Luz y Tormenta

[CAPÍTULO 31]

Christian O'Brien  

—¿No vendrás a acostarte? —Las manos de Deryl pasaron por mi espalda desnuda causando un escalofrío en ella—. ¿Te sientes mal? 

—Apuesto a que Jake me atropellara con un auto si se enterara que nunca te hable de él. —levanté la mirada al espejo. Ahora estoy viéndonos desde ahí—. Lo peor es que eres mi novia y él querría que te contara todo de él.  

Reprimí lo más que pude mi risa. Sus ojos estaban tan abiertos que parecía que se le iban a salir, tragó saliva con fuerza, estaba tensa y sorprendida. Yo era consciente de la palabra que había dicho, pero su expresión era una joyita para mí. La verdad que sí. 

—¿Qué dijiste? —Titubea.  

—Exactamente qué parte —conteste en un tono neutral. Aunque por dentro estaba igual de emocionado que ella. 

—La palabra que dijiste… —vuelve a titubear. 

—¿Novia? —Levanté la ceja—. He dicho novia. ¿Hay algo de malo en eso? 

—No, es sólo que… Tu y yo, no somos novios. —Sube la mirada hasta mis ojos en el espejo. 

—Eso se puede arreglar —sonreí de lado. 

Su ceño se frunció al verme tan decidido. Esbocé mi sonrisa al girarme frente a ella, la senté en mi regazo mientras acariciaba sus piernas. Acababa de salir de bañar, el cabello aún lo tenía húmedo y cómo era costumbre de ella, no llevaba ropa interior. Solamente mi camisa que la cubría hasta los muslos. 

—¿De qué hablas? —Coloca sus manos en mi cuello acariciándolo. 

—Además decirte todo lo que me gusta de ti, todo lo que admiro de ti y lo que te hace una persona maravillosa. —Doy una bocanada de aire—. Te quiero, Deryl. No sabes cuánto te quiero.  

—También te quiero mucho, Christian. Y no hay necesidad de ser tan cursis para darle nombre a lo que sentimos. —Sus manos suben a mi cabello con una lentitud que me dejaba embobado. 

Ella sabía que no había necesidad de hacer la pregunta, pero esos ojos me mostraban su ilusión. 

—¿Quieres ser mi novia, cerecita? —Jamás había sonado tan firme y nervioso a la vez. 

—Déjame pensarlo un mes. —Sonrió dejándome ver sus perfectos dientes. 

—¿Un mes? Eso es mucho —niego divertido. 

—Una semana entonces. —Pega su frente a la mía. 

—Sigue siendo mucho. —La pegó más a mí. 

—Un día, me estoy arriesgando —roza su nariz con la mía. 

—Una hora, bájale un poco —ruego. 

—¿De verdad una hora? —Levanta la ceja—. ¿Te esperaras una hora? 

—No, de hecho no. Mejor un minuto —sonreí. 

Fue el minuto más largo de mi vida. Ella sólo me miraba con una sonrisa juguetona. Yo seguía con mis manos quietas en sus piernas, era imposible que la tentación no me llamara. La playera se había levantado tanto que podía ver la totalidad de sus piernas desde mi lugar. Trague saliva para no hacer nada imprudente.  

—Bien, ya lo pensé —dice decidida y burlesca—. Me sorprende que me hayas esperado, sabiendo que te diría que sí. Si quiero ser tu novia.  

—Jamás estaré seguro. —Ahora sí, con mucha confianza levantó la camisa—. Ahora puedo salir a la calle y decir que la enana pelirroja es mi novia. 

—Y yo que el idiota castaño es mi novio. —Levanta sus manos para sacarle la camisa. 

—Me convences —le robo un beso. 

—Tengo algo para que juguemos —mueve las cejas. 

«Que sean condones de sabores, que sean condones de sabores, que sean condones de sabores» 

(…) 

Matt O'Brien 

Seguí tecleando en la laptop que tenía sobre mi regazo. Me había decidido hace un par de días comenzar a escribir una novela que saliera de mi zona de confort a lo que normalmente no estaba acostumbrado a escribir. 

Así que me fui por el género romántico. No lo dominaba del todo, pero hacía mi mejor intento por seguir las tramas que la novela requería. A nadie más le había contado de mi nuevo proyecto, quería que fuera una sorpresa. Pero al paso en el que voy lo mostraría hasta el año próximo. 

Con un gran bostezo, apague la laptop y la acomode en mi mesita de noche. Mañana le seguiría, ahorita estaba embobado viendo a mi hermosa novia.  

Creo que verla en ropa interior era un vicio, pero esas bragas negras contrastan con el color de su piel y esas estrías tan divinas que tenía marcadas en su cadera me… 

Necesitaba admirarlas más de cerca. Con el aumento de peso que ha tenido sus pechos también se han llenado de ellas y su trasero por igual, algunas partes de su cuerpo ya tenían un poco más de grasa o músculo. Cómo quieren verlo. Le daban un toque espectacular, si ya era hermosa ahora lo es más.  

—Cierra la boca se te caerá la baba —me regaña sin dejar de verse al espejo. 

—No tengo la culpa de que mi novia se vea tan condenadamente sexy. —Muerdo mi labio sin discreción alguna. 

—¿Te gusta lo que ves? —Pregunta mientras camina hacia mí. 




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