Luzbell

Capítulo XLII.

La escuela aún estaba abierta, pero en ese momento lo mejor que podían hacer era reunirse en casa de Diego, pues podrían hablar y era lugar que también Celeste conocía y donde se habían quedado de ver.

Sandra no paraba de lanzarle miradas nerviosas a Diego, pues su expresión era totalmente sombría.

—Seguro que todo está bien— Le tranquilizo José tomando su mano.

—Si todo sigue así ¿Karla también terminará en coma?— Preguntó Alejandro hacia Diego pero simplemente lo ignoró.

—Parece serio, mejor tomémoslo con calma— José también lo tranquilizo.

Gabino también reconocía que las cosas estaban tensas. Abigail por poco quería desaparecer.

El grupo entro a la casa en silencio y se acomodó en los sillones o en la mesa.

—Les daré un poco de agua— Diego se fue hacia la cocina.

— ¿E Irene?— Pregunto Sandra mirando a dos lados.

—Trabajando— Le respondió Diego desde la cocina— No se preocupen por ella.

Sandra lo pregunto para que las cosas se aligeren pero no fue posible.

—Es muy bonita— Afirmo Abigail.

—No lo hagas— Diego salió de la cocina y dejo los vasos con agua delante de todos ellos— Como sea, por el momento seamos pacientes. Lo que estamos por escuchar será de vital importancia para detener o no el fin.

— ¿Detenerlo o no?— Preguntó Alejandro en voz alta mientras los otros le lanzaban miradas curiosas a Diego por aquella extraña expresión— ¿Por qué no habríamos de detenerlo? Es malo para todos al fin y al cabo.

—No lo sabremos hasta que no escuchemos— Dijo Diego bajando la mirada.

Entonces finalmente alguien toco la puerta.

Celeste apareció delante de todos y le sonrió como si los conociera de toda la vida. Se sentó a un lado de Diego con una expresión tranquila. Diego le tendió el último vaso de agua y esta la bebió enseguida.

—Esta es Celeste Velázquez— Diego los presento a todos.

—Bueno, los había visto de lejos, que despertaran su espejo era algo que no se tenía previsto— Admitió Celeste mientras les sonreía— No tengo nada contra ustedes, pero parecían empeñados en investigar más y más, entonces se volvieron una molestia, al menos para…

—Vayamos al grano— Diego la interrumpió.

—Les hare la misma proporción que me hicieron a mí— Celeste soltó un suspiro cansado— Verán, para que todo esto pasará necesitaba algunos espejos, que como saben, es parte del poder de un brujo.

—Sabemos eso— Volvió a interrumpir Diego.

—Bueno, el poder mágico se nos fue arrebatado por ser imprudentes y humanos, por la misma diosa que nos lo entrego, Prasma— Les contó Celeste mientras su expresión se endurecía— Ahora ella busca entregárnosla de nuevo, pero los humanos de ahora, bueno, no son especialmente estables.

—Espera ¿Una diosa llamada Prasma?— Alejandro sonrió con nerviosismo— ¿Me tomas el pelo?

—No, está hablando muy enserio— Le dijo Diego seriamente, por lo que Alejandro solo se quedó callado.

—Ahora que nos lo quiere entregar, lo hará sin limitaciones, sin espejos— Dijo Celeste— Para muchos será la muerte, quienes no puedan usarla, se volverán locos inconscientemente, pero otros, como nosotros, lo tendremos libre y podremos usarlo siempre, como nuestros poderes.

—Los descendientes de brujas ¿No?— Le preguntó Abigail.

Celeste asintió.

— ¿Y los demás?— Preguntó Gabino recordando que Lety también era descendiente, no un usuario circunstancial como Diego— ¿Se volverán locos sin más? ¿Incluso los que tienen espejos ahora o los descendientes que lo obtengan entonces?

—Si— Le dijo Celeste pasando sus cabellos detrás de su oreja— Pero con el tiempo se recuperan, tardaran años, pero se adaptaran a la magia, entonces todo regresara a la normalidad, una mejor, donde todos tengan poderes. Los de los espejos tendrán ventaja y se recuperan antes, claro pero al final todos serán iguales.

— ¿Y no te preocupan que tus amigos se maten o tu familia no bruja?­— Preguntó Sandra mirándola con severidad. No podía ser tan fría.

—Pues, me ofreció un trato— Celeste le miro con la misma severidad— Espero que lo escuchen con atención y entonces me puedan dan una respuesta ¿Apoyarnos o no?

— ¿Un trato? ¿Quién?— Preguntó José levantando una ceja.

—La que lo comenzó todo— Celeste le sonrió de lado— Prasma.

— ¿La diosa misma?— Abigail abrió mucho los ojos.

— ¿Por qué una diosa necesitaría a un mediador humano para hacer esto?—­ Alejandro aún estaba escéptico a creer en esa historia. Pese a lo emocionante que podía ser.

—La diosa se debilito cuando nos retiró la magia a los humanos, eso y el hecho de que nadie usaba su poder, hizo que perdiera parte de su control en este mundo, por lo que necesitaba un mediador— Celeste sonrió de forma teatral— Esa soy yo.

— ¿Y por qué nos entregó el espejo, sabiendo que éramos una amenaza? Bueno, lo seríamos— Preguntó José.



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En el texto hay: libertad, magia, espejos

Editado: 25.09.2020

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