Luz y Tormenta

[CAPÍTULO 28]

Christian O'Brien

De nuevo al trabajo. No se me haría tan pesado si no estuviera envuelto en miradas lujuriosas de hombres y mujeres que trataban de desnudarme al paso que caminaba o cuando me agachaba un poco para limpiar la mesa. Jamás me había sentido tan cohibido ante las personas. Siempre fui bastante coqueto con los hombres y todo un caballero con las mujeres. Pero esto había sobrepasado mi tranquilidad. No importaba que llevaba puesto, recibía cualquier tipo de piropo, aunque algunos eran ingeniosos sin duda alguna. A la vez me sentía algo mal, pero vale. Los hombres somos criticados si nos quejamos del acoso, ya que somos hombres y no podemos demostrar sentimientos. Era una sociedad podrida, donde un hombre era alabado por tener cientos de mujeres, pero una mujer era catalogada “puta” cuando andaba con muchos hombres.  

Justo en mi momento de rezarle a los dioses de que ya se acabara el día la mano de Matt detuvo mis plegarias a la vez que me hacía un gesto para que lo siguiera. Puse mi trapo sobre el mandil que llevaba puesto y lo seguí sin preguntar. Su sonrisa era muy amplia, sus ojos irradiaban felicidad en chorros envidiables. Pasamos por la barra e igual le dijo a su compañero que no tardaría. Metí mis manos al bolsillo de mi pantalón pero lo que mis ojos miraban me creaban un nudo en la panza bastante fuerte. Mi respiración se detuvo por un momento, estaba estático, frío, los sentimientos se me quedaron en la boca. Mi hermano mayor tenía entre sus brazos a una pelinegra que a duras penas le llegaba al pecho. La chica lo envolvía y lo estrujaba contra ella. Matt embelesado viéndola, tenía una sonrisa tan amplia que mostraba sus dientes a la vez que besaba su frente con mucha ternura. No estaba feliz, estaba en shock total, no había cambiado nada y cómo por años había dicho, ella era nuestra debilidad. 

(…) 

Melanie Hernández. 

—Creo que es todo lo que llevaré —comenta Deryl mientras sostenía el canasto. Llevaba consigo dos cajas de condones y un pequeño lubricante de bolsillo—. ¿Lista? 

—Eso creo. —Dirigí mis vista a las cajas de tampones que aun con duda sostenía, no tenía idea de cual llevar—. Sólo no se cual llevar, al parecer hoy no surtieron de la marca que uso y los demás no los conozco.  

—Puedes llevar las dos —explica por igual al mirar las cajas—. Así puedes tener opción si alguna te causa una reacción alérgica. 

—Tienes razón —digo aún en duda. Pero dejo ambas en el canasto que cargaba 

Mis ojos no se despegaban de los condones que ella había comprado, eran ultrasensibles si mal no leí en la caja. 

Información poco interesante pero que nos sirve para otra ocasión. 

Hace algunos días tuve un tema con mi psicólogo sobre iniciar nuevamente mi vida sexual y el miedo que eso me causaba. Aunque la respuesta más certera era comenzar cuando me sintiera totalmente preparada. Las pláticas que tenía con Matt me hacían sentirme segura y los especialistas me dijeron que todo debería de ser a un paso. Aunque yo puedo hacer mi vida normal sin importar los traumas, a fin de cuentas seguían siendo traumas y deberán tratarse. Pero yo quería. No por obligación, tampoco por compromiso, quiero sentirme especial y amada, segura y protegida. Así me hacía sentir Matt. 

—¿Pasa algo? —Frunce el ceño—. ¿Se te olvidó algo? 

—Podrías llevarme al pasillo donde compraste eso. —Apuntó las cajas—. Quiero una… 

No preguntó, no se quejó, tampoco se sorprendió. Solamente me llevó al pasillo donde había una gran variedad de condones, sabores, texturas. Fosforescentes, naturales, de todos. Me sentí una novata haciendo esto. Camine entre todos y cada uno lo revise. Para más sensibilidad, más placer, duraderos… 

Dios… 

—Tampoco es que yo sepa mucho. —Deryl ríe con timidez. Espera…¿Timidez? Jamás la había visto así—. Pero yo he visto a Christian comprar y siempre compra los que sean delgados y seguros. Eso me explico él, dice que no se sienten y regalan más sensaciones para ambos. Por eso yo llevo estos… —Su cara estaba roja y muestra las cajas. 

—Sí Christian lo dijo tiene que ser cierto —río por igual apenada. 

—¿Tú no le has preguntado a Matt o no te ha llegado ese tema? —Se acerca a la estantería y me pasa la cajita color negro. 

—Estos días hemos tocado el tema, pero nunca hablamos de las protecciones y eso. —Camino un poco más y tomó una caja que me robó la mirada “Sabor fresa y sin látex”. “Especiales para sexo oral”. 

La poca inocencia en mí, se ha marchado con gran alegría. 

—¿Y estás segura de eso? —Me quita las cajitas y las pone en la canasta—. Digo, es algo de lo cual te debes preparar muy bien. No es algo que se tome a la ligera.  

—Créeme que lo he platicado con todos los que pueden ayudarme. —Caminamos juntas a pagar—. También estoy segura de la decisión que he tomado. Al igual que sé, que Matt entenderá si lo detengo de último momento. 

—Ambos deben disfrutar, es lo importante. La comunicación es lo principal cuando piensan dar ese paso. —Mueve sus dedos con nerviosismo—. Aún hay muchas cosas que yo no comprendo y Christian me las ha explicado paso por paso. De hecho, me gustaría intentar algo… —Toma la caja de sabores—. Cómo esto. 




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