Luzbel

04

"Las personas con carácter y valentía siempre parecen siniestras a los ojos de los demás, pero... ¿en realidad lo serán?"

Leal había despertado, pero no era capaz de orientarse, ni de descubrir lo que ocurría dentro de su propia piel. Una piel extraña, de hecho. Su cuerpo había cambiado, al igual que ciertas capacidades, pero de eso se daría cuenta después.

Ya no era la misma.

Su alrededor pronto le pareció extraño, desconocido y oscuro. La criatura no sabía lo que significaba eso, jamás se había encontrado sumida dentro de tanta e inquietante oscuridad, y, apesar de haber vivido toda su vida rodeada de ángeles soberbios y fríos, lo que percibía al estar en ese nuevo lugar, rodeada de aquellos seres que ahora se encontraban cerca de ella... la hacía sentirse intimidada, nerviosa y más confundida que nunca.

<<¿Qué es esto? ¿Qué es este lugar? ¿Por qué todo es tan... oscuro? ¿Dónde están los angeles? ¿Dónde está mi creador? ¿Por qué... me siento tan extraña ahora? ¿Qué es esta sensación? ¿Qué es todo esto?>>

Miles de dudas la empezaron a atormentar. Su corazón empezó a martillar al sentirse un poco más lúcida. Miró a su alrededor y no reconoció nada de lo que se le presentaba. Aquella habitación oscura en la que se encontraba apenas era iluminada por el fuego que yacía en una chimenea que se situaba frente a la cama en la que antes ella reposaba. Sin embargo, la luz que las llamas proyectaban era lo suficientemente potente para hacerle distinguir a los extraños de túnicas que se habían adentrado al lugar y que ahora intentaban ser cautelosos para evitar asustarla... más de lo que ya parecía estar.

—Señorita... descuide, no tiene que temer —una voz fuerte fue lo que Leal escuchó después de esconderse detrás de una de las cortinas que yacían cerca de la cama. Su cuerpo no dejaba de temblar, algo en el ambiente le advertía.

—Está a salvo, sólo queremos asegurarnos, mis acompañantes y yo, de que se encuentra bien y...—

—¿Do-dónde estoy? ¿P-por qué...?— Leal de pronto se sintió extraña, pesada y sin nada de energías. La voz ya no le salía, hecho que la alertó más. Todo ese ambiente era extraño, era frío y abrumador. Su cuerpo no dejaba de ser atacado por escalofríos—. No... N-no... ¿Dónde estoy? ¡¿Dónde estoy?! ¡¿Dónde están los demás?!

Empezó a gritar y ante eso los devotos intentaron acercarse a ella para contenerla, pero ella, ante su cercanía, se sintió más extraña, más... aterrada.

Leal jamás había experimentado algo así, la energía de los devotos la hizo sentir asfixiada, a punto de... morir. Leal, aún así, sólo era guiada por esa sensación, no por la apariencia de esos seres. No podía sospechar de que ellos se trataban de seres de oscuridad, no sabía lo que era aquello, así que no podía adivinar cuáles eran sus intenciones. Sus aspectos le han causado curiosidad y le han dejado claro que no se trataban de ángeles ni de seres andróginos conocidos, no... Estos... eran diferentes.

Eran... extraños.

—¡¿Do-dónde estoy?! ¡¿Dónde está mi padre?! ¡¿Dónde...?!— El escándalo llamó la atención del Amo Lucifer y este, al llegar al lugar donde se había desatado aquel desastre, provocó que una tensión más abrumadora despertara.

En compañía de Nerón, Lucifer se hizo camino hacia los adentros de esa habitación y, Leal, al percatarse de una nueva intrusión, se acaparó de más desconcierto. Sus ojos se despegaron de los soldados de negro y se posaron en la figura alta e intimidante que había llegado para enfrentarla.

<<No puede ser...>>

Leal dejó de luchar contra los soldados, dejó de mirarlos con nerviosismo, dejó de pensar en todo lo extraño que estaba ocurriendo. Todo su delgado y frágil cuerpo se paralizó de la impresión, todo en sus adentros se estaba revolviendo con violencia.

Sus nervios se calmaron y su corazón empezó a taladrar dentro de su pecho... de una manera en que hace mucho tiempo no lo había hecho. Ese cabello rizado y rojizo. Esa postura firme e imponente. Esos ojos, aunque diferentes, oscuros, aún lograba reconocerlos.

Aún lo hacía.

—Luzbel...— soltó ella al ver a Lucifer al fin frente a ella. Después de tanto tiempo, después de tantos siglos sin tener idea de lo que había ocurrido con él, con su señor, con el único ser que había considerado... su amigo, su guía y hasta su protector.

De nuevo estaba ahí, con ella, o con lo que ahora fuese Leal en ese mundo. De nuevo se encontraba ahí, frente a ella. Lo miraba de una manera en la que se delataba su conmoción, su sorpresa.

Jamás se enteró de su destierro, jamás se enteró del porqué de eso. Ella... fue privada de toda esa verdad, hasta ahora, pues fue lo que el Creador pidió que se hiciera. Esconderla de todo el conflicto que se desató con uno de sus principales ángeles. Mantenerla en la ignorancia para ocultarle... lo que Lucifer había hecho.

¿Con qué propósito?

Ella en ese momento sólo era capaz de concentrarse en lo que al fin se le ha presentado.

Su señor, su guía, su amigo. De nuevo... estaba frente a él.

—Luzbel... ¡Mi señor! ¡Mi señor! ¡Es usted! ¡Al fin es usted!— ella trató de ir hacia él, pero en su intento por utilizar sus piernas, terminó cayendo duramente ante los pies del mismo Lucifer.

Este, sin dudarlo, corrió hacia ella para intentar ayudarla. Cuando la tomó de los brazos, por encima del camisón blanco que se le ha colocado cuando llegó al refugio del Amo, fué capaz de sentir un estremecimiento en sus adentros. Leal también lo sintió, pero ni eso la hizo borrar la enorme sonrisa que se le había creado en la cara.

Al tener frente a ella el rostro de Lucifer... algo apagó su emoción, pues hasta ese momento, en el que tuvo cerca el rostro del rey del Averno, se dió cuenta de una perturbadora verdad...

Su piel quemada.

Esa piel que antes era tan perfecta. El rostro más hermoso que existía en el Paraíso. Ya no está... Ya no es así.




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