"Ser diferente no es bueno ni malo. Simplemente significa que tienes el suficiente valor para ser tú mismo.
_Albert Lanus."
— Leal...
— ¿Leal?— suelta Baltazar con confusión, después de escuchar el susurro débil de su amo, y el cuál, por cierto, apenas era capaz de reaccionar.
Los ojos oscuros de un afectado Lucifer todavía se mantenían enfocados sobre el ser que se encontraba frente a él. Baltazar miró a los demás, estos tampoco eran capaces de comprender lo que sucedía con su líder, pero ya los estaba preocupando.
Baltazar lo intentó una vez más, acercándose hasta donde yacía su amo y aquella criatura de cabello blanco.
—Señor... ¿Se encuentra bien? ¿Qué es lo que ocurre? ¿Conoce a este... ser?
Lucifer no respondió, su cuerpo temblaba aún de la impresión. No podía ser verdad, no lo entendía...
<<¿Eres tú realmente, Leal? ¿Qué es lo que estás haciendo aquí ahora?>>
Lucifer se preguntaba por dentro, sin dejar de mirar a aquella criatura delgada y de piel pálida y sucia que yacía encogida sobre el barro. La noche había caído por completo, pero ante el resplandor de aquella piel blanca, esta no se sentía tan pesada. No ahora.
— Maldición...
— ¿Señor? Por favor, le ruego que...—
— Mío, disculpa, es sólo...—
— ¿Se siente bien, mi señor? ¿Qué es lo que concluye ahora con esto? He escuchado que le ha llamado Leal a la criatura... ¿Acaso usted la conoce o...?—
— Efectivamente... así es. — responde Lucifer, cortando de tajo con las palabras de su acompañante. Este sólo asiente, tratando de ocultar su asombro—. Conozco a este... ser. Sin embargo... ahora me parece tan diferente.
— ¿A qué se refiere, mi señor?— pregunta de nuevo Baltazar, pero su líder prefiere guardar silencio por unos segundos más.
Era tan confuso y abrumador, las dudas dentro de Lucifer crecieron, al igual que lo hizo su preocupación por todo lo que estaba ocurriendo, y por lo que ocurriría. El rey del Averno se encontraba siendo consumido por una tortura interna en la que sus miedos le hacían saber... que aún siendo la figura importante que él era, ya no tenía el control de la situación, ni siquiera de la suya ni la de los seres que lo acompañaban.
¿Por qué el creador dejaría que su creación se destruyera? ¿Por qué prefería que fuera así? ¿Por qué dejaría que el gran monstruo oscuro solucionara el mal de esa manera? ¿Por qué él y los suyos se hallaban tan fuertes ahora? Y la principal duda que lo estaba atormentando en ese momento... ¿Por qué se encontraba Leal aquí?
Era verdad, se trataba de Leal.
La criatura ingenua y torpe que antes no dejaba de seguir a Luzbell en el Edén. La criatura molesta e infantil que nunca logró obtener sus alas para convertirse en un ángel de verdad. Leal había sido una de las tantas y extrañas creaciones de Dios, pero ni Lucifer ni los demás nunca comprendieron el para qué había sido creado.
Este ser no poseía ni siquiera las habilidades de los angeles comunes, no podía pertenecer ni a un rango menor de alguna legión de estos. La criatura era demasiado... ingenua, incluso era incapaz de tomar una espada. Tenía que estar bajo la supervisión de todos en el Edén porque constantemente se hallaba metido en problemas por su torpeza o por su curiosidad.
El Creador le tenía un especial afecto, lo cuidaba y ordenaba que también fuera procurado en todo momento, pues sabía que Leal no era capaz de verse por sí mismo. Eso a los Arcángeles y ángeles les desesperaba.
También los confundía.
"¿Por qué el creador cuida tanto de esa luz tonta? ¿Qué tiene de especial este ser? Ni siquiera posee alas, ni siquiera es un ángel. ¿Por qué seguimos cuidando de ese torpe desesperante? ¿Por qué el Creador no se deshace de él? No sirve para nada, sólo es una luz tonta. "
Era lo que Lucifer escuchaba cuchichear siempre entre sus hermanos. Le parecía injusto, pues él, de alguna manera, comprendía y se apiadaba de Leal. Él no tenía la culpa de ser... cómo era. Lucifer más bien tenía curiosidad de su ingenuidad, de lo genuino que demostraba ser Leal a comparación de todos los angeles que él había conocido.
"— ¿Qué estás haciendo ahí? — le preguntó Luzbel a la pequeña criatura que se escondía detrás del árbol de oro que se encontraba dentro del hermoso jardín de jazmín. Ese era el lugar favorito de Luzbel cuando necesitaba estar a solas. Leal no salía de su escondite y eso pronto le empezó a molestar a Luzbel. Se levantó del suave césped y empezó a caminar hacia donde estaba Leal, a paso decidido —. Te advierto que no estoy de humor para soportarte. Si no sales de ahí en los próximos segundos... me obligaras a...—
— Y-yo, bi-bien, mi señor. Lo siento. Ya salí.
— No me digas así, sabes quién aquí tu único amo. — lo reprendió Lucifer después de ver cómo la pequeña criatura de cabello blanco y rizado salía de su escondite. No levantaba la mirada, se le veía nervioso, cosa que a Luzbel lo intrigó—. ¿Qué ocurre contigo? ¿Por qué me espiabas? Todos saben que no me gusta ser molestado cuando me encuentro aquí.
— N-no, no era mi intención, mi señor. Es sólo...—
— He dicho que dejes de llamarme así. No soy tu amo para ameritar que...—
— Lo... lo sé. Es sólo que usted y el creador son los únicos que son buenos conmigo y...—
— Nadie es bueno aquí, y tampoco yo lo soy. Así que deja de pensar que es así.
Eso pronto llama la atención de Leal, tanto para animarse a levantar la mirada hacia Luzbel. Este siempre se impresionaba de ver sus inmensos ojos marrones. Eran tan extraños para él, pues todos ahí poseían iris de un sólo color y ese era el dorado. Este ser era tan diferente a todos en todos los aspectos.
— No diga eso, mi señor. A usted es el único aquí que me trata con algún tipo de respeto. Usted... no intimida cómo los otros y...—