón se la ha pasado inspeccionando todo mi cuerpo, ni siquiera disimula su mirada. Su ceño fruncido y esa estresante manera de morderse los labios.
—Melanie, ya acabamos.
La voz de Johan me saca de mis pensamientos para avisarme que tomara mi compostura normal.
—Gracias —sonrió—. Estaba agonizando internamente.
—A mi me duele la punta de mis pies. —Ríe y ambos nos sentamos en el suelo—. Pero descuida, también note que Stephanie no deja de verte.
—¿Es muy obvio? —Pregunte en sarcasmo.
—Demasiado diría yo. —Recarga su espalda en la pared—. Andas con su ex, ¿no? ¿Cómo se llamaba?¿Mateo?
—Ah…Si, si. —La miro de reojo—. Hace poco empecé mi relación con él. ¿Cómo sabes?
—Los rumores corren bastante rápido —explica—. Además, todos sabemos que Matt no es de andar con personas. Es algo solitario y de un día a otro entra contigo tomados de la mano. —Ríe—. Créeme tardaron más en entrar que en lo que llego el chisme.
—Es que aquí nadie puede tener vida privada —me quejo.
—No, si es que andas con el chico más solitario de aquí. —Hace un ademán con sus manos—. Aparte tu eres la ex de su mejor amigo, osea Antoni.
—¡Oh, Dios mío! —Dejo caer mi cabeza con frustración.
—Vale, vale, cierro pico —sube sus manos en defensa.
Quité mis balerinas con cuidado. De verdad mis pies me dolían a más no poder. Los tomé entre mis manos y me proporcione un masaje que se que calmara el dolor.
La maestra estaba ocupada checando algunas cosas, supongo que de la clase. Todos estábamos ocupados en nuestro mundo, incluso Johan estaba mensajeando con su novio. Pero esa mirada de Stephanie seguía siendo cada vez más pesada.
—Bien, muchachos. —Se acerca la maestra a nosotros—. La clase de hoy fue bastante productiva. Les agradezco su atención y su excelente participación. a pueden ir saliendo y recuerden dejar el salón limpio.
— Gracias —contestamos todos al unisón.
Saqué mis zapatos de mi mochila. Tenía toda mi ropa aquí, así que sólo sacaría eso para ir rápido al baño a cambiarme.
—Te veo luego, Melanie —se despide Johan con una gran sonrisa y yo sólo me limito a despedirme con la mano.
—¿Ya estás lista? —La voz tan alta y grave que tiene Matt causó que varios del salón voltearan a vernos.
En que momento entro, no lo sé.
—Tengo que ir al baño a ponerme mi ropa. —Tomó mi mochila y lo miró. Si que era alto—. No creo tardar.
—¿Sólo así? —Frunce el ceño y ajusta su mochila.
—¿Sólo así que? —Preguntó de igual modo.
Parecía que la gente no tenía nada que hacer, seguían estáticos con la mirada sobre nosotros.
—¿Sin beso? —Inclina su cabeza—. Vengo de traerte algo de la cafetería y ¿ni un beso me das?
—Matt… —Susurró sonrojada—. Vamos, afuera te lo doy.
Camino por su lado y me jala con tal fuerza que casi tropiezo.
—No —dice seguro de si estampando sus labios con los míos.
Soltó mi brazo y me atrajo hacia él tomándome desde la cintura. Para llegarle tenía que pararme de puntas y él tenía que agacharse bastante para sólo sentir nuestros labios en ese jugoso beso. Puede que con todos sea el chico solitario y malhumorado pero conmigo era cómo tener un oso que podía apapachar a cualquier hora del día. Con todos era un hombre y conmigo era un niño que tengo que cuidar y cumplir con sus berrinches.
—¿Satisfecho? —Pregunto en el momento que se aleja de mí.
—No —niega relamiéndose los labios—. ¡Sólo que la gente aquí no tiene vida propia y prefieren espiar a otros!
Gritó tan alto que la gente ahí pasmada tomó rápido sus cosas y salieron casi corriendo del salón.
—Tenía ganas de hacer eso —expresó con fastidio.
—¿Ganas de qué? — aún no me soltaba de su agarre. Su cara se acercó más a la mía.
Él tenía el poder de ponerme nerviosa.
—Matt —pongo mis manos en su pecho—, necesito cambiarme.
—Vamos.
Besa mi nariz para después tomar mi mano y salir del salón.
(…)
Saben lo lindo que es ver cómo poco a poco tu cuerpo se va sanando después de tratarlo tan mal y luego ver su propio cambio. Cómo vas ganando peso, cómo tus manos pasan de ser flacas a rellenarse un poquito más. Mi cambio no era tan notable, pero podía ver mi propio reflejo en aquel espejo. Cómo pasé de odiarlo y darme asco a agradecerle por aguantar las tantas veces que lo sometía a poca comida y tantas heridas.
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Editado: 09.03.2024