Ser buena persona... no depende de Dios ni del diablo. Depende de nosotros. Sólo se nosotros.
Aquella figura alada que había descendido del cielo y que ahora se encontraba de pie frente a ellos, los miraba con firmeza y concentración. No debía de confiarse, no de seres cómo ellos, pues, a pesar de saber cuál ha sido su verdadera posición ahí, al lado de Lucifer, Gabriel tenía en cuenta también que se debía ser prevenido. Emanaban cierto poder que ahora le angustiaba, pero entendía el porqué de eso.
Él sabía el porqué de esa fuerza.
Él sabía... lo que estaba ocurriendo con eso.
"<<Este plano al fin se está liberando de los filtros, hermano. No queda mucho tiempo, pero antes de revelarte la verdad... quisiera ver qué tan astuto sigues siendo para sospecharla. >>
Gabriel sonrió por dentro, una parte de él aún esperaba encontrar un poco de ese brillante Luzbel en Lucifer, pero, más que eso, se encontraba un poco entusiasmado por hacerlo parte al fin de la verdad. De esa oscura verdad de la que, tal vez, un día él tuvo un poco de razón.
Los devotos al señor oscuro se han puesto a la defensiva, la sola presencia de Gabriel los había perturbado, pero, más que nada, alarmado, pues una figura tan importante cómo él en ese momento sólo les avecinaba algo serio.
Gabriel clavó sus iluminantes y dorados ojos a Lucifer, este aún se encontraba procesando el hecho de haberse encontrado con uno de sus más amados hermanos.
Después de tanto...
— Mi querido mío, sinceramente es toda una sorpresa encontrarte aquí, ¿sabes que es peligroso para ti y para... los tuyos... mantenerse tan expuestos aquí?
— Casi soy capaz de creer que te preocupa ese hecho. — responde Lucifer, tratando de no sonar tan afectado. Después le dedica una mirada inspecciosa—. Curiosamente... no percibo peligro ahora, ni para mí ni para los míos, y eso ya lo debes de saber tú, Gabriel, o de lo contrario... no te mantendrías tan alejado de quién antes fue tu hermano favorito. Te recuerdo que los hermanos, después de mucho tiempo de no verse, se reciben con un abrazo. Sería un adorable detalle.
— Créeme que me gustaría, pero sabes que siempre fuí el hermano frío.
— ¿Qué acaso ese no era yo, además del rebelde?
— Y también el descuidado. — Bufa Gabriel y después le echa una mirada a su alrededor. El campo de batalla ahora se encuentra cubierto por la fuerte lluvia que ha empezado a caer con la llegada del ser con alas blancas—. Has sido testigo de un buen espectáculo, me imagino. ¿Te has alimentado de esto, acaso? Porque, para serte sincero, me impresiona mucho verte tan... nítido ahora. Tú y tus... amigos.
— Sabes que son mis devotos los que me ofrecen eso, pero nunca había sido suficiente. Y ya que has sacado el tema, Gabriel, quisiera agradecerte que te abstengas de fingir ingenuidad. — Lucifer lo desafía con la voz y se mueve sigilosamente hasta llegar hasta el gran ángel de resplandor blanco. Este no evita su cercanía, no lo hace a pesar de sentir cierta aversión con lo que es su hermano, pues este sigue destilando oscuridad y la oscuridad de los devotos que lo alimentan con su credibilidad y fé en él—. Estoy seguro de que mi padre y tú entienden perfectamente el porqué de esta energía y del porqué me puedo mantener firme en la tierra ahora. No era posible antes, tampoco se me era permitido por la presencia de mi padre en el corazón de algunos mortales... pero esta ya no está, o tal vez ya no están esos corazones.
— Son muy pocos los que lo poseen ahora de verdad, mi querido hermano. Tienes razón.
— Quisiera tener también la razón del porqué.
Gabriel ríe y después niega con la cabeza.
— Pero si esto me sorprende. Esos seres jamás te han interesado. Sabes muy bien, de todas maneras, que el que prefiera ignorar a nuestro padre se quedará en el limbo por toda la eternidad, al igual... de cómo tú lo has hecho. ¿O es acaso... que por eso los compadeces ahora?
— No he dicho que los compadezca. Eligieron su camino al igual que yo. Pero, mi querido hermano, tienes la respuesta. Esto no es normal. En mucho tiempo no se había visto algo cómo lo que se nos ha presentado ahora. Los humanos... ya ni siquiera están pensando claro. — le indica Lucifer al ángel para que de nuevo mire a su alrededor. El percatarse de los cuerpos sin vida que yacen en el suelo, de la sangre que ha quedado esparcida por autos, edificios y pavimento, y de cómo el fuego lo ha destruido todo por completo... no inmuta a Gabriel. Ni un rasgo de ira o de pena se hace presente en sus penetrantes ojos dorados. Éstos aún escaneando su deplorable aquí —. La guerra entre mortales se está saliendo de control, en todo el mundo se ha desatado y lo han empezado a pagar incluso los inocentes que a ustedes les pertenecen... ¿Por qué no se ha intervenido en esto, Gabriel? ¿Por qué ustedes no...?—
— Vaya ironía, mi querido hermano, antes te revelaste por no quererte hacer cargo de los humanos. Te negaste a ser su ángel protector por creerlos indignos, ¿y ahora te interesa el porqué nosotros no actuamos para eso?
Lucifer niega, ya empezaba a perder la paciencia, pues sabía que Gabriel sólo le estaba dando rodeos. Así siempre ha sido él, el angel mensajero de su padre, el que se encargaba de vigilar la tierra y de llevarle las novedades al creador.
— Eso no es importante ahora, Gabriel. Está afectando a los míos también, necesito una maldita explicación de lo que está ocurriendo y de lo que planean hacer ustedes ahora... Porque siempre se tienen algo entre manos. Siempre ha sido así.
Gabriel sólo lo mira con seriedad por un largo momento y después le apunta con uno de sus dedos al oscuro cielo, este luce más tenebroso ahora. Con esas grandes y espesas nubes negras, entre ellas apareciendo escalofríantes relámpagos. Lucifer no puede evitar pensar de nuevo en la noche en la que fue desterrado, pues el clima se encontraba igual de mal. El ambiente... también era pesado. Sin embargo, en esta ocasión, logra percatarse de algo más en el cielo...