Luz y Tormenta

[CAPÍTULO 27]

Matt O’Brien 

Camine nuevamente a la cocina, el olor a la comida que estábamos preparando era sumamente delicioso, pero al entrar precisamente se hacía mucho más fuerte el olor causaba que mi panza rugiera cómo nunca. Siempre soy de comer muy bien, pero en esta ocasión la ansiedad por lo que habíamos preparado era más intensa. 

Me acerque un poco más hacia Melanie quien estaba poniendo la mesa, con mis manos acaricie su diminuta cintura y la pegue un poco más a mi cuerpo, ya no se asustaba cada que la quería tocar, todo lo contrario presionaba su cuerpo contra mí y se pausaba cómo esperando mi siguiente movimiento. En efecto, me agache un poco y repartió besos por su cuello, siempre me ha gustado tratarla con delicadeza pero teniendo su cuello cómo una debilidad me daba por morderla y lo hacía sin pena alguna. Ella sólo me incitaba más por esos suspiros. 

Giró su cuerpo quedando frente a mí, subió sus manos hasta mi cuello y me acerco a ella para plantarme un beso el cual más que dichoso seguí. Di algunos pasos para atrás hasta toparme con la barra de la cocina, era un beso lento, nada agresivo. Era nuestra manera de demostrarnos que nos queríamos, con un simple pero muy especial beso. Pero cómo hombre y ser humano que soy, me era inevitable no reaccionar a eso. Mi calor subía, mis manos se aferraban, más la apretaba y más me costaba respirar. Detesto mi naturaleza pero ella me encantaba de todas las maneras humanamente posibles. 

—Hay que servir la comida —dice contra mis labios—. No quiero que pase algo más en la cocina. 

—¿Algo más cómo qué? —Le digo de la misma manera. En este mes hemos evolucionado de una manera sorprendente. Antes el tema sexual era algo delicado, ahora era un tema que podíamos sobrellevar o tocar en cualquier momento—. Es que acaso te causo algo que no sé. 

—Te mentiría si dijera que no hay necesidades que cubrir. —Se separa de mí—. Pero no ahora 

—Para mí el sexo puede esperar, más no la forma de decirte que te quiero —beso su nariz. 

Los malos tratos le han hecho creer que es parte de un acuerdo forzoso tener relaciones con tu novio. Aunque yo estaba acostumbrado igualmente a eso. En este momento era lo que menos me importaba, sólo quería tenerla, abrazarla, apapacharla, que se amara y yo amarla. Lo demás quedaba en segundo plano, sin descartar la idea de que nos traíamos de una manera íntima, también. 

—Puedo… —Niega—. Quiero hablar de algo contigo. 

—Adelante —le sonrió de lado—. Pregunta lo que gustes.

Le ayudó a servir la comida en los platos. 

—Estos días… He notado que Stephanie me cuida donde quiera que vaya. No me habla ni nada, sólo me sigue —dice confundida—. Me da algo de cosa ¿Hay algo que hiciste con ella que tenga que saber? 

—De ella lo sabes todo —explicó—. Sólo es una niña que hizo de todo para ganar algo de fama. Apuesto que te mira así por los celos o venganza por lo que le grité en la biblioteca, cree que puede pelear contigo para ganarme. Es todo, no deberías temerle a algo. Es patética en toda la extensión de la palabra. 

—Pelear por un hombre —ríe—. Sí es patético, jamás me pelearía por ti aunque fueras el último hombre en la tierra. 

—No comprendo que te apura de ella, preciosa —digo aun con una sonrisa. 

—Ya sé que es un tema tonto, pero sabes que ella me cae mal. Mucho antes de conocerlos se empeñaba en hacerme pasar ridiculeces en la clase de ballet y ahora que sabe que ando contigo parece que quiere quemarme en la hoguera —contesta con diversión  

—Es que nada de ella me sorprende —me encojo de hombros. 

—¿Hay alguna mujer de la cual me deba cuidar? —Levanta la ceja sin perder esa carisma. 

—Si esperas el cliché de la ex novia vengativa. Lamento informarte que no será en este cuento, que mucho antes de estar contigo me aleje de toda persona que me hiciera daño. —Recargo las manos a la barra. 

—Ósea que si hubo alguien —me mira con interés—. ¿Hay algo que no me ha contado el señor O'Brien? 

Una punzada en el pecho se hizo presente detestaba decir su nombre. Me traía amargos recuerdos que a la vez me hacían sentir culpable. Pero una promesa valía mucha más que un recuerdo, y yo le había prometido a Melanie que sería totalmente transparente. Aunque en ese momento ella me miró cómo entendiendo todo, la interrumpí. 

—Se llamaba Edith, ella tenía 20 años y yo 14 años. Fuimos pareja por un tiempo, pero cosas pasaron y me di cuenta del daño que me causaba… Que nos causamos. —Traté de sonreír, pero una mueca fue todo lo que pude transmitir—. Que ahora que lo pienso, nadie mayor debería estar con un menor. 

—¿Algo cómo Fernanda y Christian? —Toma los platos ya servidos y los deja en la mesa. 

—Quizá más grande, más dependiente. —Pongo lo demás—. No creo que sea el momento para hablar de este tema, pero no hay nada de qué preocuparse. Eso pasó hace años. 

—Es que acaso tú no eres el cliché con un pasado malo, que sólo busca maltratar mujeres porque le recuerdan a su ex novia o madre —trata de sonar nuevamente graciosa. 

—Es que mi pasado me ha enseñado a tratar con respeto, no soy un libro cliché. —Sonrío—. Aunque si puedo cumplir con el estereotipo de Badboy que conoce a una chica noble y se doblega ante ella presentándose cómo el más dulce y amoroso. 




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