Por primera vez en su existencia, Lucifer posó las manos en la Santa Biblia.
Una vez más, no hubo ningún estallido mágico y eso lo desilusionó.
Siempre había querido creer que las fantasías humanas tenían algo de cierto... Las velas enardecidas, las vírgenes llorando. Al parecer, su esencia continuaba siendo la misma. Era curioso que no hubiese nada demoníaco en él.
Gabriēl probablemente lo encontraría gracioso e irónico, como todo lo que le interesaba. Michaël, por su parte, de seguro pensaría que era una señal de esperanza. Él siempre veía una segunda oportunidad en todas partes, incluso cuando todo era un caso perdido.
Sobretodo si era un caso perdido.
Y si había un caso más perdido que el suyo, entonces quería conocer a esa persona y deshacerse de ella, pues no le gustaba la competencia y le agradaba sentirse especial, saber que a pesar de todo, Michaël todavía confiaba y creía en él, aunque fuera un poco.
" Mi Señor, todo listo." Su hija, Lilith, lo saco de su ensoñación. " Esperamos sus ordenes."
Lucifer asintió de manera solemne. " Prosigan."
Lo cierto es, que él no era un demonio, sino que había sido nacido para convertirse en el arcángel más poderoso de todos. Y a veces (como cuando pensaba en cierto Arcángel), era necesario que Lucifer lo recordara, no podía permitirse olvidar por qué hacía lo que hacía, y cuál era su meta.
"Ya no lo hago por ti, ahora es por mí... Porque puedo."
#31575 en Otros
#10102 en Relatos cortos
#22744 en Fantasía
#9096 en Personajes sobrenaturales
Editado: 23.10.2018