No sintieron el viaje porque la mayoría del tiempo se la pasaron dormidos. Curiosamente solo Sandra se mantuvo despierta hablando con el chofer que había contratado. De hecho lo conocía así que era más fácil.
Gabino y Diego se mantuvieron despiertos también pero en silencio.
—Deberías dormir un rato— Le dijo José desde la parte de atrás, en alguno de los momentos que se despertó— Llegaremos a aprovechar la tarde noche, así que deberías tener energía.
—Creo que por eso prefiero quedarme despierta— Le aseguró Sandra sonriéndole por encima del hombro— Así puedo dormirme mejor cuando llegue la noche.
Diego observo aquello en silencio.
Llegaron finalmente a la playa, por la tarde, así que había tiempo para jugar un rato.
—No siento mi brazo— Diego se estiro una vez bajo de la camioneta.
—Perdón— Irene se disculpó por haberse dormido sobre él.
—Al menos no eran dos— Gabino sobo su hombro mientras Alejandro y José se estiraban a su lado.
—Bueno, entonces vamos a instalarnos— Sandra sí que estaba cómoda por ir al frente.
Sandra se encargó de apartar una pequeña cabaña con división para hombres y mujeres. En realidad sus padres lo ganaron en una rifa de la empresa de su mamá y Sandra prometió pagarlos con ayuda de sus amigos.
Sus padres accedieron con el pago a la mitad.
El mar se veía inmenso a sus ojos, y el olor a sal era tan notorio que todos se emocionaron. La luz del sol aún era suficiente, así que tendrían que disfrutarlo antes de llegar la noche.
La cabaña era grande, para ocho personas, por lo que incluso sobraría una habitación. Tenía una pequeña sala para comer y dos baños completos, uno ara hombres y otro para mujeres. Era más como una casa por donde entraba el viento salado y casi todo era vidrio además de estar adornado con paja.
—No es para nada barato ¿Verdad?— Pregunto Diego haciendo una mueca.
—Tranquilo, ya pagaran después— Aseguró Sandra mientras respiraba aquel aire salado— Acomódennos en las habitaciones y vayamos a la playa.
La única zona abierta daba a una piscina que estaba rodeada por una valla de madera.
—No va a ser barato— Alejandro casi hubiese preferido quedarse en casa.
Al final todos se fueron para la playa, con sus abañadores puestos y con un par de pelotas que habían comprado por el camino. También llevaban un par de donas infalibles de colores y un par de pistolas de agua que tenía Alejandro guardadas en casa.
Diego iba vestido, literalmente.
— ¿Eso es tu bañador?— Peguntó Alejandro a su lado.
—Lamento no tener una figura envidiable— Diego frunció los labios hacia ellos— No planeo mojarme mucho, la verdad, solo quiero estar en la sombra. El sol me hace algo de daño.
— ¿Me queda bien?— Preguntó Irene mientras mostraba su traje de baño de color negro, que remarcaba su piel blanca cubierto por un camisón de color blanco que seguro solo era contra el sol.
—Perfecto— Aseguró Sandra mientras se acomodaba el suyo. Un conjunto floral de color blanco que contrastaba muy bien con su piel— Ciento que debí hacer un poco más de dieta para poder usar este…
—Te queda bien— Catherine mostraba un cuerpo bastante atlético pero sin dejar de ser sexy. Un conjunto azul mucho más pequeño que no dejaba mucho a la imaginación— ¡Vayamos a jugar!
Las chicas corrieron al mar con emoción.
—Solo se es joven una vez— Aseguró José con una sonrisa amplia.
—Vayamos a jugar con ellas— Alejandro no apartaba la mirada de su novia.
— ¿No vienes?—Preguntó Gabino a Diego.
—Estoy bien, sigan ustedes, buscaré algo— Diego le sonrió y se apartó caminando.
— ¿A dónde va?— Pregunto Irene mirando a su hermano irse— ¿Se sentía bien? El calor le hace algo de daño.
—Estará bien— Gabino le aventó agua para jugar— Trajimos la pelota ¿Nos dividimos?
Irene sabía que seguía preocupado por Leticia pero trataba de estar bien, de mostrare seguro y de divertirse.
El juego se prolongó hasta que el sol comenzó a esconderse por el horizonte.
—Les traje un poco de helado— Diego levanto unas bolsas con paletas de hielo— Salgan.
Todos lo miraron y salieron con expectación. Realmente había traído paletas para cada uno de ellos. Todos se mostraron positivos ante ese raro cambio y se comieron la paleta afuera del agua.
—Supongo que te has abierto un poco— Le dijo José a Diego.
—No sé de qué hablas— Diego frunció los labios.
José se apartó del grupo y fue a contemplar el cielo solo un momento. Definitivamente podía considerarlos sus amigos. Había pasado poco tiempo desde lo de su espejo pero el sentía que conocía a esos chicos dese hace más años.
— ¿Estás bien?— Preguntó Sandra a su lado.
—Sí, solo quería contemplar el cielo— José no pudo evitar desviar la mirada de Sandra por un par de razones.