Luzbel

08

La caricia del viento nocturno apenas era capaz de calmar un poco la tensión que envolvía a los cuerpos de los encapuchados que ahora vagaban en medio de un camino oscuro y opacado por una inmensa nube de polvo. Ninguna luz se vislumbraba ni de cerca ni a lo lejos en los adentros de aquella ciudad destruida a la que ahora se dirigían con la intención de encontrar un refugio para Leal, la pequeña criatura de blanco que ahora caminaba, distraída, al lado del Rey del Averno.

Lucifer no despegaba los ojos de ella, le preocupaba la manera en la que se movía, aún se mostraba algo torpe, algo débil o quizá aún no entendía del todo cómo usar las piernas que poseía ahora dentro de aquel plano terrenal. El Amo Oscuro podía comprenderlo, pues para él también había sido un poco difícil el acostumbrarse a la tierra, cuando por primera vez puso un pie dentro de esta. Se sentía asfixiado, extraño con su propio cuerpo. Sabía que había algo diferente en ese nuevo lugar al que había llegado, sabía que se le complicaría el enfrentarlo, pero aún así se obligó a hacerlo, pues a partir de ese momento ese mundo se convertiría en su nuevo hogar.

Aún le costaba entender que este estaba a punto de desaparecer, que la "maravillosa creación", lo había llevado a los extremos que presenciaban todos ahora con preocupación. Bueno, todos a excepción de Leal. La criatura de blanco, a pesar de tropezar a cada segundo hasta con la más diminuta roca que se hallara en su camino, no dejaba de sonreír y observar todo su alrededor con ojos soñadores. Estos lucían cómo si un puñado de estrellas se hubiesen refugiado dentro de esas dos enormes y luminosas lagunas cafés.

Los devotos, cautelosos y cuidadosos hasta con lo más insignificante que se cruzara en su camino, custodiaban las espaldas de su Amo y de la criatura. Éstos aún se preguntaban el porqué de su presencia ahí,y de si era cierto que se trataba de una humana en realidad. Una humana que, además, podía verlos apesar de la protección que ellos utilizaban para ser invisibles ante los ojos mortales. Era eso los que los ponía en duda, ya que, si la chica fuese una humana de verdad, entonces no sería capaz de ver al Amo, pero ya era evidente para todos que eso era más que posible.

Tanto cómo los devotos, Baltazar y Nerón también trataban de mantener su distancia con ella. No era sólo la aversión que cada uno y desde siempre han sentido hacia los humanos lo que provocaba su reacción despectiva con la chica, no, más bien aún estaban en el proceso de digerir y averiguar lo que ocurría con ella. Era extraña, era diferente a los humanos, incluso a los angeles, pero Lucifer ya les había explicado que ni él reconoce lo que es Leal en realidad.

Para el Amo también seguía siendo un extraño misterio, ahora tenía muchas dudas respecto a eso, respecto al porqué ella se hallaba ahí si era imposible que el creador la hubiese desterrado. Sólo sería posible eso sí ella hubiese cometido algo tan atroz cómo lo que el mismo Luzbel se atrevió a hacer hace unos cuantos siglos atrás, cómo lo fue el desafiar a su Dios. Leal jamás haría algo así, ella ama tanto a Padre cómo él a ella. Leal era su principal protegida, su tesoro, aquello que cuidaba tanto.

¿Por qué él enviaría a su más frágil criatura a este mundo agonizante y cruel? ¿Por qué lo haría en momentos tan críticos? ¿Por qué conociendo su ingenuidad, la dejaría a su suerte aquí? ¿Qué habrá pasado en realidad?

Lucifer empezó a sentirse atormentado por esas dudas, pues desde que fue desterrado del Edén, no dejó de pensar y de preocuparse por ella, por Leal. Sabía que ella lo necesitaría porque, tal y cómo ella le había mencionado hace momentos cuando discutían, él era su único amigo,su único guía. El único ángel que se atrevió acercarse a ella para ayudarla en lo que no entendía y hacerle compañía, ya que la antipatía y el ego de los otros arcangeles siempre los cegó y les impidió conocer más de aquella criatura que sólo destacaba por su torpeza en el Edén.

Lucifer nunca dejó de pensar en ella, en la soledad que tal vez ella sentiría al ya no tener más con ella a su querido Luzbel. Fue algo que realmente él lamentó; el hacerla creer que él la había abandonado. Sabía que en parte estaría bien, que Padre haría de todo cómo siempre para cuidarla, era lo único que Lucifer esperaba al menos al irse de su hogar, que no se descuidara a su frágil Luz torpe. Sin embargo... ahora con mil dudas respecto a todos esos "porqués", se sentía más allá de lo confundido, enojado...

<< ¿Por qué has hecho esto, Padre? ¿Por qué a ella? Sabes que de estar sola aquí... no duraría viva ni un día. Si no es la furia de madre tierra la responsable en acabar con su cuerpo mortal, entonces lo sería la maldad de tus queridos mortales los que no tardarían en encargarse de ello.

De ella...

¿De verdad has enviado a este terrible lugar a tu criatura más preciada, a la que tanto cuidabas y que también pedías de nosotros el también protegerla?

No te entiendo, Padre. Esta vez... no puedo hacerlo, pero no lo creo justo.

No para ella. >>

Lucifer se atrevió a salir de sus pensamientos al escuchar la voz demandante de Baltazar.

— Estamos por cruzar la línea, mi señor. ¿Está seguro de querer adentrarse al campo de los mortales para buscar refugio?

— Por el momento lo veo conveniente, Mío. Leal necesita descanso. — Explica Lucifer, con notable voz cansada también. Deja de mirar a aquella destrozada ciudad, para mirar a la delgada criatura de blanco que ahora se encuentra entretenida, observando sus pies descalzos. Lucifer suspira y después se acerca a ella para inspeccionarla. Hace una mueca al ver el estado en el que lucen sus pequeños pies ahora. Se reprende un poco en sus adentros por no haber pensado en algún tipo de calzado para ella, antes de comenzar con su andar. La piel de sus talones se encuentra muy sucia y con algunos pequeños cortes—. Siéntate, Luz Torpe. Enseguida arreglo esto.




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