El salir del Averno les resultó pesado, difícil e incluso doloroso. Los devotos y el mismo Amo Lucifer pronto se percataron de eso. Trataban de ocultar su preocupación, sabían que sólo podía haberse tratado de una irrelevante anomalía en el acceso. Podían entrar y salir del Averno gracias a la energía que desprendía su líder. Si este le permitía el acceso a alguien, si Lucifer era capaz de sentir la devoción de ese alguien, si podía llegar a creerle o adquirir una prueba de su fé... entonces el que se hacía llamar su devoto o soldado lograría llegar hacia donde él se encontraba.
Sin embargo, en esta ocasión, sus mismos acompañantes resintieron algo más al utilizar ese acceso. No tenía que ver con ellos ni con su fé, estos habían jurado por toda la eternidad seguir a su Amo Lucifer. El problema radicaba entonces en su Amo, en la confianza que ahora estaba sintiendo. No, no era contra ellos. Lucifer sabía que, apesar de ser adorado por miedo y compromiso, y no por genuina admiración, él confiaba en que la devoción de sus seguidores era inquebrantable, real. Forzada, pero firme. Ellos iban a seguirlo quieran o no, estaban obligados a eso. Lucifer aseguraba que por el temor que también les provocaba, estos jamás lo traicionarían, así que no había nada que temer de eso.
Lo que realmente había turbado su trascendencia al mundo de los humanos... era la preocupación y la revolución que ahora se hallaba ahogando la calma del Amo. Lucifer estaba tan desconcertado por todo lo que estaba pasando. Primero, con el descontrol de las personas y su Guerra. Segundo, con la intervención de Gabriel y la advertencia de este. Tercero... La extraña y absurda aparición de Leal en la tierra, y en cuarto lugar... el caos que ahora se hallaba desatado por la furia de la madre tierra.
Lucifer, los devotos y los príncipes regidores de sus legiones de demonios, apenas se estaban recuperando del extraño agotamiento que habían experimentado al cruzar, cuando de pronto se percataron de lo que estaba ocurriendo en su nuevo alrededor. En el plano terrenal, ese que últimamente se había transformado en el infierno del que siempre se ha hablado y especulado. Fueron especialmente los ojos del regidor del Averno los primeros en impresionarse al presenciar tal destrucción...
Londres, el lugar al que habían llegado, se encontraba por completo destruido.
Lucifer negó, aún sin poder entender lo que había pasado con tal majestuoso lugar que ahora se hallaba hecho pedazos.
<<¿Qué es esto? ¿Qué ocurrió aquí? ¿En qué momento? No tenemos ni un día de haber vuelto y...>>
El ser de cabello rojo y túnica negra dió varios pasos. Bajo sus pesadas botas de combate crujieron fragmentos de vidrio. Es cómo si todo dentro de aquella ciudad hubiese hecho explosión. Los edificios altos de esta habían caído. Los escombros de diferentes estructuras yacían por doquier. Era polvo lo que parecía haber reemplazado el aire. El paisaje era gris, desolador. Lucifer y sus devotos se movieron, percibiendo el llanto y los gritos de cientos de personas que, por lo visto, se habían quedado atrapadas entre los escombros. Mientras más se adentraban a la zona afectada, más barullo distinguían.
Entre la espesa nube de polvo las figuras vestidas de negro observaron con atención cómo algunos humanos agonizaban y otros se movían rápidamente para ayudar a los que aún lo necesitaban. Ya había caído la noche, esta dejaba en gran desventaja a los buscadores. El servicio de electricidad había dejado de funcionar, obviamente, pues postes altos también habían caído y los cables de alta tensión ya habían provocado la muerte para los que se encontraban cerca al momento del impacto. El lugar se encontraba sumido en la oscuridad, pero esta dejó de ser menos abrumadora cuando varias ambulancias, con sus luces rojas y parpadeantes, llegaron para intervenir.
— ¡Ayuda, por favor!
— ¡No me puedo mover! ¡Auxilio!
— ¡Ayúdenme a buscar a esta persona, por favor!
— ¡No está respirando! ¡No está respirando! ¡Necesitamos ayuda!
Lucifer y los demás eran capaces de percibir las súplicas desesperadas en todos lados. Las personas que habían llegado a ayudar se movían lo más rápido que podían, pero era demasiada gente la desafortunada. Ellos, claro, no podían ser vistos, pero aún así, algo dentro del Amo Lucifer se sintió impotente, con deseos de actuar. Era extraño, pero, por primera vez, fue capaz de reaccionar por la desesperación de un humano,no importa si este fuera oscuro o luminoso. Lucifer apenas era capaz de asimilarlo, pues al encontrarse en medio de ese caos, tan cerca de aquellos mortales que ahora agonizaban por las lesiones que habían sufrido, o por la falta de aire, se sintió horrorizado por ellos. Por su sufrimiento...
<<No seas ridículo. Estas criaturas lo han provocado, estas criaturas no son capaces de temer por su vida hasta que están a punto de perderla. Es sólo ahí cuando la valoran, a ella, y al hermoso mundo en el que nacieron.
No debo por qué darles importancia, no debo por qué sentir esto. Ellos no lo merecen. Sólo están recibiendo una cucharada de su propio chocolate. >>
Trató de convencerse, pero los gritos de ayuda seguían inquentandolo. Se aclaró la garganta y después le hizo una seña a los suyos para que lo acompañen fuera de la zona del desastre. Llegan después a una especie de edificio abandonado. Este, por no ser tan alto, no sufrió tantas consecuencias cómo los otros. Aún así el Amo y los demás tratan de asegurarse de que todo en él se encuentre firme, pues al parecer lo que provocó tanto caos, fue la potencia de algún fuerte sismo.
Después de percatarse de que todo se encuentra en orden dentro del sitio, Lucifer deja que sus hilos de oscuridad, aquellos que aún poseen un poco de su poder de ángel, se liberen de él y en cuestión de segundos éstos transforman una pequeña oficina en ruinas en una sala de descanso y, sobre uno de los sofás rojos que él ha aparecido, le pide al devoto que llevaba cargando a Leal, que la deposite con cuidado sobre el mueble mullido. Lucifer es atraído por la criatura de cabellos blancos y camisón claro que ahora se encuentra recostada e inconsciente.