Luz y Tormenta

[ CAPÍTULO 48 ]

Christian O'Brien. 

Para mi gusto, los días estaban pasando como arena entre los dedos. Se disfrutaban tanto que no nos dábamos tiempo que las horas, días o meses estaban pasando por encima de nosotros. Y con cada segundo los problemas se estaban resolviendo. Empezábamos para reconstruirnos entre todos. Hallábamos maneras de conocernos que se nos hacían tan sorpresivos, que pequeñas cosas en una cabeza destruida, hacían que todo se nos cayera el mundo. ´Pero ahora éramos nosotros contra el mundo. No me importa cuantas veces lo digamos, pero no es fácil y es digno de decirlo en voz alta, hacer fiesta por los logros aunque sean poquitos. 

No nos completamos, pero nos hacíamos compañía en nuestros peores momentos y es digno de admirarse. 

—¡Oh por Dios! —Grita Deryl, con mucha emoción—. ¿Como diablos supiste eso? 

—Eras muy obvia, hermana. —Asiente muchas veces con la cabeza—. Tengo muy grabado la vez que te vi dibujar el nombre de Christian en tu libreta y ya vivíamos aquí. 

—No puede ser. —Se tapa la cara con vergüenza—. Saldré más quemada que la comida de Christian. 

—Con mi comida no te metas —grite, desde la cocina mientras trato de quitar la parte quemada del pastel. 

—Amo tu comida, pero se te quema —abraza su almohada. 

—Te la paso, porque dibujas mi nombre en una libreta —le guiño el ojo. 

Los cuatro soltamos la carcajada al momento, menos Deryl. Luna está agarrando su panza rogando que por favor paráramos de reír o terminaría corriendo al baño. La cara de mi novia seguía en un hermoso puchero, odiaba ser descubierta en sus momentos vergonzosos. 

—Ok, ahora. Deryl cuéntanos qué hacía Melanie cuando estaba enamorada de mi. —Matt mueve las cejas de arriba abajo. 

—Bueno. —Se acaricia las manos de forma macabra—. Mi querida hermanita, tiene múltiples dibujos tuyos en su libreta. También llegué a verla bailar o imitar un baile contigo. 

—¡Eso es cruel! —Grita Melanie—. ¡Eso no se tenía que decir! 

—Tu dijiste lo de la libreta —se cruza de brazos. 

—Eso me resulta tierno —se interpone Luna—. Las dos de alguna manera, me resultan tiernas enamoradas de mis hermanitos. 

—Estoy de acuerdo con la desconocida a mi lado —exclamó Matt. 

—Necesito ver esos dibujos. —Dejo la mitad del pastel sobre la mesa.  La otra mitad estaba quemada.

No me juzguen, apenas estoy aprendiendo a subsistir en familia y en la cocina. 

—Mi turno. —Matt palmeo sus piernas repentinas veces—. Christian cantaba a todo pulmón una canción. Que, si mal no recuerdo, se llama Eastside. Además de que la bailaba abrazada de una almohada. 

—Esta chiquito. —Melanie da brinquitos sobre su lugar. 

—Espera. —Deryl se levanta de su lugar—. Un día… El día que fuimos al parque, me dijiste que me dedicaras una canción. ¿Era esa? 

—Emm… Si —conteste algo sonrojado—. Si era esa canción. 

Su cara pasaba a muchas expresiones, ninguna de forma negativa. Sonreía y suspiraba, sus ojitos se aguadaron, se llevaba las manos a su cabeza y lo más bonito fue que se dejó caer al sofá aun en shock emotivo. 

—La canto a diario —susurra—. No puedo sacármela de la cabeza desde ese día. 

—Se muere. —Luna, como siempre. En modo dramático dejándose caer al suelo—. Muere de amor. 

—Matt tiene un libro de poemarios dedicados a su pulga. —Hago énfasis en el mote—. No soy el único cursi aquí. 

—¿Júramelo? —Me apunta Melanie—. ¿Por qué no se de ese libro? 

—Te lo juro, cuando quería estar solo se ponía a escribir poemas dedicados a tu persona —hago un ademán con las manos. 

—¿Dónde está ese libro? —Mira a Matt. 

—En un lugar muy seguro de tus ojos curiosos —responde Matt 

—Cuando me lo vas a dar. —Se cruza de brazos—. Es mío, utilizas mi persona para eso. 

—Algún día, cariño. Aún faltan poemarios. —Mastica con cierto asco el pastel y me mira—. Se te quemó. 

— Está delicioso, gracias — le quitó el pedazo de pastel.  

Así la vida se nos puede estar pasando, a base de recuerdos que nos hacían recordar que estábamos vivos. Es una sensación muy bonita. Ver entre nosotros una manera de sentir, cada uno con una vida diferente pero a la vez tan familiar. Éramos unos niños enamorados con ilusiones de vivir la vida.  

El golpe de una puerta al cerrarse hizo que todos nos giramos y en especial. que Matt escupiera el pastel en mi pie. 

«Idiota» 

Mamá, venía con una sonrisa muy amplia y con un par de lágrimas resbalando en sus ojos. Papá como siempre, se veía bastante cansado, pero con una sonrisa de oreja a oreja. Ambos pasaron hasta la sala con pasos lentos como si trataran de poner suspenso a la situación o que se yo. 

—¿Noticias? —Habla Matt después de un buen rato—. No hagan suspenso que me alteran 

—Siempre tan impulsivo, Matt —niega mamá. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.