Luzbel

09

Las palabras de Lucifer cayeron sobre Leal como un rayo, despertando en ella una angustia y una confusión abrumadora. Su nueva y delicada piel parecía estremecerse con cada palabra, como si estuviera absorbiendo el peso de la verdad. Leal apenas podía procesar lo que estaba sucediendo dentro de ella, apenas podía comprender el mundo extraño en el que se encontraba.

La negación fue su primera reacción, seguida de una desesperación creciente. Su cuerpo comenzó a temblar sin control, como si estuviera luchando contra una fuerza invisible. Lucifer se dio cuenta de su estado y se sintió pesaroso, arrepentido y culpable. Sabía que todavía tenía mucho que explicarle a Leal, y que no sería fácil.

Leal era un ser ajeno al mundo mundano, sin conocimiento de la verdadera naturaleza de los humanos y sus acciones. Lucifer no quería ser el que le revelara la oscura verdad, pero sabía que era necesario. No podía ocultar la verdad ahora que el mundo estaba a punto de perecer.

Al ver la duda y la incertidumbre en los ojos de Leal, Lucifer se acercó a ella, intentando hacerla reaccionar. Pero Leal se alejó, recargando su espalda contra la cabecera de la cama. Lucifer se sintió alarmado por su evasiva, aunque no quería admitirlo. La acción de Leal había despertado en él algo insoportable.

—Mía, por favor, mírame—, le suplicó Lucifer—. Necesito que me pongas atención y que trates de ser fuerte porque...—

Leal lo miró, confundida, antes de interrumpir— ¿Por qué ha dicho eso, señor? ¿Por qué cree que el mundo mortal está a punto de...?—

Lucifer respiró profundamente antes de responder. —He recibido información de Gabriel. Él me ha explicado lo que está a punto de pasar con la tierra. Padre... ya no puede detenerlo.

Leal negó con la cabeza, sintiendo su corazón martillar en su pecho. —N-no... Debe haber un error. El mundo mortal es importante para Padre. Es su más preciada creación. Además... ¿cómo podría morir? Y-yo... no entiendo.

Lucifer se acercó más, su voz baja y grave. —Existen muchos detonantes, querida, pero el que ha provocado todo esto... ha sido el que ha tenido que ver con la existencia de ellos. Los humanos.

Lucifer se acercó más a Leal, su rostro reflejando una preocupación profunda. El rey del Averno, conocido por su poder y control, ahora parecía un ser vulnerable y temeroso. El fin del mundo era un concepto que nunca había considerado posible, y sin embargo, ahora se enfrentaba a la realidad de que todo lo que conocía estaba a punto de desaparecer.

—Leal, por favor, debes entender—, dijo Lucifer, su voz llena de urgencia—. El fin del mundo no es solo una posibilidad, es una certeza. Y no hay nada que pueda hacer para detenerlo.—

Leal lo miró, confundida y asustada. —¿Qué quieres decir? ¿Cómo puede ser que el mundo vaya a terminar?

Lucifer se pasó una mano por el rostro, como si tratara de borrar la imagen de la destrucción que veía en su mente.

—Los humanos... han ido demasiado lejos. Han desatado fuerzas que no pueden controlar, y ahora el mundo paga el precio.

Leal se estremeció, sintiendo el temor que emanaba de Lucifer. Nunca lo había visto así, al menos no cuando era Luzbel. Nunca lo había visto tan preocupado y asustado. El rey del Averno, el ser más poderoso del inframundo, ahora parecía un ser mortal y vulnerable.

—¿Qué podemos hacer?—, preguntó Leal, su voz apenas un susurro.

Lucifer negó con la cabeza. —No hay nada que podamos hacer. El fin del mundo es inevitable. Lo único que podemos hacer es tratar de encontrar una manera de escapar de la destrucción que se avecina.

Leal lo miró, desesperada. —¿Y qué hay de los demás? ¿Qué hay de todos los seres que viven en este mundo?

— Ellos lo han provocado, Mía. Ellos tienen que sufrir consecuencias y ssi será.

—¿Pero cómo pueden ser tan destructivos? ¿Cómo fue que ellos... provocaron esto?—preguntó, su voz apenas un susurro.

—Es su naturaleza. Han sido creados para destruir, para consumir y devastar todo lo que les rodea. No tienen conciencia, no tienen empatía. Solo piensan en sí mismos y en su propia supervivencia.

Leal negó con la cabeza, incapaz de creer lo que estaba escuchando.

—No puede ser. Los humanos son seres piadosos y buenos. Son amor y compasión.

Lucifer se rió de nuevo, su risa llena de amargura.

—Eso es lo que Padre quiere que creas, Mía. Pero la verdad es que los humanos son una plaga, una enfermedad que se ha extendido por todo el mundo. Han destruido todo lo que han tocado, han matado y han saqueado sin piedad. Y ahora, han atraído a un monstruo, algo que ni siquiera él puede detener.

Leal se sintió mareada, como si el mundo se estuviera derrumbando a su alrededor.

—¿Qué es ese monstruo?— preguntó, su voz temblorosa.

Lucifer se acercó a la ventana, mirando hacia la oscuridad que se cernía sobre la ciudad.

El gran Monstruo Oscuro... Se trataba de un agujero negro colosal, con un vacío tan profundo que parecía tener vida propia. Su presencia era como una sombra oscura que se cernía sobre la galaxia, atraído por la fuerte energía negativa que emanaba de la Tierra.

Su borde, el horizonte de eventos, era como una boca abierta que se abría cada vez más, listo para devorar todo lo que se encontrara en su camino. La gravedad que emanaba de él era tan intensa que distorsionaba el espacio y el tiempo a su alrededor, creando un efecto de lente que hacía que las estrellas y las galaxias cercanas parecieran dobladas y retorcidas.

A medida que se acercaba a la Tierra, su presencia se hacía más fuerte, como si estuviera siendo atraído por la energía negativa que emanaba del planeta. La humanidad, con su miedo, su desesperación y su destrucción, había creado un imán que atraía al monstruo hacia ellos.

Lucifer miraba con horror esa oscuridad que se divisaba por su inminencia, sabiendo que cuando el agujero negro llegara a aproximarse un poco más, todo estaría perdido. La humanidad, la Tierra, la galaxia... todo sería consumido por el vacío insaciable del monstruo.




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