— ¿Así que eres una amiga de José?— Preguntó Sandra mientras pasaba sus cabellos detrás de la oreja. Sandra aun pensaba que no eran amigos de José pero esa chica parecía muy segura de lo que decía.
—Si— La chica hizo una mueca como si se hubiese dando cuenta de algo— Lo que sea, no importa ¿Cómo se hicieron sus amigos tan pronto? Es un chico difícil, hasta acepto salir con ustedes aunque se fue pronto, así que podría no contar…
— ¿Es malo haciendo amigos?— Pregunto Alejandro finalmente.
—No exactamente, solo es un chico que no le gusta conversar o hacer amigos en general— Comentó ella mientras se cruzaba de brazos— Es difícil hacer que hable…
Sandra se dio cuenta de que en realidad el otro chico, el hermano de Irene podría estar en la misma situación que José.
— ¿Por qué será así?— Peguntó Sandra en voz baja.
Anahí se encogió de hombros con una mueca. No sabía que responder.
Esa noche José se quedó sentado en la sala de su casa, mirando a la nada y pensando en la conversación de esa tarde.
—Bueno, si puedes hacerlo solo, entonces adelante…— Dijo el chico de lentes que se fue primero. Esas palabras no paraban de rebotar en su cabeza.
Claro que podía hacerlo solo. Siempre ha podido sobrevivir solo y la presencia de esos chicos tratando de ayudarlo solo lo volvería débil en general. O eso quería pensar.
Desde muy pequeño fue rechazado por otros, no por razones físicas o psicológicas si no porque era un chico muy honesto, bastante honesto pues no importaba a quién lastimara, siempre decía a verdad o eso trataba, doliera o no y de la peor manera posible.
Él sabía que era lo correcto, así que no le importó quedarse solo y volverse independiente. Era lo mejor. No necesitaría de nadie para hacer las cosas y no importaba cuanto lo rechacen, siempre estaría bien solo.
— ¡Tengo miedo!— Gritó el pequeño José mientras trataba de moverse en aquel espacio reducido en lo que el José normal esquivaba por poco— ¡No quiero estar solo!
—No me importa lo que quieras, estaremos solos— Dijo José mientras golpeaba con fuerza el brazo del pequeño José— Es mejor estar solo, no corremos riesgos y seremos felices ¿Tan difícil es comprenderlo, pequeño niño idiota?
José no iba a dejar que una pesadilla infantil aplastara su ideal de vida.
— ¿Tienes los deberes de mañana?— Preguntó Irene a su compañero, al día siguiente— Sé que no son exactamente para mañana pero…
—Ya los tengo, te los mando al rato, disculpa—Respondió Gabino Luna. Era un chico de barba recortada lentes, tez olivácea cabellos morenos y ojos cafés oscuros. Se veía más maduro que cualquiera de sus compañeros— Que bueno que me recordaste mandártelos, de todos modos me los envías para ver como quedo.
—Seguro— Le dijo Irene mientras asentía suavemente— ¿Y sabes qué pasa con Lety?
—No, no realmente—Dijo el chico mientras fruncía los labios preocupado, entonces metió al mano en su mochila para tomar su cuaderno de notas pero rodeo entre un mano lo que parecía un cuadrado frio.
Mientras tanto Sandra estaba comiendo junto a Alejandro en la cafetería.
— ¿Puedes estar aquí?— Preguntó Sandra mirándolo con una ceja levantada— No me molesta que estés aquí, solo lo digo, por tus clases.
— ¿Tú puedes estar aquí?— Preguntó Alejandro de regreso.
—Yo sí, tengo clase libre— Le respondió.
—Pues estoy igual— Le dijo Alejandro encogiéndose de hombros.
Sandra no pudo discutir más y comenzaron a hablar de cosas sin sentido como gustos y esas cosas, nada fuera de lo normal. Podría decirse que la falta de combates entre ellos, les ayudaba a solo hablar como adultos normales.
Eso era lo que Sandra quería desde el principio.
Por otro lado habían decidido no intervenir con José a menos que este interviniera con ellos, aunque Alejandro aun quería enfrentarlo. Él lo llamaba ayudarlo.
Sandra entones vio al hermano de Irene caminar a la salida de la escuela con calma.
Sandra salió rápidamente y lo interceptó cerca de la puerta ante la mirada de Alejandro que se quedó ahí sentado, sin más opción que cuidar las cosas.