Melanie Hernández
Los nervios de volver a pisar el colegio después de lo sucedido hacía que todos los vellos de mi cuerpo se erizaran al instante. La presión de ir y verlos a las caras…
¿Qué dirán de mí?
¿Qué pensarán de mí?...
Estoy segura de que se van a reír de mí, hice el ridículo frente a ellos. Algunos quizá vieron la pelea con Antoni. Más patética no puedo ser.
—Persona que se atreva a decirte algo, persona que soy capaz de reventarle la cabeza —habla Matt, como si me estuviera leyendo la mente—. Además, no tienen porqué decirte algo, pulga.
—Si necesitas que regresemos a casa, solo llámame y nos vamos juntas —habla Deryl, mientras soba mi hombro.
—Los cuatro, nos iremos los cuatro —contesta Christian.
Los mire por el retrovisor y me sentí no muy convencida. Los tres me regalaban sonrisas y ánimos, mientras que yo revisaba que mi maquillaje si haya tapado el moretón y que no se viera nada sospechoso. Di una bocanada de aire y me dispuse a salir del auto. Para asi hacerle frente a todas las personas que rodeaban la entrada.
Me aferre a los cordones de mi mochila hasta que sentí una mano en mi cintura. Con la mirada al frente y con la seguridad que portaba Matt, me hacía sentir bien al igual que protegida, su mano me pego a él mientras caminábamos entre todas las personas, no podía dejar de verlo y sonreír como si fuera una tonta enamorada. Él es mi recuerdo preferido.
«—Me tomé el atrevimiento de traer algo de comer —dice el pelinegro, sentándose a un lado de mí y entregándome una leche de cajita, y unas galletas de vainilla—. Tu hermana me comento que no comes ciertas cosas, así que no sabía que traerte.
—No era necesario —respondo su gesto—. Igual muchas gracias.
Miro de nuevo lo que me trajo.
—Era necesario, no te he visto comer algo desde que estoy aquí —sonaba preocupado—. También te traje mi chamarra, por si te da frio. —Me la pone sobre los hombros.
—Gracias… —Busco la respuesta.
—Mateo. —Hace una mueca graciosa—. Me puedes llamar Matt…
—Gracias por las galletas, Matt. Tenía mucho que no comía una de estas. —Acarició la envoltura antes de abrirlas.
En verdad trate de negarme a dicho gesto, pero de solo olerlas mi panza emitió un sonido tan vergonzoso. Tenía hambre, mucha hambre.
—Considero que las galletas no te saciaran, permíteme llevarte a comer. Aunque sea algo de aquí en la calle, te ves bastante mal. Christian se va a quedar con Deryl. —En realidad sonaba bastante preocupado.
Pero algo tiene este chico que me dan nervios, me causa una sensación tan rara con todas esas muestras de empatía. Tiene la cara como si fuera una persona amargada, pero es todo lo contrario, en serio es muy raro este chico.
(…)
Las bancas estaban llenas de gente, las mesas dentro y fuera de la escuela estaban totalmente ocupados por universitarios y adolescentes. Las escaleras del edificio eran saturadas de más y más personas, no había donde sentarse. Necesitaba desestresarme, solamente quería sentarme a dibujar un rato, pero ni el sol cooperaba con mi día tan fastidioso.
«En definitiva no era mi día»
Camine y camine en busca de un bendito lugar, hasta toparme con el hombre cara de amargado, cabellera negra y pintas de chico malo, mejor conocido como Matt. Bendita la suerte de toparme por donde camino, no digo que no me agrade, pero es que es toda una incógnita. Parece como si desde el día en el hospital hubiera desbloqueado a un nuevo personaje y escuchara de él en cada pasillo. Deduciendo todo lo que decían, Matt solo era un chico solitario, antipático, problemático, pero con un excelente promedio académico. No hablaba con casi nadie, cosa que es más peculiar porque también cuenta con una gran lista de chicas que babean por él.
¿Cómo los diablos no quieren que eso me ponga nerviosa? Es un chico enigma.
—¿Quién es el chico enigma? —Pregunta Matt mirándome desde el suelo.
—¿Puedo sentarme? Es que ya no hay lugares —señaló a su lado en el árbol.
—Por favor —palmea el césped.
Quité mi mochila y me senté a un lado de él.
Sombra, perfecto lugar.
Saqué un par de lápices junto con mi libreta y busqué una hoja en blanco.
—¿Responderás? —Baja su libro.
—Nadie en especial —me encojo de hombros.
—Matt…¿Cómo diablos no quieren que me ponga nerviosa? Es un chico enigma —cita mis palabras junto con una risa—. ¿Soy enigmático? Qué raro.
—Es de mala educación escuchar cosas de las personas. —Siento como mis mejillas se empiezan a sonrojar.
—Me considero bastante raro, mas no enigmático. Además, me lo dijiste a la cara, no es que yo quiera escuchar otras conversaciones —hace una mueca divertida.
—Eres enigmático por todo lo que dicen de ti en los pasillos —conteste directamente—. Además raro, porque ni siquiera nos conocemos y me tratas como si fuera lo contrario.
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Editado: 09.03.2024