Luz y Tormenta

[CAPÍTULO 36 PARTE II]

Matt O’Brien 

—Después de la ida de Luna, las cosas se nos empezaron a salir un poco de las manos —explique—. Éramos demasiado jóvenes, queríamos divertirnos, experimentar, volvernos completamente locos si es posible. Así que Jake, con sus influencias de niño famoso, montó una fiesta. 

»Siempre éramos de hacernos notar, no por ego. Solamente que nuestro físico había cambiado bastante y no encajamos en el estereotipo de chico rudo y galán a comparación de aquí. El pequeño Christian conocía el efecto que tenía en las mujeres y hombres, con ayuda de Jake entró entre nuestro grupo siendo apenas un adolescente. Mientras tanto Fernanda era el elogio de todo hombre, pero ella era mía, era mi novia. 

—Y Jake era el famoso todas mías. Y eso me quitaba mucha ventaja —prosigue Christian—. Éramos los 4, éramos muy conocidos. Hasta que un día Jake comenzó a sentirse mal hasta caer al hospital. Le hicieron estudios, análisis, le sacan sangre… Después nos dieron la noticia de que tenía leucemia avanzada. 

»El jamás nos había contado que llevaba tiempo sintiéndose mal, que aparecían marcas en su cuerpo, que se debilitaba, nada. Simplemente nada. Hasta que su cuerpo ya no lo soporto más. Estaba tan mal que ningún medicamento o quimioterapia le hacía efecto en su cuerpo. Nos daban meses con él, pero algo que nos pidió fue que hiciéramos un legado con su nombre. Así que las fiestas prosiguieron. 

—En esas fiestas corrompí mis propios valores, me alcoholizaba, me drogaba, me fijaba en cual chica estuviera peor que yo para llevarla a la cama. —Mis ojos comenzaban a derramar pequeñas lágrimas—. Jamás las toque sin que quisieran, pero hasta después entendí que era considerado abuso, pues ellas no estaban en sus 5 sentidos. 

—Fernanda hacía lo mismo que Matt, yo no. Esa relación terminó a los pocos meses. Sin embargo, seguían juntos —carraspeó su garganta—. Un día, nos hablaron por la madrugada del hospital, Jake ya estaba agonizando. Yo no pude despedirme, no quería verlo así. El único que entró fue Matt. 

—Esa misma noche Antoni, entre su embriaguez, nos dijo lo que le hacía a Luna. —Limpio mis lagrimas—. No podía reclamarle, porque yo hacía lo mismo con muchas chicas. 

—Matt, no… —Niega Luna— tu no eres Antoni.  

—Me aleje de todo y de todos. Pase de ser fiestero a ser el chico solitario que escribe afuera sentado en la banqueta. —Cierro los ojos aguantando el nudo de mi garganta. 

—Quise tanto a Jake, que estar sin él era como repetir mi pasado una y otra vez. Cree una dependencia sin saberlo. Un día Fernanda me acompaño a dejarle flores y en esa misma tumba, primero fue un porro, luego dos y después, era amanecer inconsciente con ella —dice entre amargura y tristeza. 

—Claudia era una terapeuta, me caía muy bien. Pero los celos de Fernanda iban más allá. A mi me gustaba mi terapeuta y sabía que yo a ella. Pero un día Fernanda me drogo y bueno, le mando cosas que no debía a Claudia. —Miro a Christian—. Me dijo que, si yo no volvía con ella, dañaría a mi hermano. 

—Jamás me aleje de ella aun sabiendo el daño que estaba haciendo, ella me daba lo que más necesitaba o creía necesitar. —Suelta el aire frustrado— cada que me alejaba, volvía. Cómo un círculo. 

—Hemos estado por años con psicólogos, pero siempre nos pasaba algo cada que queríamos cambiar. Reíamos, hasta que entendimos que no eran las circunstancias, éramos nosotros. —Juego con mis dedos. 

—Antes de conocerlas, ya estábamos en proceso de sanación. Sólo faltaba algo, Fernanda y Antoni. —Christian me mira—. Vamos a cumplir un año desde que decidimos cambiar todo, aunque nos costara, nos doliera, lo estuvimos haciendo. 

—Hasta que aparecieron ustedes —interrumpe Luna entre sollozos—. Y cursimente diría, que ustedes son su prueba de que el amor existe y no todos quieren hacerte daño. 

Puse mis codos en mis rodillas e hice lo que por tantos años tenía acumulado en mi pecho, llore. Llore hasta que las lágrimas empaparon mis mejillas, llore hasta que los ojos me ardieran y la garganta me dolía de tanto sacar mis sentimientos frustrados. Maldecí a cada persona que destruyó la sonrisa de aquel niño que solo pensaba en soñar y ser un gran escritor, maldecí cada golpe y palabra que derrumbo mis sueños en esos momentos. Odie a cada persona que se acercaba a mi hermano sólo para dañarlo. 

Pero lo que jamás olvidaré fue el sentir unos brazos alrededor de mi cintura, ella estaba frente a mí sosteniendo mi cabeza y me dijo: 

—Te amo y yo se que ese niño, será feliz al ver cumplir sus sueños —susurra en mi oído—. No es tu culpa, jamás lo será. Porque yo te conozco y yo me enamore de ese chico de brazos tatuados que sólo cuida a los suyos. 

La abracé con tanta fuerza que pensé en romperla por un instante, pero ella se aferraba más casi dejándome sin aire. El abrazo perfecto. 

—Si ya odiaba a Fernanda ahora la odio más —habla Deryl abrazando al río llamado Christian—. Estoy muy orgullosa de ti, no sabes cuánto. Te quiero más de lo que imaginas, me siento orgullosa de mi chico. 

—¿Soy tu chico? —Susurra Christian. 

—Solo mi chico —le dice de igual manera antes de fundirse igualmente en un abrazo. 

—Es que ustedes me recuerdan a que yo estoy soltera —dice mi hermana con dramatismo, secándose las lágrimas—. Que lindo es el amor. 




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