Luz y Tormenta

[CAPÍTULO 32]

Deryl Hernández 

Jamás en toda mi bendita vida me había sentido tan feliz. Sentía que por primera vez algo había cambiado para bien. No pude evitar contarle de tal noticia a mi psicóloga cosa que a ella le había impresionado ya que cada momento de sesión sólo me limitaba a mirarla y no decir nada. Esta vez era diferente, esta vez quería gritarlo a todo el mundo. 

—Todavía no conozco a Christian y créeme que ya lo adoro —dice con una sonrisa—. Tu debes rodearte de gente que aprecie lo que eres. Y por lo que me cuentas, Christian es esa clase de personas. 

—A veces me sorprende cómo siempre es tan positivo con las cosas que pasan —admito—. Es que él me hace ver la vida de otras maneras, me enseña las fallas y las metas que se pueden tener. Sobre todo que no es malo equivocarse.  

—¿Te sientes segura con él? —Deja su libreta en la mesa. 

—Me hace sentirme segura conmigo misma —respondo.  

—Explícame eso, Deryl. —Levanta una ceja. 

—Durante el tiempo que he estado con él, hemos estado trabajando entre los dos. Llenándonos de confianza hacia nuestras virtudes y admitiendo nuestras diferencias. —Sonreí cómo una niña enamorada—. De alguna manera, he logrado destruirme completamente, conocer mis miedos y entender que eso es lo que nos hace tan diferentes entre nosotros. 

—Osea que, esos momentos cómo pareja los convierten en una reinvención de sí mismos —dice interesada.  

—Bueno, las parejas normales se miman entre ellos, nosotros tenemos momentos para filosofar de la vida. —Río—. Es cómo si él fuera mi espejo y me pudiera reflejar. 

—No sabes lo tranquila que me deja saber que estas con las personas buenas para tu vida. —Se levanta del asiento—. Fue una sesión muy productiva, Deryl. De verdad que lo es.  

—Gracias, Tina. —Doy una bocanada de aire aliviada—. Se siente bien, se siente bastante bien.  

—Nos vemos en la siguiente sesión entonces —dice feliz. 

—Aquí me tendrás —confirmó al levantarme de mi asiento 

Me despedí con una amplia sonrisa y me encaminé hasta la puerta. Estaba nerviosa, parecía una gelatina. Esta mañana Christian me había invitado a comer lejos de la casa y la escuela, algo así cómo nuestra primera cita cómo novios. 

«Novios… Que bonito suena eso ¿Pero cuando me volví tan cursi?» 

Me había arreglado lo más decente que se pudiera. No me dio indicio de a donde iríamos así que traté de ponerme lo más casual y formal que había en mi armario: un vestido blanco, botas negras y una chamarra negra. 

Cuando entré al campus muchas personas se me quedaron viendo, no se si era porque entre con Christian de la mano o porque era la primera vez que se me veía con vestido por estos lados. También admito que mi psicóloga no desaprovechó un momento para decirme lo bien que me veía con esta ropa.  Incluso yo me sentía bien con lo que había elegido, sin decir que me veía incluso más pelirroja de lo que soy a causa del blanco.  

Con todo el valor que tuve abrí la puerta y me tope con el chico que día con día me sacaba suspiros. Estaba ahí, cómo un niño pequeño sacudiendo una pelusa de su pantalón blanco. Es que, él y yo habíamos combinado la ropa. Él iba todo de blanco, con una chaqueta negra y botas negras, en su mano izquierda tenía un reloj rojo; que según él, combinaba con mi cabello. Mientras que en mi mano izquierda, yo tenía una pulsera color café que combinaba con su cabello. 

¿Así o más cursis? 

Su sonrisa se ensanchó al verme salir del consultorio. Por inercia lleve mis manos a mi cara casi asegurando que el maquillaje o el pintalabios no se hubieran regado. Y en caso de que pasara me gustaría que fuera en otras circunstancias.  

«Sólo tú tienes el poder de cambiar de enamorada a caliente, eres grande Deryl» 

Toma su mano entre la mía indicando que ya era hora de irnos. Pero Christian estaba lo suficientemente entretenido viéndome a los ojos y cómo si yo supiera leer mentes, me levanté de puntitas para alcanzar esa boca que nunca me cansaba de besar y le di un pequeño pico. Christian era muy alto y yo muy pequeña, no podía durar mucho tiempo así, me cansaría mucho. Se inclinó un poco hacia mí tomando mi cara entre sus manos y me dio un beso más largo, más cariñoso, incluso más tierno. Los demás estudiantes pasaban y para nada disimulaban que nos veían. 

Christian era muy conocido en esta parte del campus y no precisamente por ser todo un genio en las materias. Christian estaba en la boca de muchas chicas cada fin de semana, los chismes corrieron más rápido al ver que él ya había dejado sus manías, lo veían en fiestas pero nunca iba sólo, iba con una pelirroja. 

Conmigo, para ser exactos, y claro. 

También había escuchado a muchas quejarse de ello, la diferencia, es que yo no era la inocente chica que buscaba cambiarlo. Yo era aquella chica problema que sólo buscaba hacerle compañía y sin querer me enamoré de él en el proceso.  

Tome asiento en el copiloto del auto de Matt mientras esperaba a que Christian encendiera el auto y nos pusiéramos en marcha. El viaje fue tranquilo, silencioso y pacífico. Aunque por dentro estaba que me incendiaba de los nervios. Se estaciono frente a un pequeño parque, casi no había gente en el lugar lo hacía un poco más íntimo. Baje del auto mirando para todos lados buscando un lugar para sentarnos, pero mis planes cambiaron al ver la canasta llena de comida y una pequeña banca que también cargaba en la mano.  




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