La tierra...
Leal no fue capaz de asimilar esa verdad. Se encontraba por fin en la tierra, en el lugar del que tanto había escuchado hablar en el Paraíso. El lugar del que tanto Padre le había hablado, pues él sentía demasiado amor por Madre Tierra. Por ese sitio que había creado para que fuera habitado por su más increíble y amada creación: los humanos.
Leal había escuchado tantas historias respecto a ese mundo, respecto a esos seres, y eso provocó que cierta curiosidad despertara en ella, en conocer un día esa maravillosa creación, pues Padre le ilustraba a diario lo que ellos eran capaces de hacer. Los admiraba. Ella se crió con la idea de que los humanos realmente eran perfectos, inteligentes y piadosos, pues poseían virtudes que los ángeles no.
Padre los glorificó tanto ante ella. Era por eso que Leal se encontraba emocionada, impresionada... pues al fin iba a poder conocerlos. Pero... Padre había olvidado contarle un detalle de los humanos. Uno muy importante en realidad.
Lucifer sabía de antemano lo que Leal desconocía y al contemplar cómo la criatura de blanco observaba a su alrededor con emoción... se sintió preocupado. Preocupado por ella, por la manera en la que estaba reaccionando, por ver cómo una especie de brillo adorable, conmovedor, se hacía presente en sus inmensos ojos cafés.
Lucifer dió un paso al ver cómo Leal se movía para seguir mirando, al cielo, a la maleza que rodeaba el abandonado edificio, a la ciudad oscura que se visualizaba a la lejanía. Al Gran Monstruo que a simple vista ya se notaba en el firmamento, pero parecía que la chica de rizos blancos no le daba importancia alguna.
Su delgado cuerpo temblaba, pues este estaba siendo atacado por los estragos de la noche fría. Leal no comprendía lo que pasaba con eso, con su propia piel, era algo que nunca había sentido estando en el Paraíso, era algo nuevo para ella sentir frío, pero, a pesar de desconocer esa sensación, ella no le prestó atención, pues esta seguía atrapada en todo lo que veía ahí.
Tierra...
Madre tierra.
Al fin estaba en ella. Al fin... se encontraba ahí.
Lucifer, intrigado por su reacción, se acercó a ella lentamente, con cautela. Temía interrumpir su escrutinio, pero sabía que debía hacerlo, sabía que no podía dejar a Leal ignorar lo que realmente estaba pasando dentro de ese mundo que ya se encontraba admirando tanto.
Caminó hacia ella y después tomó su hombro con su mano. El acto tomó de sorpresa a Leal, provocando que el cuerpo de ella sobresaltara. Su corazón también se había alterado, este latía cómo loco dentro de su pecho.
Eso logró afectar a Lucifer...
Él podía escuchar el sonido de los latidos de este. Algo dentro del Amo oscuro se estrujó, pues ese sonido lo hizo ser consciente de que de verdad se trataba del corazón de Leal. De cómo funcionaba ella gracias al cuerpo humano que poseía.
Humano...
Lucifer al fin lo entendió y después se trató de recomponer para enfrentar a Leal. Ella todavía lucía afectada por su intervención, por todo lo que estaba viviendo en ese momento, de hecho. Era demasiado, estaba llenándose de tantos sentimientos al mismo tiempo.
Uno en especial despertó al encontrarse con los ojos oscuros y profundos de Lucifer.
—Mi querida... Tranquila. Trata de tomarlo con calma o podría afectarte...
—¿Afectarme?
—Sé que enterarse de esa verdad, así de golpe, puede ser un poco abrumador, y más para ti. Pues aún desconoces lo que...—
—No... No lo ignoro tanto, mi señor. Padre ya me ha hablado de este lugar, lo hacía todo el tiempo—Leal soltó una risa nerviosa, estaba tratando de controlar a las miles de emociones que se habían desatado dentro de ella.
Estas pronto la hicieron estremecer, al igual que el frío de la noche. Lucifer se preocupó de nuevo, pues a pesar de la adorable sonrisa que adornaba el rostro de Leal, sabía que no todo había sido revelado para ella y que podía ser esa misma ignorancia la que la podía llegar a perjudicar.
Negó ella y se aleja de él para mirar una vez más su alrededor. Su sonrisa no se despegó de su rostro, sus hermosos y grandes ojos tampoco dejaron de brillar con ternura. Parecían guardar un mar luminoso y hermoso.
Lucifer lo descubrió cuando miró cómo varias lágrimas empezaron a resbalar por las blancas mejillas de Leal.
—Querida... Por favor, trata de...—
—Es... hermoso.
La voz débil y llena de conmoción de Leal logró detener a Lucifer con su nueva intervención y provocó que él la mirara con detenimiento para tratar de entender lo que había dicho.
<<¿Hermoso? ¿Acaba de decir que este horrible lugar es hermoso? ¿Qué belleza queda en un mundo que ya ha sido consumido por la oscuridad? ¿Qué belleza queda en algo que ya se encuentra agonizando?
No...
Es su ignorancia, es su fé en lo que sea que le haya dicho Padre al respecto de esto. Está cegada la pobre por un concepto erróneo. Ha sido endulzada por una mentirahermosa, quizá. No puedo permitir que siga creyendo en eso. Tengo que prevenirla.
Tengo que...
¿Pero por qué demonios quiero hacerlo? ¿Por qué me siento tan preocupado de eso ahora? ¿De... ella?>>
Lucifer se debatía internamente, pero se detuvo con ello cuando supo que tenía que volver al aquí para encargarse de Leal, pues ella no dejaba de derramar lágrimas. El Amo oscuro reaccionó de golpe al mirar cómo ella cayó de rodillas sobre el césped. Se acercó para tratar de sujetarla, le extrañaba verla sonriendo. Después cubrió su rostro con sus dos manos, estas no dejaban de temblar. Leal de verdad estaba siendo atacada por una gran impresión. Por una gran... felicidad.
Sí... Era felicidad lo que incluso podía ver el mismo Lucifer sobre su mirada.
—Qué hermosa es.
—Mi querida, trata de tranquilizarte. Sé que esto es...—
—Es... realmente hermoso, mi señor. ¿De verdad aquí es la tierra?