Luz y Tormenta

[CAPÍTULO 38]

Deryl Hernández 

Ya hace tiempo que no pasaba por las canchas del campus. Christian y Matt venían aquí a entrenar lo que sea que entrenan; un día era básquet, después fútbol y al último el Gym. Se aburrían muy fácil con las cosas así que… Bueno, tenía razón para venir y ver el torso desnudo de mi amado novio.  

—Lindo, ¿no? —Volteo mi mirada—. Tu novio es lindo, demasiado lindo 

—¿Qué quieres Fernanda? —Me quito los audífonos con fastidio.  

—Fácil, que lo dejes. —Se encoge de hombros—. Más claro no puedo ser. Christian y yo llevamos algo de mucho tiempo, irrompible, por cierto.  

—Oh, permite acabar contigo —le interrumpo e imitó con cierta irritación—. Christian es mío y solo mío. Ni tú ni nadie puede romper lo que tenemos.

—Creo que nos vamos entendiendo. —Asiente con la cabeza—. Aléjate de mí Christian, si no quieres conocer las consecuencias.  

¿Cómo que mi Christian

¿¡Cómo que mi Christian!? 

—¿No conoces el sarcasmo o qué? —Ruedo los ojos. 

—Lo que hay entre Christian y yo, es amor puro. Ambos nos necesitamos, siempre nos hemos necesitado —dice con una sonrisa amplia—. Cuando hacemos… 

—Claro, lo enamoraste con drogas, lo manipulaste, lo lastimaste —ironizó—. Claro, amor del bueno y del bonito. 

—Tú qué sabes de esas cosas —refuta enojada. 

—Lo suficiente para decirte —le apuntó con el dedo—. Aléjate de mi novio. 

—Tú no eres… —aprieta los dientes. 

—Soy mucho más que tú, si es lo que pretendes decir —digo con firmeza—. No me interesa el tiempo que llevan juntos, mucho menos pretendo cuidarlo. Ya está grande. Pero es mi novio, es mi pareja y más te vale alejarte de él.  

Sus ojos se agrandaron a más no poder, la boca la tenía entreabierta tratando de pronunciar un reclamo, pero no salía nada de ella. No sabía si ponerme feliz por causar ese pasmo. Los celos estaban invadiendo mi sistema cuando empezó a proclamar a Christian como suyo, porque es obvio que es mío y solamente mío.

Ok, soy demasiado dramática pero sí, es mi pareja.

Christian sabrá que hacer con su vida pero yo tengo que dar mi lugar a respetar, este o no él cerca de mí.  

—Diez minutos de descanso —habla Christian llegando a mi lado, ignorando completamente a Fernanda—. Estoy exhausto. 

—Te traje una botella de agua. —Abro mi mochila y se la paso—. ¿Trajiste tu cambio de ropa? 

—Si, amor. —Limpia su frente—. Está en mi maleta. 

—Hola, Christian —interrumpe la plaga llamada Fernanda—. Es que tienes novia y te olvidas de tus amigas. 

Para dejar en claro, Fernanda no me cae mal por lo que fue de Christian. En realidad ya nos conocíamos desde hace tiempo y siempre me molestaba por vestir poco femenina. Así que bueno, historia larga. 

—Yo no soy tu amigo —le mira sin ninguna expresión. 

—Ya veo. Tu novia no te deja tener amigas —rueda los ojos. 

—No es que no pueda. Es que no quiero ser tu amigo. —Remarca el no—. No quiero nada que me vincule a ti. 

—Que patético —ríe—. No puedes lidiar con una ex. 

—Yo no soy amigo de las personas que me lastimaron, me humillaron y me hundieron en un hoyo. —Bebe de su agua—. Sin embargo, verte solo me hace recordar el poco amor que me tenía. Ahora sé lo que valgo y la única persona que me importa en este momento lleva el título de novia y futura esposa. Aunque lo segundo lo ando considerando seriamente.  

—¿Novia? —Dice pasmada—. ¿Cómo que novia?¿Y nosotros? 

—¿Quién eres tú? —Inquiere Christian, con el ceño fruncido. 

—Yo soy… —titubea antes de ser interrumpida. 

—Cierto, no me interesa —responde Christian—. Mira, chica, soy demasiado educado para poder ofenderte. La verdad que te lo mereces, pero no me nace. Quiero que te quede marcado, que hay un límite que no permito que nadie cruce. —Se le acerca—. Y en mi relación, con ella aquí o lejos, existe mi límite. Está demás explicar para eso eres inteligente, para entenderlo y meterlo en esa cabeza. 

—Eres un idiota —murmura. 

—¿Por qué ya no dejo que me tomes como niño pequeño? —Alza un poco la voz—. ¿Por qué ya no dejo que me manipules?¿Por que por primera vez soy feliz y tú no puedes serlo? 

—Yo soy feliz… —Comienza a replicar. 

—¿Segura? —Ríe—. Desde que en todo el campus se regó la noticia de que tenía novia, fuiste y me buscaste. Invades mi espacio en las regaderas, me persigues en los salones de clase; me ruegas, me lloras, me pones esas mierdas en la cara para envolverme. Haces todo. 

Ahora yo era la que se quedó pasmada. Christian jamás me había contado de Fernanda, ni siquiera habíamos hablado del tema. Tampoco era que nos importara mucho su vida, pero Christian ya había pasado por esto muchas veces. 

—Te amo —la voz de Fernanda sonaba débil. 




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